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miércoles, 22 de febrero de 2017

OBITER DICTUM






“Si es fácil atravesar la India rápidamente, de un extremo a otro, solo y sin temor mientras se está en las provincias inglesas, y siguiendo las grandes vías militares, ofrece mucha dificultad viajar lentamente cuando se pasa por poblaciones que, sin ser francamente hostiles, miran siempre al extranjero con desconfianza.”


Louis Rousselet.

lunes, 18 de abril de 2016

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





MOHARUM


         “No es extraño encontrar en estas razas convertidas al islamismo muchas supersticiones de su culto primitivo. A pesar de los sentimientos rigurosamente iconoclastas de su religión, se observa la afición natural que tienen los mahometanos de la India a las estatuas y ornamentos emblemáticos en sus fiestas públicas, donde no es raro verlos figurar a centenares. Para la festividad del Moharum, que se celebra a principios de su año, fabrican templos de papel dorado, o de metal precioso, los cuales se asemejan más o menos a las tumbas de los imanes, y después de pasearlos triunfalmente por la ciudad, los arrojan al mar. Al proceder así practican, sin sospecharlo siquiera, la misma ceremonia que aquella con que sus abuelos, indos ortodoxos, celebraban el día de Año Nuevo, ofreciendo a la tierra un diezmo de sus bienes. Esos templos o tabouts están rodeados de estatuas de hadas, de caballos y de monstruos, que inspiran la más profunda repugnancia a los mahometanos rígidos, siendo la causa de frecuentes tumultos.”


Louis Rousselet. Viaje a la India de los Rajas. Anjana Ediciones.

lunes, 17 de agosto de 2015

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE




NAGA PANCHAMI


       “Allí están alineados dos o trescientos sapwallahs o encantadores de serpientes, cada uno de los cuales tiene ante sí una cesta en la cual se agitan unos veinte reptiles de la especie cobra-capello. Los piadosos indos llevan cuernos o grandes tazones llenos de leche, al que son muy aficionados estos animales; y bien pronto está rodeado por un círculo de cobras, que con la cabeza sumergida en el líquido, permanecen completamente inmóviles; el encantador retira de vez cuando a una para que otra ocupe su puesto, y es curioso observar entonces el furor del reptil, que se infla y golpea todo cuanto hay a su alrededor. Los curiosos se agolpan en torno de los encantadores; aquellos reptiles, aquellos hombres medio desnudos o cubiertos de oropeles que juegan con los reptiles sin temor algunos, producen un efecto muy original. La ceremonia dura todo el día; dos o tres mil cobras se han hartado de beber leche; a la mañana siguiente, los encantadores abandonan la isla, y al llegar al bosque, sueltan caritativamente su colección de reptiles, que se diseminan en todas direcciones.”


Louis Rousselet. Viaje a la India de los Rajas. Anjana Ediciones.

sábado, 5 de abril de 2014

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE



DURBAR I


       “A eso de las dos comienza la marcha: según las reglas de la etiqueta, el más elevado en rango debe llegar el último, y por consiguiente avanzan en primer término los feudatarios del rajá británico, siguiendo los príncipes soberanos en razón inversa a su importancia. Desde el pórtico veo perfectamente el desfile, que es la parte más notable de la ceremonia; cada sowari penetra a su vez en la gran avenida; las tropas inglesas presentan las armas; resuena el estampido de los cañones; el elefante real se arrodilla a la puerta del Chamiana, y el maestro de ceremonias da la mano al rajá para conducirle a su trono.
        Los cortejos se suceden sin interrupción con una magnificencia ascendente, desde el del principillo Bundela de Alipoura hasta el del alto y poderosos señor de Gwalior. Por último se sientan todos, los reyes indos a la derecha del trono, con sus nobles y ministros detrás; y a la izquierda los gobernadores generales y oficiales ingleses, cuyos brillantes uniformes parecen pobres y ridículos frente al lujo asiático.
        Pasados algunos momentos, los tchoubdars, vestidos de rojo, y empuñando sus largos bastones dorados, anuncian la llegada del virrey; se levanta la asamblea; sir John Lawrence, de gran uniforme y descubierta la cabeza, atraviesa lentamente la sala y franquea las gradas del trono, mientras resuenan las salvas de artillería, mezclándose con los dulces acordes del himno real: «Dios salve a la Reina.»
        A una señal vuelven a sentarse todos, y el secretario del Estado proclama la apertura del Durbar, comenzando acto continuo la larga ceremonia del Nuzzur. Cada rajá, seguido de su dewan y del primer thakur de sus Estados, avanza hacia el trono, e inclinándose ligeramente ante el virrey, le presenta una moneda de oro, que éste no hace más que tocar; la moneda representa una cantidad bastante considerable, que varía según el rango del rajá, y que debe ser entregada a las autoridades inglesas después del Durbar.
        Mientras se efectúa esta ceremonia, que no dura menos de una hora, pasamos rápidamente revista a los príncipes que asisten al Durbar.
        El primero, a la derecha del trono, es Scindia, Maha-Rajá de Gwalior, representa en el Durbar a esos terribles maharatas que durante un siglo recorrieron la India a sangre y fuego y derribaron el imperio mogol, preparando con sus actos vandálicos la conquista británica: su único rival en poderío y altivez es el rey maharata de Baroda, que ya conocen mis lectores: Scindia viste con cierta sencillez; lleva un ropaje de brocado, sin más adorno que algunos diamantes en el pecho, y cubre su cabeza un turbante de alas levantadas, que le comunica cierta remota semejanza con el aspecto de Enrique VIII; la expresión de semblante es feroz, y siempre tiene las cejas fruncidas.
        A la izquierda del virrey no hay más que un rajá, que es nuestro amigo Ram Sing, Maha-Rajá de Jeypore; cubre su cabeza un turbante de pedrerías, y viste el manto de la Estrella de la India. Así él, como el Maha-Rajá de Judpore, sentados junto a Scindia, son los representantes de la raza solar, descendientes del dios Rana; no son inferiores en nobleza sino al Rana de Udeypur. Estos dos rajputs se consideran como iguales en rango, y para zanjar la grave cuestión de precedencia, está Jeypore a la izquierda, y Judpore a la derecha.
        Después de los personajes que acabamos de citar, se presenta la reina Begaum de Bhopal, la soberana mahometana más importante del Rajastán; es una mujer de unos cincuenta años, de tipo enérgico y varonil, como lo es también su traje; lleva pantalón ceñido de paño de oro, y una chaquetilla de seda, engalanada con varias condecoraciones. Entre los nobles que están sentados detrás de ella, se observa a la reina viuda Quodsia Begaum, y a una anciana señora con traje indio, a quien el maestro de ceremonias llama Isabel de Borbón…
        Cerca de ellas se ve al Maha-Rao Rajá de Kotah, y al rajá de Kishengurh, ambos rajputs, que visten el antiguo ropaje de muselina estampada.
        El Maha-Rao de Kerowly, el joven rajá jata de Bhurtpore, y el Maha-Rao de Ulwur, constituyen un grupo resplandeciente de joyas. Sheodan Sing viste una larga túnica de terciopelo negro, sobre la cual resalta un río de diamantes; junto a él está sentado el antiguo bandolero pindari, el Nawab de Tonk, que sólo lleva una hopalanda de seda, sin el menor adorno; más lejos se halla el rajá de Dholepore, venerable anciano de largas patillas teñidas de rojo, que ha venido al Durbar como a una batalla, todo cubierto de hierro; y sigue después una larga línea de príncipes, bundelas y rajputs, luciendo todos los trajes de lo más pintorescos. Después de estos príncipes, que son todos soberanos, se hallan los seis Mirzas, individuos de la ex familia imperial de Delhi; estos descendientes da Akber, vestidos con la mayor riqueza, y adornados con la toca de los príncipes de sangre, llenan humildemente a doblar la rodilla ante el virrey inglés, de quien son los súbditos. Los últimos que se presentan son feudatarios directos de la corona inglesa, zeminndars, rajás y yaghirdars, algunos de los cuales, así como el rajá de Burdwan, poseen provincias enteras y rentas enormes.”


Louis Rousselet. Viaje a la India de los Rajas. Anjana Ediciones.

sábado, 31 de agosto de 2013

OBITER DICTUM





“Bassein fue una de las más florecientes colonias lusitanas: el gran Alburquerque está sepultado allí; pero su tumba ha quedado ya oculta bajo los espinos y los bejucos. Las colinas que hay alrededor de Bassein están superpuestas de fortalezas, de castillos y de conventos, muchos de ellos ruinosos. En numerosos pueblos del país es todavía importante el elemento portugués.”


Louis Rousselet.

domingo, 11 de marzo de 2012

OBITER DICTUM






      “En una de estas visitas oficiales sobrevino un incidente que caracteriza muy bien el rigor de la etiqueta inda y merece ser notado. Se hallaba el virrey en casa del Maharajá de Jutpore, y como faltaba tema de conversación, preguntó aquél al príncipe si tenía varios hijos; pero el anciano rajput, considerando aquella pregunta tan sencilla como una inconveniencia, no contestó. La costumbre inda exige, en efecto, que no se hable de la familia en los actos oficiales. Para salir del apuro, el ministro indio se aventuró a decir que el rey tenía veintidós hijos; pero al oírlo el rajá, exclamó con acento de cólera: «¡Más de ciento!» El ministro debió explicar entonces, que por respeto no había hecho mención sino de los hijos legítimos, y que el número total pasaba efectivamente de ciento. Este detalle basta para que se comprenda hasta qué punto se deben conocer las costumbres para ser buen diplomático en la India.”


Louis Rousselet