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miércoles, 6 de abril de 2022

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA






                      SUEÑO


                                                   Para Abelardo Linares

Anónimo, profundo, varado en la negrura,
un viejo buque yace junto al acantilado.
Un silencio pirata funde su arboladura
con la grandeza inmóvil y triste del pecado.

¿De qué amatista isla o nodriza ternura
descolgó un mudo gajo de horror lo inesperado?
Bajo aquel luto ciego de coral y amargura
surge la pena en vilo de cuerpo ajusticiado.

Y no son malhechores de Cantón o de Riga
los que aflojan el pecho mandíbulas y bocas
que amortaja la luna con cintillos de guerra.

Ahorcados, tallados en las húmedas rocas,
con el puñal del alba cosido en la vejiga,
son marineros lentos de la dulce Inglaterra.

                                             Juan Sierra.

domingo, 12 de febrero de 2017

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA






UN CORTO PASEO

Estos paisajes son de cuando yo ya hubiese muerto
Algunos amigos de mi edad han muerto y no verán estos paisajes
Dios mío yo me aprovecho y los veo los miro antes de morir
Veo este progreso de la ciudad este cielo que se compadece de toda esta juventud
[agobiada por la dictadura del trabajo
bajo la enorme generación de la especie humana
sin rincones de tabernas inglesas con barriles pintados de negro y rojo
sin clima ni horizonte para que sueñen lejanías mis ojos
sin fragatas ni islas desconocidas donde se profundice mi virtud
sin recogimiento de cales que archiven tragedias familiares                      
sin oro de retablo de iglesias pueblerinas que me apartaron de alientos de mujeres

Estos espacios residenciales estos bloques enormes de viviendas con sus pedruscos
[grises exiliados en sus parterres
son fríos a mi recuerdo
Son extraños a mí
son para los jóvenes no para que yo los disfrute
Parece que los estoy mancillando con mi presencia
como si me recreara en los pechos de una tanagra

Yo creo Dios mío que ya ha llegado irremisiblemente
naturalmente
mi hora de morir
Supongo que voy muy retrasado en mi muerte

Juan Sierra.

viernes, 22 de agosto de 2014

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA






                    LA VEJEZ


Aquí estoy sometido al tiempo
altivo por la costumbre del dolo
mi corazón ya herido para siempre


Ningún ángel infantil sostiene mi mano
ningunos ojos compadecen mi firmeza
estoy solo
solo y terrible pero pienso
pienso en recuperar algún día el amor que no supe tener a los que me amaron  
en poder ofrecer alguna vez a mis muertos la nobleza de mi silencio la tortura de mi
   sangre los trabajos de mi esperanza


Aquí estoy al borde del final
ya falta poco para que termine
esta lucha admirativa por la frescura del mundo
esa ráfaga olorosa que iluminaba aquellas noches primaverales de la juventud
ese breve saludo que se cruza entre dos desconocidos
mientras regresan a su barrio después de la jornada 
esta inmensa obligación de permanecer en la vida
esa palabra del hombre que juega suelta en el aire de la Creación 


Cuando todo esto desaparezca
cuando todo termine
envíame señor ese ángel infantil que sostenga mi mano
esa mirada tranquila que compadezca mi firmeza


                                                                                              Juan Sierra.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA




                  EN UN PUEBLECITO DE MILAN
        
Los amigos se habían ido
Y quedé solo en aquel bar al borde de la carreterra
Solo con todo el dolor de mi cuerpo con el peso de mi vida
Había una quietud suprema un silencio extraño y diferente
El silencio como un duelo con la disconformidad inapelable del mundo
Yo estaba en un pueblecito de Milán
Pero no se veía el pueblo
No se divisaba ningún caserío en mucho alrededor
Acaso alguna pequeña fábrica aislada como una prisión en la tierra calurosa de junio
Ella cruzó con el último sol de aquella tarde de verano
Cruzó aquella muchacha la carretera montada en su bicicleta con dos botellas de leche
         colgadas del manillar
¿Quedaría muy lejos el pueblo?
¿Llegaría tarde esta muchacha a su destino?
¿A lo largo de los años se ensangrentaría con la corona de los celos?
Yo seguía inmóvil frente a mi gran copa de coñac en aquel bar solitario al borde del camino
Inmóvil e ignorado por todo el universo
Lenta rueda la bicicleta de la muchacha segura de sus recados
Y lenta rodaba la tarde al aire libre de presagios
Mientras el tiempo se devoraba a si mismo sin consumir nunca la inmensidad de su angustia
Muchacha cruzaste muy despacio por la carretera
Pero también cruzaste muy despacio por la tierra de nadie que atraviesa mi alma
Al final de los siglos recuérdame Señor lo que vivi en ese pueblecito de Milán
Abrázame con aquel momento de dicha misteriosa y amarga
Abrázame con aquella muchacha de la bicicleta con aquel cielo resignado a su color
Abrázame con aquel instante silencioso desierto postrado en lejanías de tristeza insodable


                                                                                                                 Juan Sierra.