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sábado, 30 de enero de 2021

OBITBER DICTUM






Si hay una cosa segura, dentro del presente jeroglífico, es que la madeja solo puede ser desenredada por las bayonetas, los tanques y los aviones. La cantidad de aviones, tanques y bayonetas que los anglosajones pueden desplegar hacia los diferentes campos de batalla depende de la acción de los submarinos, ya que el camino de dichos campos de batalla pasa, sin una sola excepción, por el mar.

Augusto Assía.

martes, 10 de marzo de 2020

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





UN HUEVO EN VEZ DE DOS

Los alemanes hicieron uso copioso de toda la gama de sus proyectiles. Ya a las nueve de la noche los incendios empalidecían la luz de la luna sobre el centro de Londres. A las diez algunos incendios estaban dominados, pero otros levantaban sus llamas hasta las nubes. Aún esta tarde los bomberos seguían trabajando en una de las calles más elegantes de Londres, donde un almacén de ropas hechas y una iglesia no son sino cenizas. El humo, el fragor, los aterradores ecos de la noche estaban todavía suspendidos sobre Londres, cuando en pleno día y a la hora en que los obreros y empleados se dirigen al trabajo, cuatro aviones lograron penetrar hasta el centro de la ciudad, repitiéndose la sinfonía de las bombas y las ametralladoras. Las señales que tras sí ha dejado la tormenta en mi hotel, el tercero al que me he mudado desde que regresé de Irlanda, son la falta de agua esta mañana. Estoy escribiendo la presente información con casco y las cortinas cerradas, porque dos bombas de reloj se han aposentado en los alrededores y pueden estallar de un momento a otro. Los trenes de los suburbios han llegado casi todos con retraso. Sin embargo, la película del tráfico continúa corriendo por Londres y ni siquiera durante las horas en que el ataque era más intenso ayer noche se paralizó totalmente. Los periódicos me esperaban a la puerta esta mañana como siempre y mis zapatos habían sido como siempre lustrados. El desayuno en el hotel sigue siendo el ordinario desayuno inglés, con un huevo en vez de dos.

Augusto Assía.
Cuando yunque, yunque.

Editorial Mercedes.

viernes, 5 de abril de 2019

OBITER DICTUM





El anciano expremier es un tremendo apasionado de la cultura nacional galesa, a cuya revivificación ha contribuido tanto como el que más. Su casa campestre en el condado de Surrey resulta un verdadero relicario de la vieja civilización galesa. Habla siempre en galés con su familia y en galés ha hecho versos que le han valido el título de bardo. Sus versos están con frecuencia imbuidos por un espíritu cívico tan vivo y beligerante que en cualquier otro país se hubieran interpretado como rabiosamente nacionalistas, si no separatistas.


Augusto Assía

miércoles, 27 de septiembre de 2017

OBITER DICTUM






Más que la entrada de Italia en la guerra, a lo que se le concede solo relativa importancia, ha conmovido las fibras sentimentales del inglés medio, aunque parezca mentira, la muerte, en lucha, del primer aviador que ganó el título de «as» en la presente guerra y la más popular figura del ejército británico. Se llamaba J. Kain, pero era conocido por el amistoso apodo de «Cobber», aludiendo a Nueva Zelanda, de donde procedía. Cobber incorporaba a los ojos ingleses todas las virtudes del joven aviador: simple desdén ante la muerte, audacia y tenacidad. Sus hazañas se habían convertido en una leyenda, adornada recientemente por sus amores con una de las más bellas actrices inglesas.


Augusto Assía

lunes, 26 de septiembre de 2011

OBITER DICTUM





Que Tuczek se avenga a hacerle a usted unos zapatos es considerado, dentro del ritual inglés, una distinción tan singular como que le reciban a uno en el palacio de Buckingham, o lord Londonderry le invite a una de sus famosas recepciones en Londonderry House, meca de la sociedad británica. Yo conozco un opulento banquero bilbaíno que, habiendo oído hablar de los zapatos de Tuczek, se presentó en el taller.
—¿En qué puedo servirle?
—Querría que me hiciera usted tres o cuatro pares de zapatos.
—¿De parte de quién viene, señor?
—De parte de nadie. Pero le pago a usted ahora mismo —respondió el banquero, creyendo que el industrial pudiera desconfiar del pago.
—No, por Dios, no es eso —interrumpió enseguida el zapatero, añadiendo en tono de excusa—: es que, ¿sabe usted?, lo siento mucho, pero solo hacemos zapatos para los amigos.


Augusto Assía.