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domingo, 6 de junio de 2021

ALLÁ EN LAS INDIAS





NUÑO DE GUZMÁN EN COMPOSTELA DE INDIAS



Pues como Nuño de Guzmán supo por cartas ciertas que le quitaban el cargo de ser presidente a él y a los oidores, e venían otros oidores; como en aquella sazón todavía era presidente el Nuño de Guzmán, allegó todos los más soldados que pudo, así de a caballo como escopeteros y ballesteros, para que fuesen con él a una provincia que se dice Xalisco; y los que no querían ir de grado, apremiábalos que fuesen, o por fuerza, o habían de dar dineros a otros soldados que fuesen en su lugar, y si tenían caballos se los tomaban, y cuando mucho, no les pagaban sino la mitad menos de lo que valían; y los vecinos ricos de México ayudaron con lo que podían, y llevó muchos indios mexicanos cargados y otros de guerra para que le ayudasen, y por los pueblos que pasaba con su fardaje hacíales grandes molestias. Y fue a la provincia de Michoacan, que por allí era su camino, y tenían los naturales de los pueblos de aquella provincia, de los tiempos pasados, mucho oro, e aunque era bajo, porque estaba revuelto con plata, le dieron cantidad dello; y porque el Cazonci que era el mayor cacique de aquella provincia, que así se llamaba, no le dio tanto oro como le demandaba el Nuño de Guzmán, le atormentó y le quemó los pies, y porque le demandaba indios e indias para su servicio, y por otras trancanillas que se le levantaron al pobre cacique, lo ahorcó, que fue una de las más malas y feas cosas que presidente ni otras personas podían hacer, y todos los que iban en su compañía se lo tuvieron a mal e a crueldad; y llevó de aquella provincia muchos indios cargados hasta donde pobló la ciudad que ahora llaman de Compostela, con harta costa de la hacienda de su majestad y de los vecinos de México, que llevó por fuerza; y porque yo no me hallé en aquesta jornada, se quedará aquí; mas cierto que Cortés ni el Nuño de Guzmán jamás se hubieron bien;…

Bernal Díaz del Castillo.
Historia verdadera de la conquista...

lunes, 28 de enero de 2019

ALLÁ EN LAS INDIAS




HA YA MUCHOS AÑOS QUE PASÓ

        “E comenzamos a subir la sierra puestos en gran concierto, y nuestros amigos apartando los árboles muy grandes e muy gruesos, por donde pasamos con gran trabajo, e hasta hoy en día están algunos dellos fuera del camino. Y subiendo a lo más alto, comenzó a nevar y se cuajó de nieve la tierra, e caminamos la sierra abajo e fuimos a dormir a unas caserías que eran como a manera de aposentos o mesones, donde posaban indios mercaderes, e tuvimos bien de cenar e con gran frío, e pusimos nuestras velas e rondas y escuchas y aun corredores del campo. E a otro día comenzamos a caminar, e a hora de misas mayores llegamos a un pueblo que ya he dicho que se dice Tamanalco, e nos recibieron bien, e de comer no faltó, e como supieron de otros pueblos de nuestra llegada, luego vinieron los de Chalco e se juntaron con los de Tamanalco e Chimaloacán e Mecameca e Acacingo, donde están las canoas, ques puerto dellos, e otros poblezuelos que ya no se me acuerda el nombre dellos. Y todos juntos trujeron un presente de oro y dos cargas de mantas e ocho indias, que valdría el oro sobre ciento y cincuenta pesos, e dijeron: «Malinche: rescibe estos presentes que te damos y tennos de aquí adelante por tus amigos.» Y Cortés lo recibió con grande amor, y se les ofresció que en todo lo que hobiesen menester les ayudaría; y desque los vio juntos dijo al padre de la Merced que les amonestase las cosas tocantes a nuestra santa fe e dejasen sus ídolos, y se les dijo todo lo que solíamos decir en todos los más pueblos por donde habíamos venido, e a todo respondieron que bien dicho estaba, y que lo verían adelante. También se les dio a entender el gran poder del emperador nuestro señor, e que veníamos a deshacer agravios e robos, e que para ello nos envió a estas partes. E como aquello oyeron todos aquellos pueblos que dicho tengo, secretamente, que no lo sintieron los embajadores mejicanos, dan tantas quejas de Montezuma e de sus recaudadores, que les robaban cuanto tenían, y sus mujeres e hijas, si eran hermosas, las forzaban delante dellos y de sus maridos y se las tomaban, e que les hacían trabajar como si fueran esclavos, que les hacían llevar en canoas e por tierra madera de pinos, e piedra, e leña, e maíz e otros muchos servicios de sembrar maizales, y les tomaban sus tierras para servicio de sus ídolos, e otras muchas quejas que, como ha ya muchos años que pasó, no me acuerdo.


Bernal Díaz del Castillo. 
Historia verdadera de la conquista...

miércoles, 11 de mayo de 2016

ALLÁ EN LAS INDIAS




SOBRE CHOLULA
 


“Pasemos ya adelante y digamos que aquestas fueron las grandes crueldades que escribe y nunca acaba de decir el obispo de Chiapa, fray Bartolomé de las Casas, porque afirma que sin causa ninguna, sino por nuestro pasatiempo y porque se nos antojó se hizo aquel castigo, y aun dícelo de arte en su libro a quien no lo vio ni lo sabe, que les hará creer ques ansí aquello e otras crueldades que escribe, siendo todo al revés, que no pasó como lo escribe. Miren los religiosos de la orden de señor Santo Domingo lo que leen en el libro en lo que ha escrito, y hallarán ser muy contrario lo uno de los otro. Y también quiero decir que unos buenos religiosos franciscos, que fueron los primeros frailes que su Su Majestad envió a esta Nueva España, después de ganado Méjico, según adelante diré, fueron a Cholula para saber e inquirir cómo y de qué manera pasó aquel castigo, y por qué causa, e la pesquisa que hicieron fue con los mesmos papas e viejos de aquella ciudad, y después de bien informados dellos mismos, hallaron ser ni más ni menos que en esta relación escribo, y no como lo dice el obispo.”


Bernal Díaz del Castillo. 
Historia verdadera de la conquista...

miércoles, 9 de septiembre de 2015

ALLÁ EN LAS INDIAS






EL AGUILAR Y EL GUERRERO


Y él dijo, aunque no bien pronunciado, que se decía Jerónimo de Aguilar, y que era natural de Écija, y que tenía órdenes de Evangelio, que había ocho años que se había perdido él y otros quince hombres y dos mujeres que iban desde el Darién a las isla de Santo Domingo, cuando hobo diferencias y pleitos de un Enciso y Valdivia, y dijo que llevaban diez mil pesos de oro y los procesos de los unos contra los otros, y que el navío en que iban dio en los Alacranes, que no pudo navegar, y que en el batel del mismo navío se metieron él y sus compañeros y dos mujeres, creyendo tornar la isla de Cuba o a Jamaica, y que los calachiones de aquella comarca los repartieron entre sí, e que habían sacrificado a los ídolos muchos de sus compañeros, y dellos se habían muerto de dolencia, y las mujeres que poco tiempo pasado había que de trabajo también se murieron, porque las hacían moler; e que a él que tenían para sacrificar, y una noche se huyó y se fue aquel cacique con quien estaba; ya no habían quedado de todos sino él e un Gonzalo Guerrero. Y dijo que le fue a llamar y no quiso venir, y dio muchas gracias a dios por todo. Y le dijo Cortés que del sería bien mirado y gratificado, y le pregunto por la tierra y pueblos. Y el Aguilar dijo que, como le tenían esclavo, que no sabía sino servir de traer leña y agua y en cavar los maizales, que no había salido sino hasta cuatro leguas, que le llevaron con una carga, y que no la pudo llevar e cayó malo dello; e que ha entendido que hay muchos pueblos. Y luego le preguntó por el Gonzalo Guerrero. Y dijo questaba casado y tenía tres hijos, e que tenía labrada la cara y horadas las orejas y el bozo de abajo, y que era hombre de la mar, de Palos, y que los indios le tienen por esforzado; e que había poco más de un año que cuando vinieron a la punta de Cotoche un capitán con tres navíos (parece ser que fueron cuando venimos los de Francisco Hernández de Córdova) que él fue inventor que nos diesen la guerra que nos dieron, a que vino él allí juntamente con un cacique de un gran pueblo, según he ya dicho en lo de Francisco Hernández de Córdova. Y después que Cortés lo oyó dijo: «En verdad que le querría haber a los manos, porque jamás será bueno.» Y dejallo he y diré cómo los caciques de Cozumel, desque vieron al Aguilar que hablaba su lengua, le daban muy bien de comer, y el Aguilar les aconsejaba que siempre tuviesen acato y reverencia a la santa imagen de Nuestra Señora y la cruz, y que conoscerían que por ello les venía mucho bien, y los caciques, por consejo de Aguilar, demandaron una carta de favor a Cortés para que si viniesen aquel puerto otros españoles, que fuesen bien tratados y no les hiciesen agravios; la cual carta luego se la dio, y después de despedidos con muchos halagos y ofrescimientos, nos hicimos a la vela para el río de Grijalba. Y desta manera que he dicho se hubo Aguilar, y no de otra como lo escribe el coronista Gomara, y no me maravillo, pues lo que dice es por nuevas. Y volvamos a nuestra relación.


Bernal Díaz del Castillo. 
Historia verdadera de la conquista...

sábado, 9 de marzo de 2013

ALLÁ EN LAS INDIAS





LOS TOTONACAS


Después de bien considerada la partida para Méjico, tomamos consejo sobre el camino que habíamos de llevar, y fue acordado por los principales de Cempoal quel mejor y más conviniente camino era por la provincia de Tascala, porque eran sus amigos, y mortales enemigos de mejicanos. Y ya tenían aparejados cuarenta principales y todos hombres de guerra, que fueron con nosotros y nos ayudaron mucho en aquella jornada, y más nos dieron cocientes tamemes para llevar el artillería, que para nosotros, los pobres soldados, no había menester ninguno, porque en aquel tiempo no teníamos qué llevar, porque nuestras armas, ansí lanzas como escopetas y ballestas y rodelas y todo otro género dellas, con ellas dormíamos e caminábamos y calzados nuestros alpargatos, que era nuestro calzado, y, como he dicho, siempre muy apercibidos para pelear. Y partimos de Cempoal de mediado el mes de agosto de mill e quinientos y diez y nueve años, y siempre con muy buena orden, y los corredores del campo y ciertos soldados muy sueltos delante. Y la primera jornada fuemos a un pueblo que se dice Jalapa, y desde allí a Socochima, y estaba bien fuerte y mala entrada, y en él había muchas parras de uva de la tierra; y en estos pueblos se les dijo con doña Marina y Jerónimo de Aguilar, nuestras lenguas, todas las cosas tocantes a nuestra santa fe, y cómo éramos vasallos del emperador don Carlos, e que nos envió para quitar que no haya más sacrificios de hombres, ni se robasen unos a otros, y se les declaró muchas cosas que se convenían decir. Y como eran amigos de los de Cempoal y no tributaban a Montezuma, hallábamos en ellos buena voluntad y nos daban de comer. Y se puso en cada pueblo una cruz, y se les declaró lo que significaba, e que la tuviesen en mucha reverencia. Y desde Socochima pasamos unas altas sierras y puerto y llegamos a otro pueblo que se dice Tejutla, e también hallamos en ellos buena voluntad, porque tampoco daban tributo a Méjico, como lo demás. Y desde aquel pueblo acabamos de subir todas las sierras y entramos en el despoblado, donde hacía muy gran frío, y granizo y llovió. Aquella noche tuvimos falta de comida y venía un viento de la sierra nevada, que estaba a un lado, que nos hacía temblar de frío y no teníamos con qué nos abrigar, sino con nuestras armas, sentíamos las heladas como éramos acostumbrados a diferente temple. Y desde allí pasamos a otro puerto, donde hallamos unas caserías y grandes adoratorios de ídolos, que ya he dicho que se dicen cues, y tenían grandes rimeros de leña para el servicio de los ídolos queseaban en aquellos adoratorios, y tampoco tuvimos qué comer, y hacía recio frío. Y desde allí entramos en tierra de un pueblo que se dice Cocotlán, enviamos dos indios de Cempoal a decille al cacique cómo íbamos; que tuviesen por bien nuestra llegada a sus casas. Y era sujeto de Méjico. Y siempre caminábamos muy apercibidos y con gran concierto porque víamos que ya era otra manera de tierra. Y desde que vimos blanquear azoteas y las casas del cacique y los cues y adoratorios, que eran muy altos y encalados, parescían muy bien como algunos pueblos de nuestra España. Y pusímosle nombre Castil Blanco, porque dijeron unos soldados portugueses que parescía la villa de Castel Blanco, de Portugal, y ansí se llama agora. Y como supieron en aquel pueblo por los mensajeros que enviamos cómo íbamos, salió el cacique a recibirnos con otros principales, junto a sus casas; el cual cacique se llamaba Olintecle, y nos llevaron a unos aposentos, y nos dieron de comer poca cosa e de mala voluntad.

Bernal Díaz del Castillo. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.

jueves, 1 de marzo de 2012

ALLÁ EN LAS INDIAS






POR CAMINO EMBARRADO

Ansí como salimos de Cholula con gran concierto, como lo teníamos de costumbre, los corredores de campo a caballo descubriendo la tierra, e peones muy sueltos juntamente con ellos para si algún mal paso o embarazo hobiese ayudasen los unos a los otros, e nuestros tiros muy a punto, e escopeteros e ballesteros e los de a caballo de tres en tres, para que se ayudasen, y todos los más soldados en gran concierto. No sé yo para qué lo traigo a la memoria, sino que en las cosas de la guerra por fuerza hemos de hacer relación dello, para que se vea cuál andábamos, la barba siempre sobre el hombro, e ansí caminando llegamos aquel día a unos ranchos questán en una como serrezuela, ques poblazón de Guaxocingo, que me parece que se dicen los ranchos de Iscalpán, cuatro leguas de Cholula. E allí vinieron luego los caciques y papas de los pueblos de Guaxocingo, questaba cerca, e eran amigos e confederados de los tascaltecas, y también vinieron otros poblezuelos questán poblados a las haldas del volcán que confinan con ellos, e trujeron bastimento y un presente de joyas de oro de poca valía, y dijeron a Cortés que rescibiese aquello y no mirase a lo poco que era, sino la voluntad con que se lo daban, y le aconsejaron que no fuese a Méjico, que era una ciudad muy fuerte y de muchos guerreros, y que correríamos mucho peligro, e que mirase que, ya que íbamos, que subido aquel puerto, que había dos caminos muy anchos, y aquel uno iba a un pueblo que se dice Chalco, y el otro a Tamanalco, que era otro pueblo, y entramos subjetos a Méjico; quel un camino estaba muy barrido e limpio para que vamos por él, e que el otro camino le tenían ciego e cortados muchos árboles muy gruesos y grandes pinos por que no puedan ir caballos ni pudiésemos pasar adelante, e que abajado un poco de la sierra, por el camino que tenían limpio, creyendo que había de ir por él, tenían cortados un pedazo de la sierra, e había allí mamparos e albarradas, e que han estado en el paso ciertos escuadrones de mejicanos para nos matar, e que nos aconsejaban que no fuésemos por el que estaba limpio, sino por donde estaban los árboles atravesados, e que ellos nos darán mucha gente que lo desembaracen, e pues que iban con nosotros los tascaltecas, que todos nos quitarían los árboles, e que aquel camino salía Tamanalco. E Cortés les rescibió el presente con mucho amor, y les dijo que les agradescía el aviso que le daban, e con el ayuda de Dios que no dejará de seguir su camino, e que irá por donde le aconsejaban. E luego otro día bien de mañana comenzamos a caminar, e ya hallamos los caminos ni más ni menos que los de Guaxocingo dijeron, e allí reparamos un poco y aun nos dio qué pensar en lo de los escuadrones mejicanos y en la sierra cortada donde estaban las albarradas de que nos avisaron. E Cortés mandó llamar a los embajadores del gran Montezuma que iban en nuestra compañía y le preguntó que cómo estaban aquellos dos caminos de aquella manera: el uno muy limpio e barrido, y el otro lleno de árboles cortados nuevamente. Y respondieron que porque vamos por el limpio, que sale a una ciudad que se dice Chalco, donde nos harán buen rescibimiento, ques de su señor Montezuma, y quel otro camino, que le pusieron aquellos árboles y lo cegaron por que no fuésemos por él, que hay malos pasos e se rodea algo para ir a Méjico, que sale a otro pueblo que no es tan grande como Chalco. Entonces dijo Cortes que quería ir por el que estaba embarrado.


Bernal Díaz del Castillo. 
Historia verdadera de la conquista...

jueves, 10 de marzo de 2011

ALLÁ EN LAS INDIAS






EN COZUMEL


“Cuando tuvo noticia cierta el español questaba en poder de indios que habíamos vuelto a Cozumel con los navíos se alegró en gran manera y dio gracias a Dios, y mucha priesa en se venir y los dos indios que le llevaron a las cartas y rescate a se embarcar en una canoa; y como la pagó bien, en cuentas verdes del rescate que le enviamos, luego la halló alquilada con seis indios remeros con ella; y dan tal priesa en remar, que en espacio de poco tiempo pasaron el golfete que hay de una tierra a la otra, que serían cuatro leguas, sin tener contraste de la mar. Y llegados a la costa de Cozumel, ya que estaban desembarcando, dijeron a Cortés unos soldados que iban a cazar, porque había en aquella isla puercos de la tierra, que había venido una canoa grande allí, junto al pueblo, y que venía de la punta de Cotoche. Y mandó Cortés a Andrés de Tapia y a otros dos soldados que fuesen a ver qué cosa nueva era venir allí junto a nosotros indios sin temor ninguno, con canoas grandes. Y luego fueron y desque los indios que venían en la canoa que traía el Aguilar vieron los españoles, tuvieron temor y queríanse tornar a embarcar e hacer a lo largo con la canoa; y Aguilar les dijo en su lengua que no tuviesen miedo, que eran sus hermanos. Y el Andrés de Tapia, como los vio que eran indios, porque Aguilar ni más ni menos era que indio envió a decir que Cortés con un español que siete indios de Cozumel son los que allí llegaron en la canoa. Y después que hobieron saltado en tierra, el español, mal mascado y peor pronunciado, dijo: «Dios y Santamaría e Sevilla.» Y luego le fue a abrazar el Tapia; y otro soldado de los que habían ido con el Tapia a ver qué cosa era fue a mucha priesa a demandar albricias a Cortés cómo era español el que venía en la canoa, de que todos nos alegramos. Y luego se vino el Tapia con el español adonde estaba Cortés, y antes que llegasen ciertos soldados preguntaban al Tapia: «¿Qués del español?», e aunque iban junto con él, porque le tenían por indio propio, porque de suyo era moreno y tresquilado a manera de indio esclavo, y traía un remo al hombro, una cotara vieja calzada y la otra atada en la cintura, y una manta vieja muy ruin, e un braguero peor, con que cubría sus vergüenzas, y traía atada en la manta un bulto que eran Horas muy viejas. Pues desque Cortés los vio de aquella manera también picó, como los demás soldados, que preguntó al Tapia que qué era del español; y el español como le entendió, se puso en cuclillas, como hacen los indios, e dijo: «Yo soy.» Y luego le mandó dar de vestir camisa y jubón y zaragüelles y caperuza y alparagatos, que otros vestidos no había, y le pregunto de su vida, y cómo se llamaba, y cuando vino aquella tierra.”


Bernal Díaz del Castillo. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.