ENTRE
EL POLVO DE UN HOGAR
«En
esos momentos, cuando bajo el casco de acero sólo hay una cabeza
ausente y vacía con unos ojos que no expresan más que los de un
animal que olfatea un peligro de vida o muerte, no hay más que el
ritmo de las explosiones más o menos cercanas, violentas, mortales,
definitivas, y los gritos de los aterrados o violentos que después
serán calificados, según el resultado del combate, de héroes,
cobardes o asesinos. Los gritos de los heridos también, de los
agonizantes, de los moribundos que todavía gritan contemplando con
sus ojos extraviados su propia muerte, los gritos de aquellos a los
que el choque de la metralla conmociona antes que a todos los demás
y que huyen en todas direcciones aullando como locos ciegos. Hay
escenas trágicas, increíbles, que hacen pasar de un sobresalto a
otro. Intestinos pegados a la grava ya roja, salpicados de un
moribundo a otro. Vehículos llenos de remaches entreabiertos como el
vientre de una vaca recién desollada y que arden mugiendo entre las
llamas de la noche infernal. Árboles destrozados, ventanas abiertas
de las que salen fantasmas de polvo y pasado que dispersan en el
olvido permanente lo que fue la vida familiar de un hogar… »
Guy
Sajer.
El
soldado olvidado.
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