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domingo, 18 de octubre de 2020

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE








Febrero 1978
Chofer de taxi II:

Hoy llevé unos pasajeros a Ezeiza y tuve suerte de levantar en seguida una pareja que venía a Buenos Aires. Era gente bien vestida, que parecía formal. En seguida se pusieron a quejarse de muchas cosas: una conversación a la que estamos acostumbrados. De ahí pasaron a decir que los argentinos éramos mentirosos y ladrones. Yo no sabía qué contestarles y empecé a notar que hablaban con una tonadita, por lo que entré a sospechar que eran extranjeros. Ellos mismos lo confirmaron pronto. Dijeron que ellos, los chilenos, estaban mejor armados que nosotros y que nos iban a aplastar como lo merecíamos, por malos perdedores y fanfarrones. Yo todavía trataba de no enojarme y de ver cómo podía arreglarme para que esas palabras no fueran ofensivas. Pero la pareja insistía y a mí me subía la mostaza. ¿Qué le parece hablar así en la Argentina, que ahora estará un poco pobre y hasta en mala situación económica, pero que siempre fue considerada la Francia de América? Y mire el país que nos va a aplastar: Chile, una playita larga, un país de tercera categoría, o quizá de cuarta. Ellos seguían chumbando y yo juntando rabia, hasta que vi un patrullero, me le puse lado y les dije a los chafes : “llévense presa a esta pareja, que está hablando mal de la Argentina”. Vieran el disgusto que tuvieron los chilenos. Dijeron que ellos no habían hecho nada más que expresar una opinión y que no era posible que los llevaran a la comisaría por eso. En este punto se equivocaron, porque en un santiamén los acomodaron en el patrullero y se los llevaron a la comisaría, sin tan siquiera pedirme que pasara a declarar como testigo. Yo busqué un teléfono público y le hablé a la patrona. Le dije que nos preparara un almuerzo especial, porque me había ganado el día.

Adolfo Bioy Casares.
Descanso de caminantes.

Editorial Sudamericana.

miércoles, 6 de agosto de 2014

OBITER DICTUM






El hotel era grande. De su pileta interior recuerdo mármoles, mosaicos, humedad y luz eléctrica. En el bar solía haber señores en traje de brin blanco, que descansaban en sillones de mimbre, entre palmeras en macetas de cobre. Los frescos de las paredes del comedor, que representaban a caballeros y damas paseando por explanadas de otras ciudades termales, estimulaban mi imaginación. También la estimulaban los animales embalsamados que había en un pasillo, entre dos salones: un gran cóndor, con las alas abiertas, y un puma. El personal del hotel me aseguraba que en la zona abundaban esos animales prestigiosos. 


Adolfo Bioy Casares

lunes, 9 de mayo de 2011

OBITER DICTUM





Borges creía que por ser la realidad un sueño, no era más real que un relato; y entre el relato posible, hijo de la inteligencia, y la realidad, hija del azar, prefería el relato. Así, dijo alguna vez que el primer libro de Mark Twain que había leído era Adventures of Huckleberry Finn, porque le gustaba y había influido en él, y no Tom Sawyer, que no le gustaba y no le pareció estimulante, pero que, «por estupidez de la realidad» fue el primero que leyó.”


Adolfo Bioy Casares.