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domingo, 6 de octubre de 2024

OBITER DICTUM




«El fuego se volvió más intenso y nos obligó a echarnos cuerpo a tierra. Tratamos de sacarles de su error agitando nuestros cascos y pañuelos, pero fue inútil. No teníamos cobertura cerca, y las balas de fusil caían en la hierba a pocos centímetros. Pegamos nuestros cuerpos contra el suelo y nos resignamos a ser acribillados por nuestra propia gente, por segunda vez en el curso de unas pocas horas. Los segundos parecieron una eternidad; y podía oír a mis hombres refunfuñar cuando las balas pasaban silbando sobre nosotros. Rezamos para que llegase la oscuridad ya que su amparo nos ofrecía nuestra única oportunidad de salvación.»



Erwin Rommel.


domingo, 23 de julio de 2023

OBITER DICTUM

 



«Bleid ofrecía un espectáculo terrible. Entre las ruinas humeantes yacían muertos soldados, civiles y animales. Se dijo a las tropas que los oponentes del Quinto Ejército alemán habían sido derrotados en toda la línea y se batían en retirada; y sin embargo, al conseguir nuestra primera victoria, nuestro éxito quedó considerablemente atenuado por el pesar por la pérdida de nuestros camaradas. Marchamos hacia el sur, pero nuestro avance era detenido frecuentemente, ya que en la distancia veíamos columnas enemigas en marcha. Baterías del 49.º Regimiento de Artillería se adelantaban al trote y entraban en posición a la derecha de la carretera general. Para cuando oíamos sus primeros disparos, las columnas enemigas habían desaparecido en la distancia.»



Erwin Rommel.



domingo, 4 de diciembre de 2022

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE


 


EL PRIMER MUERTO



«Cuatro de nosotros bastaríamos para manejar aquella situación. Informé rápidamente a mis hombres de mi intención de abrir fuego. Quitamos silenciosamente los seguros, salimos de un salto de detrás del edificio, y, permaneciendo en pie, abrimos fuego sobre el enemigo cercano. Algunos resultaron muertos o heridos en el acto, pero la mayoría se cubrió detrás de escaleras, muretes de huertos y montones de leña y respondieron a nuestro fuego. Así, a muy corta distancia, se trabó un tiroteo muy intenso. Yo estaba de pie apuntando junto a un montón de leña. Mi adversario estaba veinte metros delante de mí, bien cubierto, tras las escaleras de una casa. Sólo parte de su cabeza era visible. Ambos apuntamos y disparamos casi al mismo tiempo y fallamos. Su disparo falló mi oreja por poco. Tenía que cargar rápido, apuntar con calma y rapidez, y mantener mi puntería. Esto no era fácil a veinte metros con las alzas graduadas a 400 metros, especialmente cuando no habíamos practicado este tipo de tiro en tiempo de paz. Mi fusil restalló; la cabeza del enemigo se desplomó sobre el escalón. Aún quedaban unos diez franceses contra nosotros, unos pocos estaban completamente a cubierto. Señalé a mis hombres que cargasen sobre ellos. Con un alarido acometimos calle del pueblo abajo. En ese momento aparecieron súbitamente franceses por todas las puertas y ventanas y abrieron fuego. Su superioridad era demasiada; nos replegamos tan rápido como habíamos avanzado y llegamos sin pérdidas hasta el seto donde nuestra sección se estaba preparando para venir en nuestra ayuda.»



Erwin Rommel.

La infantería al ataque.

Editorial Tempus.

sábado, 6 de noviembre de 2021

OBITER DICTUM

 



«Incluso la marcha de aproximación y la preparación para el ataque en Tolmein exigieron mucho de las tropas. En agotadoras marchas nocturnas, habitualmente lloviendo a cántaros, se cruzaron las montañas Karawanken, una distancia total a vuelo de pájaro de cien kilómetros. Por el día las tropas esperaban escondidas de la aviación enemiga en abrigos muy limitados. Las raciones eran parcas y monótonas, pero a pesar de todo esto, la moral era alta. En tres años de guerra las tropas habían aprendido a soportar penurias sin perder su entereza.»


Erwin Rommel.

viernes, 10 de abril de 2020

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE




A CARA O CRUZ



«Estábamos a unos mil metros de Gagesti cuando algo entró en la carretera por delante de mi caballo. Levanté la vista y quedé más que sorprendido de ver a una escuadra de exploradores rumana de unos quince hombres con bayonetas caladas justo delante nuestro. Era demasiado tarde para dar la vuelta y escapar al galope, ya que cualquier indicio de un pretendido intento de huída me hubiese supuesto un par de balas. Me decidí rápidamente; avancé trotando hacia la escuadra de exploradores sin cambiar de paso, les saludé de manera amistosa, les di a entender que debían desarmarse, que eran prisioneros, y que debían ponerse en marcha hacia la iglesia en Gagesti, donde cuatrocientos de sus camaradas estaban reunidos. Dudo mucho que alguno de los rumanos entendiese mis palabras. Pero mi donaire y tono de voz calmado y amistoso tuvieron un efecto persuasivo. Los quince hombres dejaron sus armas sobre la carretera y se alejaron a través de los campos en la dirección indicada. Continué mi paseo otros cien metros y después galopé de vuelta a mi compañía por el camino más corto. Probablemente no hubiera encontrado adversarios tan simples una segunda vez.»


Erwin Rommel.
La infanteria al ataque.
Editorial Tempus.




viernes, 8 de febrero de 2019

OBITER DICTUM


 

«La parte más dura era decir adiós a los compañeros que eran llevados a retaguardia muertos o gravemente heridos. Nunca se me olvidará aquel soldado cuya pierna había sido amputada por un mortero de espiga. En una sanguinolenta media tienda, lo llevaban por delante de nosotros bajando por la estrecha trinchera a la puesta del sol. Se me hizo difícil expresar mi emoción al ver a aquel magnifico joven soldado dejarnos de aquel modo, y sólo pude estrechar su mano para darle ánimo. Pero él me dijo: «Mi alférez, esto no es nada. Pronto estaré de vuelta con la compañía incluso si tengo que usar una pierna de madera». El bravo muchacho nunca más volvió a ver salir el sol, ya que murió de camino al hospital. Este concepto del deber era distintivo del espíritu de mi compañía.»



Erwin Rommel.




jueves, 5 de noviembre de 2015

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE

 




ARAÑAR EL SUELO



«Mientras algunos fusileros mantenían un pausado fuego de protección, el resto se enterraba. El tipo de suelo no lo hacía un trabajo fácil, y no dejaban de caernos encima ramas y hojas. Súbitamente escuchamos disparos desde una nueva dirección y a retaguardia. Las balas impactaban a mí alrededor, lanzándome polvo a la cara. El hombre a mi izquierda de repente soltó un gritó y rodó por el suelo gritando de dolor. Le habían atravesado limpiamente de un disparo. Enloquecido de dolor gritaba:



¡Ayuda! ¡Sanitario! ¡Me estoy muriendo desangrado!


Repté hasta el hombre herido, pero ya nada se podía hacer. Su rostro estaba deformado por el dolor y sus manos arañaron el suelo hasta que un espasmo lo sacudió de la cabeza a los pies; así habíamos perdido a otro valeroso soldado.»



Erwin Rommel.

La infantería al ataque.

Editorial Tempus.