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viernes, 30 de septiembre de 2011

OBITER DICTUM





No, yace silenciosa bajo tierra, encerrada en la terrosa prisión con prohibición de salir, prisionera en la soledad de tierra, con tierra silenciosa y sofocante y tan pesada encima de ella inexorablemente, a su derecha ferozmente, a su izquierda estúpidamente, e infinitamente debajo de ella, abandonada por la que nadie, ni siquiera su oscura y espesa tierra, se interesa, mientras los vivos caminan sobre ella. Es, bajo tierra, una inacción, una languidez una postración. Dios, qué absurdo es todo esto.”


Albert Cohen.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

OBITER DICTUM



 

«Hay, también, otro nombre que debo olvidar. Se 

llamaba Sajer y creo haberselo perdonado».


Guy Mouminoux.

Guy Sajer.

martes, 27 de septiembre de 2011

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA






CENIZA AZUL

Del amor
sólo queda
               un poco
de ceniza azul.

Volverías a
               sentarte
junto al fuego
apagado
ahora que lo
                 sabes?

Mario Rivero.

lunes, 26 de septiembre de 2011

OBITER DICTUM





Que Tuczek se avenga a hacerle a usted unos zapatos es considerado, dentro del ritual inglés, una distinción tan singular como que le reciban a uno en el palacio de Buckingham, o lord Londonderry le invite a una de sus famosas recepciones en Londonderry House, meca de la sociedad británica. Yo conozco un opulento banquero bilbaíno que, habiendo oído hablar de los zapatos de Tuczek, se presentó en el taller.
—¿En qué puedo servirle?
—Querría que me hiciera usted tres o cuatro pares de zapatos.
—¿De parte de quién viene, señor?
—De parte de nadie. Pero le pago a usted ahora mismo —respondió el banquero, creyendo que el industrial pudiera desconfiar del pago.
—No, por Dios, no es eso —interrumpió enseguida el zapatero, añadiendo en tono de excusa—: es que, ¿sabe usted?, lo siento mucho, pero solo hacemos zapatos para los amigos.


Augusto Assía.

sábado, 24 de septiembre de 2011

OBITER DICTUM





“Esta especie de ballet mental coreografiado por Gutenberg por medio del sentido de la vista aislado, es casi tan filosófico como el postulado de Kant, de un espacio euclídeo a priori. Y es que el alfabeto y otros inventos de la misma naturaleza ha servido al hombre desde hace tiempo como fuente subconsciente de supuestos filosóficos y religiosos. Ciertamente, Martin Heidegger se halla, al parecer, sobre terreno más sólido al usar la totalidad del lenguaje mismo como dato filosófico. Porque en él se da, al menos en los períodos no alfabéticos, la proporción entre todos los sentidos. Esto no es recomendar el analfabetismo, del mismo modo que el empleo que se ha hecho de la imprenta no supone un juicio contra el alfabetismo. En realidad, Heidegger parece desconocer completamente el papel de la tecnología electrónica en la promoción de su propia tendencia no alfabética en el lenguaje y en la filosofía.”


Marshall Mcluhan.

jueves, 22 de septiembre de 2011

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE







EN EL PAÍS DE LAS MOMIAS


“Pues bien: a la revolución de Octubre hay que juzgarla a una distancia histórica aún mayor. Sólo gentes necias o de mala fe pueden acusarla de que en doce años no haya traído la paz y el bienestar para todos. Contemplada con el criterio de la Reforma o de la Revolución francesa, que representan, en una distancia de unos tres siglos, dos etapas en el camino de la sociedad burguesa, no puede uno por menos de admirarse que en un pueblo tan atrasado y solitario como Rusia se haya podido asegurar a la masa del pueblo, doce años después de la sacudida, un promedio de vida que, por lo menos, no es inferior al que se les brindaba en vísperas de la guerra. Ya esto, por sí solo, es un milagro. Pero, claro está que el sentido y la razón de ser de la revolución rusa no es ahí donde hay que buscarlos. Estamos ante el intento de un nuevo orden social. Es posible que este intento cambie y se transforme, fundamentalmente tal vez. Es seguro que habrá de adoptar un carácter totalmente distinto sobre la base de la nueva técnica. Pero, pasarán unas cuantas docenas de años, pasarán unos cuantos siglos, y el orden social que rija remontará la mirada a la revolución de Octubre como el régimen burgués de hoy hace con la Revolución francesa y la Reforma. Y ésto es tan claro, tan evidente, tan indiscutible, que hasta los profesores de Historia lo comprenderán; claro está que pasados unos cuantos años...Bien, ¿y de la suerte que en todo esto ha corrido su persona, qué me dice usted? Ya me parece estar oyendo esta pregunta, en la que la ironía se mezcla con la curiosidad. A ella, no puedo contestar con mucho más de lo que ya dejo dicho en las páginas del presente libro. Yo no sé que es eso de medir un proceso histórico con el rasero de las vicisitudes individuales de una persona. Mi sistema es el contrario: no sólo valoro objetivamente el destino personal que me ha cabido en suerte, sino que, aun subjetivamente, no acierto a vivirlo si no es unido de un modo inseparable a los derroteros que sigue la evolución social.
¡Cuántas veces, desde mi expulsión, he tenido que oír a los periódicos hablar y discurrir acerca de mi "tragedia" personal! Aquí no hay tragedia personal de ninguna especie. Hay, sencillamente, un cambio de etapas en la revolución. Un periódico norteamericano publicó un artículo mío, acompañándolo de la ingeniosa observación de que el autor, a pesar de todos los reveses sufridos, no había perdido, como el artículo demostraba, el equilibrio de la razón. No puede uno por menos de reírse ante esa pobre gente para quien, por lo visto, la claridad de juicio guarda relación con un cargo en el Gobierno y el equilibrio de la razón depende de los vaivenes del día. Yo no he conocido jamás, ni conozco, semejante relación de causalidad. En las cárceles, con un libro delante o una pluma en la mano, he vivido horas de gozo tan radiante como las que pude disfrutar en aquellos mítines grandiosos de la revolución. Y en cuanto a la mecánica del Poder, me pareció siempre que tenía más de carga inevitable que de satisfacción espiritual. Pero, mejor será que acerca de esto oigamos palabras muy discretas, dichas ya por otros: El día 26 de enero de 1917, Rosa Luxemburgo escribía a una amiga, desde la cárcel: "Eso de entregarse, por entero, a las miserias de cada día que pasa, es cosa para mí inconcebible e intolerable. Fíjate, por ejemplo, con qué fría serenidad se remonta un Goethe por encima de las cosas. Y sin embargo, no creas que no hubo de pasar por amargas experiencias: piensa tan sólo en la gran Revolución francesa, que, vista de cerca, seguramente tendría todo el aspecto de una mascarada sangrienta y perfectamente estéril, y en la cadena ininterrumpida de guerras que van desde 1793 a 1815... Yo no te pido que hagas poesías como Goethe, pero su modo de abrazar la vida --aquel universalismo de intereses, aquella armonía interior-- está al alcance de cualquiera, aunque sólo sea en cuanto aspiración. Y si me dices, acaso, que Goethe podía hacerlo porque no era un luchador político, te replicaré que precisamente un luchador es quien más tiene que esforzarse en mirar las cosas desde arriba, si no quiere dar de bruces a cada paso contra todas las pequeñeces y miserias... siempre y cuando, naturalmente, que se trate de un luchador de verdad..." ¡Magníficas palabras! Las leí por vez primera no hace muchos días y ellas me han hecho cobrar nuevo afecto y devoción por la figura de Rosa Luxemburgo.
En cuanto a doctrinas, carácter e ideología, no hay en Proudhon, esa especie de Robinsón Crusoe del socialismo, nada que me simpatice. Pero Proudhon era, por naturaleza, un luchador; era, intelectualmente, generoso; sentía un gran desdén hacia la opinión pública oficial y en él ardía esa llama inextinguible del afán acuciante y universal de saber. Esto le permitía estar por encima de los vaivenes de la vida personal y por encima de la realidad circundante.
El día 26 de abril de 1852, Proudhon escribía a un amigo desde la prisión: "El movimiento, indudablemente, no es normal ni sigue una línea recta; pero la tendencia se mantiene constante. Todo lo que los Gobiernos hagan, primero unos y luego otros, en provecho de la revolución, es cosa que ya no se puede desarraigar; en cambio, lo que contra ella se intenta, se evapora como una nube. Yo disfruto de este espectáculo, cada uno de cuyos cuadros sé interpretar; asisto a esta evolución de la vida en el universo como si desde lo alto descendiese sobre mí su explicación; lo que a otros destruye, a mí me exalta, me enardece y me conforta; ¿cómo, pues, puede usted pretender que me lamente de mi suerte, que me queje de los hombres y los maldiga? ¿La suerte? Me río de ella. Y en cuanto a los hombres, son demasiado necios y están demasiado envilecidos, para que yo pueda reprocharles nada."
Pese al regusto de patetismo eclesiástico que hay en ellas, también éstas son palabras muy bien dichas, y yo las suscribo.”


León Trotsky.
Mi vida.
Marxists Internet Archive.

lunes, 19 de septiembre de 2011

OBITER DICTUM





“El premio por transmitir el mayor significado con la menor verbosidad debe concederse seguramente a sir Charles Napier, quien conquistó la provincia india de Sind y anunció su triunfo, mediante un telegrama a sus superiores de Londres con el mínimo pero completamente adecuado «Peccavi». Este relato, a su propia manera telegráfica, cuenta volúmenes acerca del orden social y de la educación de la Gran Bretaña imperial. En una época en la que todos los gentleman estudiaba latín y en que difícilmente podían ascender en el servicio del gobierno sin el respaldo de los viejos amigos de extracción similar en escuelas públicas apropiadas, Napier nunca dudó que sus superiores recordarían la primera persona del pretérito perfecto del verbo peccare, y que traducirían adecuadamente su mensaje y su retruécano: He pecado¹.”

¹ En inglés: peccavi o he pecado es I have sinned, que suena como I have Sind, tengo Sind.


Stephen Jay Gould.

martes, 13 de septiembre de 2011

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA











UNE MAISON PEU SOLIDE


Le gardien des travaux
est victime de son dévouement


Depuis longtemps le mode de construction d’un immeuble situé rue des Martyrs était jugé déraisonnable par les gens du quartier. Rien n’apparaissait encore de la toiture que déjà des peintres et les tapissiers entreprenaient de décorer les appartements. De nouveaux échafaudages étayaient tous les jours la façade chancelante, au grand trouble des passants que le gardien des travaux rassurait. Hélas ! celui-ci devait payer son optimisme de la vie puisqu’hier, à midi trente, alors que les ouvriers étaient allés déjeuner, la bâtisse s’effondrait, l’ensevelissant sous les décombres.

Un enfant, trouvé évanoui sur les lieux du sinistre, ne fut pas long à reprendre connaissance. C’est le jeune Lespoir, 7 ans, que l’on reconduisit bien vite à ses parents. Il avait eu plus de peur que de mal. Il commença par réclamer la trottinette sur laquelle il s’était élancé du haut de la rue. Le garçonnet, raconte qu’un homme avec un bâton s’étant précipité vers lui en criant « Gare ! » il avait voulu s’enfuir. C’est tout ce dont il se souvient. On sait le reste. Son sauveur, bien connu de l’entourage sous le nom de Guillaume Apollinaire, pouvait avoir une soixantaine d’années. Il avait gagné la médaille du travail et ses compagnons l’estimaient.

Quand pourrons-nous donner la clé de ce mystère ? On recherche, en vain jusqu’à présent, l’entrepreneur et l’architecte de la maison penchée. L’émotion est considérable.

À Tristan Tzara.

André Bretón.

domingo, 11 de septiembre de 2011

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE




VER O NO VER


“Alrededor del Reichstag se ha estacionado desde primera hora de la mañana una gran muchedumbre. No demasiada, ni demasiado entusiasta. Paciente, eso sí. Estos miles de personas se han plantado en la plaza de la República a las diez de la mañana, es la una, y esperan todavía. En la gran escalinata que da acceso al palacio, unas charangas y unos coros entretienen a la multitud con el “Deutschland, Deutschland über alles”, mientas en el salón de sesiones Müller pronuncia el discurso de conmemoración.
En la sala, muchos chaqués y muchos sombreros de copa. Ya se sabe: cuando en un local de Alemania se ven muchos chaqués y muchos sombreros de copa, es que aquél no es un sitio de buen tono.
Los militantes de la Bandera Alemana –en Alemania hay que decir siempre militantes--, circulan entre la multitud repartiendo banderitas de la República e insignias republicanas. La multitud aguarda pacientemente bajo un solazo que hace agua los sesos de estos alemanes, con el cráneo afeitado y el sombrero en la mano. Ya se han llevado a cinco o seis entusiastas republicanos con síntomas de congestión por el calor cuando termina la sesión, en la que se repetido una vez más que la República ha salvado al Imperio y que la sombra de Bismarck está obligada a sentir ciertas veleidades republicanas en vista de ello. El presidente Hindenburg sale del Reichstag acompañado de los miembros del Gobierno y de una gran masa de diputados, pero inmediatamente detrás de él forma una muralla la guardia de Seguridad. La multitud lanza los tres “hoch, hoch, hoch” reglamentarios y agita las banderitas republicanas un poco más entusiasmada ante la presencia del viejo caudillo.
El presidente pasa revista a las tropas que han acudido a rendirle honores. Pero la revista que el presidente Hindenburg pasa a los soldados no se parece a la revista de ningún otro presidente. Hindemburg, a medida que los soldados de la República desfilan ante él, les cuenta los botones de la guerrera, mide la inclinación de los fusiles y advierte el rumor de una pisada un cuarto de segundo más adelantada o retrasada que las otras. Es fatal. El viejo no puede haber olvidado tan pronto su oficio.
Esta de la conmemoración de la constitución de Weimar se aspiraba a que fuese la gran fiesta cívica de Alemania. Poco a poco se van consiguiendo. Cada año, el aspecto de Berlín, el de agosto, es más animado. No será nunca el 5 de julio de París, pero ya hay en las calles, el día que se conmemora la República, un alborozo civil que hace unos parecía imposible provocar en Alemania. Algunos alemanes se creen en el caso de disculparse:
--La República está creando poco a poco tantos intereses, da de comer a tanta gente…-- nos dicen como justificación.
A medida que avanza el día y correteo de un lugar para otro en busca de los lugares donde se conmemora la Constitución, deseoso de hallar una sensación neta del sentimiento republicano de los alemanes, voy convenciéndome de que efectivamente, la República tiene ya una fuerza casi indestructible. Sin embargo, el que no es alemán no encontrará esto bastante republicano, desconfiará siempre. Y es que nuestro republicanismo tiene otro tono, otra manera de manifestarse. Por la noche, he asistido a la función celebra en el Teatro de la Ópera. Se han cantado unos salmos, unos himnos y unos trozos de Handel. Magníficos, imponentes, pero para un latino, poco republicanos. El tono de la República alemana a nosotros nos parece demasiado grave, excesivamente profundo y melancólico. Es que no concebimos el fervor y mucho menos el fervor republicano en este tono germánico.
A las diez de la noche se han puesto en marcha, a través de Berlín, las manifestaciones republicanas organizadas ante el edificio del Reichstag. Son cinco o seis, compuesta cada una por diez o doce mil personas, y parten todas, en forma de estrella, desde el Reichstag hacia la periferia de Berlín. El espectáculo de estas manifestaciones e curiosísimo para nosotros
Consisten en el desfile de una serie de agrupaciones adictas a la República, cada una con su bandera y su charanga; en cuanto tienen un pretexto, los miembros de estas agrupaciones se ponen un uniforme, y si no un uniforme completo, algo que lo recuerde. Los manifestantes van de cuatro en cuatro, marcando el paso y guardando las distancias. Llevan hachones encendidos y de tiempo en tiempo los levantan en alto rítmicamente, mientras vitorean a la República.
Las gentes que componen estos cuadros de manifestantes, en todo idénticos a los pelotones de una tropa cualquiera, son emocionantes. Todo el que tiene vivo el sentimiento republicano se siente en el deber de manifestarlo sumándose a esta retreta, y así desfilan unidos a su grupo correspondiente los tipos más extraños. Una viejecita con su cofia grotesca, que va pegando saltitos para seguir el compás de las piernas fuertes de los tres mocetones que le han tocado en su fila; un padre de familia con su esposa y sus vástagos, un novio, con el brazo cruzado por el talle de su novia; un paralítico, en su carricoche; cojos terribles, que desafían el ridículo de su cojera entre las filas marciales ante el íntimo deber de contribuir a la manifestación… Es sencillamente emocionante.
Durante todo el trayecto, las charangas, dirigidas por el pomposo bastón de borlas del tambor mayor, van tocando sus marchas germánicas; tocan también, incansables, las bandas de música, formadas por pacíficos burgueses de vida sedentaria, que sobre el tambor de su barriga se cuelgan otro patriótico tambor, y cantan sus himnos todas las agrupaciones.
Las masas de manifestantes toman de pronto un aire procesional solemnísimo al desfilar los estudiantes. Me dicen que es la primera vez que los estudiantes se suman a la conmemoración de la República con una nutrida representación. Muy serios, con sus gorritas absurdas, sus levitas, sus cortes en la cara, sus pantalones blancos y sus botas altas de montar provistas de espuelas, los estudiantes de Berlín se han adherido, al fin, de un modo brillante a la República, y no sin cierto airecillo arisco, desfilan bajo sus enormes banderas altas como mástiles de navío. Esta mascarada grotesca de los estudiantes alemanes es seguramente muy pintoresca pero poco simpática.
Y así, media hora, una hora… los millares de personas que el último año han figurado en las manifestaciones republicanas ha superado en el doble a la de los años anteriores. En las calles habrá, además, muchos miles de personas que, seguramente, habían salido un poco escépticas todavía, y al volver a sus casas habrán ido pensando que fatalmente Alemania es ya republicana.
Pero, en fin, todavía esto no es el 4 de julio. Ni probablemente lo será nunca.”


Manuel Chaves Nogales.

La vuelta a Europa en avión. 

Editorial Mundo Latino.

viernes, 9 de septiembre de 2011

OBITER DICTUM





Un ímpetu deportivo hace desear a todos los alumnos de las clases de Historia ser españoles del siglo XVI, ingleses del siglo XVIII, franceses de Austerlizt; ese mismo entusiasmo nos hace desear ahora, al menos por unos instantes, ser americanos. ¿Quién no adora la victoria? Y sin embargo…


Paul Morand

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA




      ROSA DE SANATORIO


Bajo la sensación del cloroformo
me hacen temblar con alarido interno,
la luz de acuario de un jardín moderno.
y el amarillo olor del yodoformo.

Cubista, futurista y estridente,
por el caos febril de la modorra
vuela la sensación, que al fin se borra,
verde mosca, zumbándome en la frente.

Pasa mis nervios, con gozoso frío,
el arco de lunático violín;
de un si bemol el transparente pío

tiembla en la luz acuaria del jardín,
y va mi barca por el ancho río
que divide un confín de otro confín.


                      Ramón María del Valle-Inclán

martes, 6 de septiembre de 2011

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE



DE DONCASTER A MANLY


Puerto de Sydney

“En el ferry que nos traía de regreso de Manly, una viejecilla me oyó hablar.
         --¿Usted es inglés, verdad?—preguntó, con acento inglés del norte.—Me doy cuenta de que lo es.
         --Lo soy.
         --Yo también.
         Usaba unas gafas de cristales gruesos, con montura metálica, y un simpático sombrero de fieltro con un atisbo de tul azul sobre el ala.
         --¿Está visitando Sydney?—le pregunté.
         --¡No, por amor de Dios!—respondió.—Resido aquí desde 1946. Vine a vivir con mi hijo, pero sucedió algo muy extraño. Cuando llegó el barco, él había muerto. ¡Imagínese! ¡Yo había vendido me casa de Doncaster, así que pensé que lo mejor sería quedarme! Entonces le pedí a mi segundo hijo que viniera a vivir conmigo. Y el vino… emigró… ¿y sabe una cosa?
         --No.
         --Murió. Tuvo un ataque al corazón, y murió.
         --Es horrible—comenté.
         --Había tenido un tercer hijo—prosiguió.—Había sido mi favorito, pero había muerto en la guerra, en Dunkerque, ¿sabe? Era muy valiente. Su oficial me envió una carta. ¡Muy valiente, eso era! Estaba en cubierta… cubierto de petróleo inflamado… y se arrojo al mar. ¡Ay! ¡Era una masa de fuego viviente!
         --¡Pero eso es horrible!
         Pero hoy tenemos un día hermoso—comentó sonriendo.-- ¿no le parece un día hermoso?
         Era un día soleado con nubes blancas y altas y una brisa que soplaba desde el océano. Algunos yates enfilaban a bandazos hacia The Heads, y otros yates navegaban con la vela balón izada. El viejo ferry cabalgaba sobre las cabrillas rumbo al teatro de la ópera y el puente.
         --¡Y se está tan bien en Manly!—exclamó. –Me encantaba ir a Manly con mi hijo… ¡antes de que muriera! Pero hace veinte años que no voy.
         --Sin embargo, está muy cerca—dije.
         --Es que no he salido de casa durante dieciséis años. Estaba ciega. Tenía cataratas y no veía nada. El cirujano dijo que eran incurables, así que me quedé encerrada. ¡Imagínese! ¡Dieciséis años en tinieblas! Hasta que la otra semana me visitó una simpática asistenta social y me dijo: “Será mejor que se haga examinar esas cataratas”. ¡Y véame ahora!
         Espié a través de sus gafas un par de titilantes –ésta es la palabra para definirlos--, de titilantes ojos azules.
         --Me llevaron al hospital—continuó. --¡Y me extirparon las cataratas! ¿No le parece estupendo? ¡Puedo ver!
         Sí—asentí. –Es maravilloso.
         --Es la primera vez que salgo sola—confesó. –No se lo conté a nadie. Me dije, a la hora del desayuno: “Es un día hermoso. Cogeré el autobús hasta el muelle circular, e iré en ferry a Manly… tal como lo hacíamos en los viejos tiempos”. Pedí pescado para el almuerzo. ¡Oh, fue divino!—Encorvó los hombros con aire de picardía y dejó escapar una risita. --¿Cuántos años calcula que tengo?—inquirió.
         --No lo sé—respondí. –Deje que la mire. Yo diría que tiene ochenta.
         --No, no, no—exclamó riendo. –Tengo noventa y tres… ¡y puedo ver!”


Bruce Chatwin. Los trazos de la canción. Muchnik Editores.

lunes, 5 de septiembre de 2011

OBITER DICTUM





“Para los hindúes estamos en lo que ellos llaman el Kali Yuga, la época de la destrucción. Es un movimiento irremediable. Una vez más, Siva ha ganado. No es una sorpresa, porque Siva gana siempre. Al final del último de los yuga, que forman un ciclo, todo desaparece. El mundo que conocemos va a desaparecer, pero no será su primera desaparición. Es inútil tratar de oponerse a esta destrucción porque las fuerzas que nos llevan son infinitamente más poderosas que nosotros. La gran dificultad en el Kali Yuga es mantener el dharma, mantener el orden del mundo y la rectitud de nuestras acciones, que están íntimamente ligados en el pensamiento hindú, porque en parte somos responsables de la buena marcha del universo. Si cada uno de nosotros observa su dharma personal, cada cual cumplirá aquello para lo que ha nacido, el universo proseguirá su curso y un día el mundo renacerá. Se trata, entonces, de saber cómo, a pesar de esta perspectiva de destrucción inevitable, podemos seguir manteniendo el dharma.”

Jean-Claude Carrière.

jueves, 1 de septiembre de 2011

ALLÁ EN LAS INDIAS






ALVARADO POR QUAHUTEMALLAN


       “De Utlatlan fue Alvarado a Quahutemallan, donde fue recibido muy bien y hospedado. Estaba siete leguas de allí una ciudad muy grande, y orilla de una laguna, que hacía guerra a Quahutemallan y Utlatlan y a otros pueblos. Alvarado envió allá dos hombres de Quahutemallan a rogarles que no hiciesen mal a sus vecinos, que los tenía por amigos, y a requerirles con su amistad y paz. Ellos, confiados en la fuerza del agua y multitud de canoas que tenían, mataron los mensajeros sin temor ni vergüenza. Él entonces fue allá con ciento cincuenta españoles y otros sesenta de caballo y muchos indios de Quahutemallan, y ni le quisieron recibir ni aun hablar. Caminó cuanto pudo con treinta caballos la orilla de la laguna hacia un peñol, poblado dentro en agua. Vio luego un escuadrón de hombres armados; acometiolo, rompiolo y siguiolo por una estrecha calzada, donde no se podía ir a caballo. Apeáronse todos, y a vueltas de los contrarios entraron en el peñol; llegó luego la otra gente, y en breve tiempo lo ganaron y mataron mucha gente. Los otros se echaron al agua, y a nado pasaron a una isleta. Saquearon las casas y saliéronse a un llano lleno de maizales, donde asentaron real y durmieron aquella noche.
       Otro día entraron en la ciudad, que estaba sin gente. Maravilláronse cómo la habían desamparado siendo tan fuerte, y fue la causa de perder el peñol, que era su fortaleza, y ver que do quiera entraban los españoles. Corrió Alvarado la tierra, prendió ciertos hombres de ella, y envió tres de ellos a los señores a rogarles que viniesen de paz, y serían bien tratados; donde no, que los perseguiría y les talaría sus huertas y labranzas. Respondieron que jamás su tierra había sido hasta entonces sujetada de nadie por fuerza de armas; pero que pues él lo había hecho tan de valiente, ellos querían ser sus amigos; y así, vinieron y le tocaron las manos, y quedaron pacíficos y servidores de españoles.”


Francisco López de Gomara. 
Historia de la conquista de México.