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No fui dueño de fundo, ni marino, ni atorrante,
ni contrabandista
o arriero cordillerano,
mi voluntad no tuvo caballos ni mujeres en la edad
madura
y a mi amor lo arrasó la muerte azotándolo con su
aldabón trasnochado,
despedazado e inútil y su huracán oliendo a manzana asesinada.
[…]
Pablo de Rokha.