EN
UN PUEBLECITO DE MILAN
Los amigos se habían ido
Y quedé solo
en aquel bar al borde de la carreterra
Solo con todo
el dolor de mi cuerpo con el peso de mi vida
Había una
quietud suprema un silencio extraño y diferente
El silencio
como un duelo con la disconformidad inapelable del mundo
Yo estaba en
un pueblecito de Milán
Pero no se
veía el pueblo
No se
divisaba ningún caserío en mucho alrededor
Acaso alguna
pequeña fábrica aislada como una prisión en la tierra calurosa de junio
Ella cruzó
con el último sol de aquella tarde de verano
Cruzó aquella
muchacha la carretera montada en su bicicleta con dos botellas de leche
colgadas del manillar
¿Quedaría muy
lejos el pueblo?
¿Llegaría
tarde esta muchacha a su destino?
¿A lo largo
de los años se ensangrentaría con la corona de los celos?
Yo seguía
inmóvil frente a mi gran copa de coñac en aquel bar solitario al borde del
camino
Inmóvil e
ignorado por todo el universo
Lenta rueda
la bicicleta de la muchacha segura de sus recados
Y lenta
rodaba la tarde al aire libre de presagios
Mientras el
tiempo se devoraba a si mismo sin consumir nunca la inmensidad de su angustia
Muchacha
cruzaste muy despacio por la carretera
Pero también cruzaste
muy despacio por la tierra de nadie que atraviesa mi alma
Al final de
los siglos recuérdame Señor lo que vivi en ese pueblecito de Milán
Abrázame con
aquel momento de dicha misteriosa y amarga
Abrázame con
aquella muchacha de la bicicleta con aquel cielo resignado a su color
Abrázame con
aquel instante silencioso desierto postrado en lejanías de tristeza insodable
Juan Sierra.