CRUMPCRUMP-CRUMP
«Una bomba pesada estalló en los arrozales, entre mi sección y
la línea arbolada. Detrás de nosotros, un grupo de marines corría en la
posición agachada que adoptan los hombres cuando se encuentran bajo el fuego.
Varios llevaban radios y las elevadas antenas ondulantes eran un blanco
evidente. Con toda la fuerza de mis pulmones, les grité que se separaran.
Siguieron avanzando en grupo apretado y uno de mis marines dijo:
--Son los del
batallón del cuartel. Los mequetrefes ni siquiera saben resguardarse de la
lluvia.
Volví a vociferar en su dirección pero no me oyeron o no
quisieron oírme, sencillamente. Estaba a punto de gritarles por tercera vez
cuando fueron tragados por nubes y humo de tierra pulverizada; las bombas
producían su crumpcrump-crump y los cuerpos caían o salían volando en medio de
la de humo. Debilitado por la distancia, el grito de “¡Sanitario! “¡Sanitario!”
surcó el arrozal. Era el grupo del batallón del cuartel general y prácticamente
había sido borrado del mapa. El jefe de operaciones, un sargento mayor con tres
guerras a sus espaldas, estaba tendido en el barro con una de las piernas
arrancadas. El oficial de artillería estaba malherido en la cara y en la
cabeza. En conjunto, el cuartel general perdió ocho oficiales y buen número de
soldados. Sólo el coronel Hatch escapó sin heridas graves.»
Philip
Caputo.
Un
rumor de guerra.
Inédita
Editores.