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jueves, 31 de julio de 2025

OBITER DICTUM





«La guerra marca a los hombres para toda la vida. Se olvidan las mujeres, el dinero, la felicidad, y, en cambio, no se olvida nunca la guerra. La guerra lo echa todo a perder, incluso la alegría que vendrá con la victoria. La risa de los hombres que han vivido la guerra tiene algo de desesperada. Por mucho que se diga que ahora conviene aprovecharse de él, el mecanismo ha funcionado excesivamente y está averiado. La risa tiene ya tan poco valor como las lágrimas.»


Guy Sajer.


viernes, 7 de julio de 2023

OBITER DICTUM






«Las manos de los heridos que iban a morir inmediatamente arañaron la tierra quemada una vez más. Caras pétreas, las de los veteranos que creían haberlo visto todo, adquirieron unas expresiones aterradas, suplicantes y perdidas. No muy lejos, detrás de un montón de tuberías, un obús ruso hizo un impacto inesperado, exacto y letal. Once soldados alemanes perecieron juntos, apretados entre sí como niños sorprendidos por una lluvia de otoño y metal al atardecer. El acero ruso cayó en medio de su grupo tembloroso, uniendo sus sus vidas y muertes para siempre, en medio de la nada ucraniana, y de cañerías retorcidas de plomo viejo, en un gran charco de sangre y de restos humanos.»


Guy Sajer.

domingo, 19 de junio de 2022

OBITER DICTUM

 




«Todo prisionero sorprendido desvalijando un cadáver alemán, era pasado inmediatamente por las armas. Ningún pelotón reglamentario se formaba, por lo demás, a este efecto. A bulto, un oficial tumbaba al delincuente de dos o tres tiros de pistola o, a veces, como tuve ocasión de comprobar durante aquella época, se entregaba el prisionero a dos o tres desalmados a los que este cometido era encargado regularmente. Aquellos malvados ataron una vez, ante mis ojos escandalizados, las manos de tres prisioneros a la verja de un portal. Después, una vez inmovilizadas sus víctimas, metieron una granada en uno de los bolsillos de sus capotes, o bien en un ojal, que forzaron con el mango del artefacto. El tiempo de quitar el seguro, y los miserables corrieron a ponerse a salvo, mientras la explosión despanzurraba a los ruskis que, hasta el último momento, imploraban perdón aullando desesperadamente.»


Guy Sajer.


domingo, 10 de septiembre de 2017

OBITER DICTUM


 




«El pequeño Lindberg, aterrorizado desde el principio de la ofensiva y que no había dejado de llorar de miedo o de reír de esperanza, cogió el subfusil de Kraus, agonizante, y empujó a dos bolcheviques hacia un embudo de obús. Los dos infelices, bastante mayores, suplicaron sin parar compasión al muchacho.

Seguiré oyendo mucho tiempo sus:


Pomoch ! Pomoch !


Pero el niño, empujado por su ira incontrolada e incontrolable, disparó sin parar hasta que los dos ejecutados se callaron para siempre.»


Guy Sajer.


miércoles, 28 de diciembre de 2016

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE






TORMENTA SOBRE TEMPELHOF


«Vi, pues, muy claramente los racimos silbantes descender desde siete u ocho mil metros sobre Tempelhof y sobre las nuevas pistas del campo. Vi temblar la llanura bajo aquel machaqueo titánico. Vi abrirse la tierra, volatilizarse las casas, las reservas de carburante del campo de aviación extender sus llamas que abrasaron la tierra en centenares de metros. Vi una barriada de ciento cincuenta mil habitantes desaparecer en una cortina impenetrable de humo. Vi, con los ojos involuntariamente abiertos sobre el seísmo, árboles en grupos de diez elevarse del suelo como plumas tras una explosión espantosa. Oí los aviones en perdición aullar con toda la potencia de sus motores antes de ser destruidos. Vi sus cabriolas, sus explosiones, sus caídas. Vi, entre otros, un Focke Wulf soltar su depósito auxiliar, que cayó a cinco o seis metros de nuestro refugio, rociándonos de gasolina antes de estrellarse en la autopista. Sentí en el rostro el soplo ardiente de las explosiones. Vi también el terror en los ojos de Paula, que se había arrimado a mí. Restos incandescentes surcaban el aire como pájaros de muerte y nos obligaron a hacernos diminutos en el fondo de nuestro agujero.»


Guy Sajer.

El soldado olvidado.

Books4pocket.


sábado, 16 de mayo de 2015

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





NOCHE DE VERANO


«Se oyó un portazo y tuvimos la impresión de estar en una fosa común. Hubo mujeres que comenzaron a sufrir ataques de nervios y que, histéricas, gesticulaban su terror a gritos. Cinco o seis veces volvió a temblar el sótano, sacudido por una amenaza irresistible. Toda la gente, aterrorizada, y yo con ella, se apretaba entre sí, pese a la desagradable sensación de ahogo debida a la insuficiencia de ventilación. Una hora después de haber entrado en él, calmada la galerna explosiva, salí del afortunado refugio para descubrir, al resplandor de decenas de incendios, un paisaje dantesco e irreal. El canal reflejaba en sus aguas súbitamente iluminadas la imagen de una ciudad en llamas que se consumía inevitablemente al lado de sus orillas. Grotescos escombros sembraban, entre dos gigantescas grietas, los restos de una calle limpia, de aceras con bordillo pintado de blanco. Una humareda acre, golosa y asesina elevaba una constelación de pavesas familiares que se perdían en el cielo de una noche de verano infernal. Por todas partes había gente que corría y, como en Magdeburgo, fui requisado inmediatamente para los trabajos de desescombro.»


Guy Sajer.

El soldado olvidado.

Books4pocket.


sábado, 28 de junio de 2014

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE




ENTRE EL POLVO DE UN HOGAR


«En esos momentos, cuando bajo el casco de acero sólo hay una cabeza ausente y vacía con unos ojos que no expresan más que los de un animal que olfatea un peligro de vida o muerte, no hay más que el ritmo de las explosiones más o menos cercanas, violentas, mortales, definitivas, y los gritos de los aterrados o violentos que después serán calificados, según el resultado del combate, de héroes, cobardes o asesinos. Los gritos de los heridos también, de los agonizantes, de los moribundos que todavía gritan contemplando con sus ojos extraviados su propia muerte, los gritos de aquellos a los que el choque de la metralla conmociona antes que a todos los demás y que huyen en todas direcciones aullando como locos ciegos. Hay escenas trágicas, increíbles, que hacen pasar de un sobresalto a otro. Intestinos pegados a la grava ya roja, salpicados de un moribundo a otro. Vehículos llenos de remaches entreabiertos como el vientre de una vaca recién desollada y que arden mugiendo entre las llamas de la noche infernal. Árboles destrozados, ventanas abiertas de las que salen fantasmas de polvo y pasado que dispersan en el olvido permanente lo que fue la vida familiar de un hogar… »


Guy Sajer.

El soldado olvidado.

Books4pocket.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

OBITER DICTUM

 




«Estábamos locos, hostigados, fatigados, aniquilados físicamente, y sólo los nervios tensos hasta el límite nos permitían hacer frente a las alarmas sucesivas. Sólo podíamos hacer prisioneros a nuestro regreso. Sabíamos, además, que los rusos tampoco los hacían. Teníamos sueño y sabíamos que no podríamos dormir mientras quedase un bolchevique con vida en aquellos parajes. O ellos o nosotros. Y fue así como mi camarada Halls, yo y el veterano arrojamos granadas por las ventanas de la casa del pan sobre unos rusos que habían intentado enarbolar bandera blanca.»


Guy Sajer.


martes, 3 de enero de 2012

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





EL VETERANO Y LA SPANDAU


«Apenas podía distinguir nada. La spandau rebotaba sobre sus dos patas y sacudía furiosamente al veterano que rectificaba sin parar su postura. Los aullidos de nuestra arma remataban el enorme estrépito que acababa de desatarse en un instante. A través de las vibraciones y del humo, podíamos presenciar los horribles impactos que hacían nuestros proyectiles entre la tropa aterrorizada de soldados soviéticos en la trinchera, frente a nosotros. Sobre el horizonte lejano, salía el sol lentamente. Lejos, detrás de nosotros, la artillería alemana arrasaba con sus hambrientas bocas de fuego y destrozaba las segundas posiciones enemigas. Sorprendidos, intentaban una defensa desesperada, pero por todas partes los Junge Lowen, como surgidos de la nada, rompían sus oleadas en los atrincheramientos, desintegrando hombres y material. Una lluvia insensata cubría la llanura con una sinfonía de miles de explosiones opacas.»


Guy Sajer.

El soldado olvidado.

Books4pocket.


miércoles, 28 de septiembre de 2011

OBITER DICTUM



 

«Hay, también, otro nombre que debo olvidar. Se 

llamaba Sajer y creo haberselo perdonado».


Guy Mouminoux.

Guy Sajer.