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domingo, 31 de julio de 2011

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE

 




LOS ANFITRIONES Y LA FAROLA


«No muy lejos de donde estaba el enemigo había un maravilloso monasterio con grandes establos. Nuestros hombres, Loen y yo fuimos allí a recogernos. No obstante, al anochecer el enemigo se encontraba tan cerca de nosotros que de haber querido hubiera podido romper las ventanas a tiros. Los monjes eran muy amables. Nos dieron de comer y de beber tanto como quisimos, y estuvimos realmente a gusto. Los caballos fueron desensillados y pudieron descansar por fin de los ochenta kilos de peso que habían soportado a sus espaldas durante tres días y tres noches. En otras palabras que nos acomodamos como si estuviésemos de maniobras y aquel monasterio fuera la casa de un amigo. Tres días más tarde, dicho sea de paso, tuvimos que colgar de una farola a algunos de nuestros anfitriones: no habían sido capaces de resistirse al deseo de tomar parte en la guerra. Pero a decir verdad, aquella noche fueron realmente amables. Luego no desvestimos, nos metimos en camisón en la cama, pusimos un centinela y dejamos que Dios velara nuestro sueño.»


Manfred von Richthofen.

El barón rojo.

Almena Ediciones.


THE END









What is the title of this movie?







 

viernes, 29 de julio de 2011

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA







VUELTA DE PASEO


Asesinado por el cielo.
Entre las formas que van hacia la sierpe
y las formas que buscan el cristal,
dejaré crecer mis cabellos.

Con el árbol de muñones que no canta
y el niño con el blanco rostro de huevo.

Con los animalitos de cabeza rota
y el agua harapienta de los pies secos.

Con todo lo que tiene cansancio sordomudo
y mariposa ahogada en el tintero.

Tropezando con mi rostro distinto cada día.
¡Asesinado por el cielo!

Federico Garcia Lorca

miércoles, 27 de julio de 2011

OBITER DICTUM





1941
7 de octubre

        “Hace cincuenta años, yo desembarcaba en Túnez por primera vez. Todos los niños, en esa época, hablaban francés, y bastante bien. Desde entonces, en cada uno de mis nuevos viajes por Túnez, he podido comprobar penosamente que Francia perdía terreno, y me he enterado de nuevas torpezas cometidas por la administración o por las autoridades, nuevas vejaciones absurdas ejercidas por los colonos sobre los indígenas. Cosechamos hoy el creciente descontento sembrado por tantas estupideces y maldades. Aunque el aspecto de la ciudad haya perdió mucho de su carácter, me siento, aquí, muchos menos en territorio francés que antaño; me siento extranjero, mal visto, ya no tan amado como temido, soportado a duras penas y… provisionalmente.”



André Gide

lunes, 25 de julio de 2011

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE




EJECUCIÓN EN CHICAGO


“Ni el miedo a las justicias sociales,  ni la simpatía  ciega por los que las intentan, debe ganar a los pueblos  en sus crisis, ni al que  las narra. Sólo sirve dignamente a la libertad  el que, a riesgo de ser tomado  por su enemigo, la preserva sin temblar  de los que la comprometen con sus errores. No merece el dictado de defensor de la libertad  quien  excusa sus vicios y crímenes por el temor  mujeril  de parecer tibio en su defensa. Ni merecen  perdón los que, incapaces de domar  el odio y la antipatía que el crimen  inspira,  juzgan los delitos  sociales sin conocer y pesar las causas históricas de que nacieron, ni los impulsos de generosidad que los producen.
En procesión solemne, cubiertos los féretros de flores y los rostros  de sus sectarios de luto,  acaban  de ser llevados a la tumba los cuatro anarquistas que sentenció Chicago a la horca,  y el que por no morir  en ella hizo estallar en su propio cuerpo una bomba  de dinamita oculta  en los rizos espesos  de su cabello  de  joven, su selvoso cabello castaño.
Acusados de autores o cómplices de la muerte espantable  de  uno  de los policías  que  intimó la dispersión del concurso reunido para  protestar contra  la muerte de seis obreros, a manos  de la policía, en el ataque  a la única  fábrica que trabajaba  a pesar de la huelga:  acusados de  haber compuesto y ayudado a lanzar, cuando no lanzado, la bomba  del tamaño de  una  naranja  que  tendió por  tierra las filas delanteras de los policías, dejó a uno muerto, causó después  la muerte  a seis más  y abrió  en otros  cincuenta heridas  graves, el juez, conforme al veredicto del  jurado, condenó a uno de los reos  quince  años de penitenciaría y a pena de horca  a siete.
Jamás,  desde  la guerra  del Sur, desde  los días trágicos en que John  Brown murió como criminal  por intentar solo en Harper's Ferry lo que como  corona de gloria  intentó luego la nación  precipitada por su bravura,  hubo en los Estados Unidos tal clamor  e interés alrededor de un cadalso.
La república entera ha peleado, con rabia semejante a la del lobo, para que los esfuerzos de un abogado  benévolo, una niña enamorada de uno de los presos, y una mestiza de india y español, mujer de otro, solas contra el país iracundo,  no arrebatasen  al cadalso los siete cuerpos  humanos que creía esenciales a su mantenimiento.
Amedrentada  la república por el poder creciente de la casta llana, por el acuerdo  súbito de las masas obreras, contenido sólo ante las rivalidades de sus jefes, por el deslinde próximo  de la población  nacional en las dos clases de privilegiados y descontentos que agitan las sociedades europeas, determinó  valerse por un convenio tácito semejante a la complicidad,  de un crimen  nacido de sus propios delitos tanto  como del fanatismo  de los criminales, para aterrar con el ejemplo de ellos, no a la chusma adolorida que jamás podrá triunfar en un país de razón, sino a las tremendas capas nacientes. El horror natural del hombre libre al crimen,  junto con el acerbo encono  del irlandés despótico que mira a este país como suyo y al alemán y eslavo como su invasor, pusieron de parte de los privilegios, en este proceso que ha sido una batalla, una batalla mal ganada e hipócrita, las simpatías y casi inhumana ayuda de los que padecen de los mismos males, el mismo desamparo, el mismo bestial trabajo, la misma desgarradora miseria cuyo espectáculo constante encendió en los anarquistas de Chicago tal ansia de remediarlos que les embotó el juicio.”

José Martí. Escenas norteamericanas. Biblioteca Ayacucho.

sábado, 23 de julio de 2011

jueves, 21 de julio de 2011

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE




RATAS


“Es evidente que algunos de estos locales albergan muchas, y en los restantes pueden contarse por cientos.
En el de Eslava puede que hoy, mejorado el pavimento de los sótanos donde están los cuartos de los artistas, las hayan extinguido o aminorado; antes de hacer las obras de albañilería se daba el caso que cito al comenzar.
El conserje siempre se proveía de perros ratoneros que andaban listos para darles caza.
Pasajes cómicos hubo innumerables, pues a veces, habiendo visitas en los cuartos, se presentaba una rata panzuda, y desvergonzada, sin miramiento alguno, decidida a aumentar el número de concurrentes, sobresaltando a las señoras, que, dando chillidos se subían sobre los muebles.
¡Un sin número de levitas, pantalones y otras prendas de los cómicos han inutilizado esos roedores!
En mi equipaje conservo patentes muestras de lo que aquí severo.
Entre otras cosas necesarias me royeron unos botitos de charol; las rabilargas se dieron un banquete empezando por los elásticos, de postre consumieron los tirantes, y a falta de entremeses picaron en los chanclos.
También en esos templos de Talia las hay con el articulo los; mas estos causan mayor desesperación, pues  los ratas se  llevan las prendas enteras y … ¡también los relojes!
El año 84, en el coliseo del Pasadizo de San Ginés, el bajo cómico José Escriu tenia a las mamíferas de su cuarto completamente familiarizadas; no le temían; al comer, los días festivos, entre funciones de tardes y noches, lo verificaba rodeado de cuatro ó seis de ellas, con las que compartía su alimento sirviéndoselo con sus manos. ¡Tal era el agasajo con que el actor las mimaba!
--¡Si vieran  ustedes --nos decía-hay una rabícortona, que está monísima comiéndose las miguitas de pan mojadas en  café con  leche!... Otra es rubita; a poder, me la llevaría a casa, ¡es tan dócil! no lo hago pues temo que se me escape.
--¿Y... que tamaño tiene esa hijita de Albión?
--¡Una maravilla! es tan grande como una gata de Angora; ¡claro, la alimento bien!
¡Sin comentarios! no los hacíamos ¿para qué? A Escriu le augurábamos que acabaría sus días en una ratonera.
¡Tanto abundan estos animalitos en los fosos de los escenarios que, repetidas veces se han presentado algunos ejemplares sobre las tablas, a la vista del público.
Recuerdo que, en el teatro Principal de Valencia, al salir los soldados chilenos de: «Los sobrinos», y ya parados en fila, pasó por delante de ella una enorme rata que los de las camisas colgando mataron con los fusiles  a culatazos; el comandante del pelotón con la punta del sable arrastró el cadáver hasta entre bastidores á fin de quitarlo de la vista de los concurrentes.
Al presentarse el general, (el bufo don José Rochel), y en el momento en que se entera que ninguno de aquellos guerreros sabe escribir, les amonestó en vez de con «valientes sinvergüenzas», con: «valientes mata-ratas».
Los de la sala  aplaudieron la ocurrencia.
Uno de los teatros donde se crían más abundantemente es en el Principal de Zaragoza.
Tanto lo ponderaban que, a curiosidad mía, me recomendó el portero del coliseo esperase en la portería cinco minutos luego de terminados los ensayos, y, asomándome al tablado podría convencerme no eran  exageraciones lo que yo había oído referir.
Hice lo que me indicó. Transcurrido el tiempo prescripto me acerqué con sigilo, miré y.... ¡vaya un espectáculo! ¡yo no sé si afirmar que allí podría contárselas por miles! ¡saltaban!  ¡mordíanse recíprocamente! ¡formaban remolinos vertiginosos como si se presentaran en película cinematográfica! ¡qué chillidos daban disputándose los residuos de la comida de los actores que habían almorzado entre cajas!
--¿Por qué no tienen ustedes gatos?-le pregunté al portero.
--¡A pares  se los hemos soltado! y, sabe usted lo que hacen  con ellos? se los meriendan… tocando a poco… pues la mayoría de ellas se quedan sin probar bocado!
Refiriendo yo en el café Inglés, de Madrid, haber visto aquel aquelarre ratonero, me dieron  noticia más sorprendente; no dicha en chunga, no, sino con formalidad y como suceso  ciertísimo.
Los que lo relataron fueron José Cuadrado, apuntador muchos años en el teatro de  Jovellanos, y don Vicente Salazar, representante de empresas en la capital aragonesa.
Actuando en el ya nombrado coliseo de Zaragoza, la compañía de zarzuela del señor Salas, estando de primera tiple Almerinda Soler Di Franco y de consueta Pepe Cuadrado, ocurría que al cantar dicha artista los números del repertorio: una soberbia rata blanca bajaba por el bastidor de la embocadura y se paraba junto a la batería en escucha de la diva
Esto había llamado la atención no solo de los de telón adentro sino también de los de candilejas afuera. Todos respetaban á la rata blanca.
La tiple no se daba cuenta; llena de miedo pedía al apuntador: que la avisase; que le señalara donde se ponía».
Cantando la romanza del tercer acto de: Los diamantes de la corona, Cuadrado le dijo a la Di-Franco: «aquí Almerinda, mire  usted  á su derecha».
La interesada poseída de pavor  y repulsión, sin abandonar las  notas, se hizo atrás y pasó a cantar al lado contrario.
El del agujero al notar que la blanca caminaba hacia él la espantó aventándola con la solfa; el bicho, retrocediendo, se enfiló por donde había bajado; pero al subir a la altura del segundo piso de palcos se mostró  caprichosilla, y, en vez  de desaparecer detrás del bambalinón, se corrió por las molduras del palco proscenio al pasamanos general, y anduvo toda  la herradura de baranda, ocultándose por el lado contrario.
Las damas ocupantes de las localidades por donde pasaba la roedora, no  hacían sino echarse para atrás y con semblantes serios respetar aquella genialidad de la compañera de abono.
¿Saben ustedes por qué?
Por fuerza de preocupación; la blanquita venia haciendo sus apariciones desde bastante tiempo, y había surgido en Zaragoza una leyenda popular, creída por  muchos:
¡Aquella mamífera filarmónica indudablemente tenía dentro de ella el espíritu de alguna famosa tiple!”



Vicente García Valero. Memorias de un comediante. A. San Martín. Editor.

lunes, 18 de julio de 2011

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA






Para no tener miedo nos tocamos
con miedo. Ya se han ido los mayores.
Nos han dejado solos… Buscadores
de amor, ciegos de amor, nos tropezamos.

Este pozo es el mar, y en él fletamos
barcos, jugando todo el santo día.
Madre dijo que no demoraría.
Crédulos, insistentes, la llamamos.

Pero las madres nunca vuelven. Pura
se oscurece la tarde; cobra altura
Tu estrella, madre, y resplandece, y quema.

Aguardemos sin más el desagravio.
Y, mientras anhelante espera el labio,
naufraga hacia la muerte mi poema.

José García Nieto.

viernes, 15 de julio de 2011

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA







REBELDE


Caronte: yo seré un escándalo en tu barca.
Mientras las otras sombras recen, giman o lloren,
y bajo tus miradas de siniestro patriarca
las tímidas y tristes, en bajo acento, oren,

Yo iré como una alondra cantando por el río
y llevaré a tu barca mi perfume salvaje,
e irradiaré en las ondas del arroyo sombrío
como una azul linterna que alumbrara en el viaje.

Por más que tú no quieras, por más guiños siniestros
que me hagan tus dos ojos, en el terror maestros,
Caronte, yo en tu barca seré como un escándalo.

Y extenuada de sombra, de valor y de frío,
cuando quieras dejarme a la orilla del río
me bajarán tus brazos cual conquista de vándalo.


                    Juana de Ibarbourou

miércoles, 13 de julio de 2011

OBITER DICTUM



«Desgraciadamente para España, había otras circunstancias desfavorables en 1931. La lucha política desarrollada en el país exclusivamente sobre la forma de gobierno, monárquica o republicana, creó la falsa ilusión de que la llegada del nuevo régimen iba a resolver por sí sola todos los problemas, no sólo políticos, sino económicos. La realidad es que hacía años que la libertad política había dejado de estar identificada con la forma republicana, ya que existían monarquías donde se respetaban todos los derechos humanos y, en cambio, no pocas repúblicas brutalmente dictatoriales. Sólo el aislamiento y atraso de nuestro país podía explicar que se planteara ese dilema anacrónico. Antes de 1931, habían sucedido ya muchas transformaciones en el mundo. Ya no era la libertad política la única premisa necesaria para el desarrollo de los pueblos. »


Manuel Tagüeña.


lunes, 11 de julio de 2011

OBITER DICTUM




La mayor parte de las personas no actúa de un modo coherente. En determinadas circunstancias una persona actúa inteligentemente, y en otras circunstancias esta misma persona puede comportarse como una incauta. La única excepción importante a la regla la representan las personas estúpidas que, normalmente, muestran la máxima tendencia a una total coherencia en cualquier campo de actuación."


Carlo M. Cipolla.

jueves, 7 de julio de 2011

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE









LOS BAÚLES EN EL DESVÁN


            “En el enjambre gris de hoteles por donde pasó nuestra historia errante, algunos nombres descuellan con el agridulce recuerdo de ciertas horas amargas o de risa, vividas en ellos. ¿Cómo olvidaros, hoteles de la Paix y de France, en Paris; Hotel Jura, en Berna; Hotel de Inglaterra en Milán; Hotel Central, en Buenos Aires; Hotel Pasaje, de la La Habana; Hotel Félix Portland, de New York?
            Da pena, mucha pena, considerar que algún día este existir ambulante forzosamente ha de concluir, y que al retirarnos al hogar donde esperamos acabar nuestra vida, una noche en que nos retiremos tarde de la calle, la persona que rija los destinos de la casa ha de decirnos, acaso con cierta acritud:
            --Tienes que corregirte: aquí no estás en una fonda…
            Lo que equivale a significarnos que allí hay horas de comer y de dormir, y que aquel orden es algo sagrado que no debe alterarse.
            Ya nuestros baúles descansan vacíos en la penumbra de algún desván; “ya no estamos en una fonda”… ¡Es verdad!... ¡Qué lástima, tener que despedirnos de tantas cosas bellas, por ser transitorias!...”


Eduardo Zamacois. 
La alegría de andar
Renacimiento.

martes, 5 de julio de 2011

OBITER DICTUM






«En cuanto a mí, ya que no era lo bastante valiente para suicidarme, la única posibilidad que tenía de sobrevivir consistía en escapar de Polonia. No era necesaria una especial clarividencia para prever el infierno que se avecinaba. Sólo aquellos que vivían totalmente hipnotizados por ridículos eslóganes eran incapaces de ver lo que se nos venía encima. No faltaban demagogos o simplemente necios que incitaban a las masas judías a luchar subiéndose a las barricadas junto a los polacos gentiles, con la promesa de que, tras su victoria sobre el fascismo, aquéllos y éstos se sentirían para siempre hermanos en Polonia»


Isaac Bashevis Singer.

sábado, 2 de julio de 2011

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





EL CANÍBAL AUSTRIACO





“En octubre de 1918, un cabo alemán perdió la vista temporalmente como consecuencia de un ataque británico con gas mostaza, cerca de Comines. Mientras estuvo ingresado en un hospital de Pomerania, la derrota y la revolución asolaron Alemania. Hijo de un oscuro funcionario de aduanas austriaco, de joven había soñado con llegar a ser un gran artista pero, al negársele el acceso a la Academia de Arte de Viena, vivió en la pobreza en esa capital y después en Munich. En ocasiones como pintor de paredes y a menudo como trabajador eventual, sufrió privaciones físicas que hicieron crecer en él un resentimiento violento, aunque oculto, por el éxito que le mundo le había negado. Pero estos infortunios no lo condujeron a las filas comunistas sino que, por una honrosa inversión, le hicieron acariciar todavía más una sensación anormal de lealtad racial y una admiración ferviente y mística por Alemania y el pueblo alemán. Se presentó a filas enguanto estalló la guerra y prestó servicio durante cuatro años en un regimiento bávaro en el frente occidental. Éstos fueron los comienzos de Adolf Hitler.
Durante el invierno de 1918 que pasó en el hospital, ciego e indefenso, su propio fracaso personal pareció fundirse con el desastre de todo el pueblo alemán. El impacto de la derrota, el desmoronamiento de la ley y el orden y el triunfo de los franceses produjeron en este cabo convaleciente una agonía que consumió su ser y que engendró esas fuerzas del espíritu portentosas e inconmensurables que pueden significar la salvación o la condena de la humanidad. La caída de Alemania le parecía inexplicable por procesos naturales. En algún lugar había habido una traición gigantesca y monstruosa. Solitario y encerrado en sí mismo, el humilde soldado reflexionaba y especulaba sobre las posibles causas de la catástrofe, con su escasa experiencia personal como  única guía. En Viena se había relacionado con grupos ultranacionalistas alemanes y había oído hablar de las actividades siniestras y destructivas de una raza de enemigos y explotadores del mundo nórdico: los judíos. Su ira patriótica se fundió con su envidia de los ricos y los triunfadores en un solo odio arrollador.
Cuando finalmente, como a un paciente cualquiera, le dieron el alta del hospital, llevando todavía el uniforme por el que sentía un orgullo casi pueril, ¡qué espectáculo vieron sus ojos recién destapados! ¡Qué temibles son las convulsiones de la derrota! A su alrededor, en un ambiente de desesperación y frenesí, brillaban las peculiaridades de la revolución roja. Los vehículos blindados recorrían como una exhalación las calles de Munich repartiendo panfletos o balas entre los caminantes fugitivos. Sus propios camaradas, con desafiantes brazaletes rojos sobre el uniforme, gritaban eslóganes furiosos contra todo lo que a él le importaba en la vida. Como en un sueño, todo se aclaró de repente. Alemania había sido apuñalada por la espalda y destrozada por los judíos, por los especuladores y los intrigantes que había detrás del frente, por los malditos bolcheviques con su conspiración internacional de intelectuales judíos. Radiante ante él vio su deber: salvar a Alemania de esta calamidad, vengarla y conducir a la raza superior hacia el destino que la aguardaba.
Los oficiales de su regimiento, muy preocupados por el espíritu sedicioso y revolucionario de sus hombres, se sintieron satisfechos al dar con uno, al menos, que parecía comprender la raíz de la situación. El cabo Hitler quería seguir movilizado y encontró empleo como “oficial de educación política” o agente. De esta forma, reunía información sobre motines y propósitos subversivos. Entonces, el oficial de seguridad para el que trabajaba le dijo que asistiera a los mítines de los partidos políticos locales de todo tipo. Una noche de septiembre de 1919 el cabo fue al mitin de Partido de los Trabajadores Alemanes que se celebraba en una cervecería de Munich, donde escuchó decir por primera vez lo que él opinaba en secreto acerca de los judíos, los especuladores, los “criminales de noviembre” que habían empujado a Alemania al abismo. El 16 de septiembre se afilió a este partido y poco después, combinándolo con su trabajo militar, se dedicó a hacerle propaganda. En febrero de 1920 se celebró en Munich el primer mitin masivo del Partido de los Trabajadores Alemanes, en el que destacó el propio Adolf Hitler que esbozó en veinticinco puntos el programa del partido. Se había convertido en político. Había comenzado su campaña de salvación nacional. Fue desmovilizado en abril y se entregó de lleno a la expansión del partido. A mediados del año siguiente había desbancado a los líderes originales y, gracias a su pasión y su genio, obligó al público hipnotiza a aceptar su control personal. Ya era “el führer” Compraron un periódico de poca difusión, el Voelkischer Beobachter, que se convirtió en órgano del partido.”

Winston S. Churchill. La Segunda Guerra Mundial. La Esfera de los Libros.

viernes, 1 de julio de 2011

ALLÁ EN LAS INDIAS




SOBRE EL GOBIERNO DE LOS INDIOS


        “Primeramente en el tiempo antiguo en el Perú no había reino, ni señor a quien todos obedeciesen; mas eran behetrías y comunidades, como lo es hoy día el reino de Chile, y ha sido cuasi todo lo que han conquistado españoles en aquellas Indias Occidentales, excepto el reino de Méjico; para lo cual es de saber que se han hallado tres géneros de gobierno y vida en los indios. El primero y principal y mejor ha sido de reino o monarquía, como fue el de los Ingas y el de Motezuma, aunque éstos eran en mucha parte tiránicos. El segundo es de behetrías o comunidades, donde se gobiernan por consejo de muchos, y son como concejos. Estos en tiempo de guerra eligen un capitán, a quien toda una nación o provincia obedece. En tiempo de paz cada pueblo o congregación se rige por sí, y si tiene algunos principalejos, a quien respeta el vulgo; y cuando mucho, júntanse algunos de éstos en negocios que les parecen de importancia, a ver lo que les conviene.
        El tercer género de gobierno es totalmente bárbaro y son indios sin ley, ni rey, ni asiento, sino que andan a manadas como fieras y salvajes. Cuanto yo he podido comprender, los primeros moradores de estas Indias fueron de este género, como lo son hoy día gran parte de los Brasiles y los Chiriguanás, y Chunchos, y Iscaycingas y Pilcozones, y la mayor parte de algunos principales de ellos, se hizo el otro gobierno de comunidades y behetrías, donde hay alguna más orden y asiento, como son hoy día los de Arauco y Tucapel en Chile, y lo eran en el nuevo reino de Granada los Moscas, y en la Nueva España algunos Otomites; y en todos los tales se halla menos fiereza y más razón.


José de Acosta. Historia natural y moral de las Indias.