«Incluso la marcha de aproximación y la preparación para el ataque en Tolmein exigieron mucho de las tropas. En agotadoras marchas nocturnas, habitualmente lloviendo a cántaros, se cruzaron las montañas Karawanken, una distancia total a vuelo de pájaro de cien kilómetros. Por el día las tropas esperaban escondidas de la aviación enemiga en abrigos muy limitados. Las raciones eran parcas y monótonas, pero a pesar de todo esto, la moral era alta. En tres años de guerra las tropas habían aprendido a soportar penurias sin perder su entereza.»
Erwin Rommel.