PANQUEZALIZTHI
“En aquellos días de los meses que arriba quedan
dichos, en uno de ellos que se llamaba Panquezalizthi, que era el catorceno, el
cual era dedicado a los dioses de México, mayormente a dos de ellos que se
decían ser hermanos y dioses de la guerra, poderosos para matar y destruir,
vencer y sujetar; pues en este día, como pascua o fiesta más principal, se
hacían muchos sacrificios de sangre, así de las orejas como de la lengua, que
esto era muy común; otros se sacrificaban de los brazos y pechos y de otras
partes del cuerpo; pero porque en esto de sacarse un poco de sangre para echar
a los ídolos, como quien esparce agua bendita con los dedos, o echar la sangre
en unos papeles y ofrecerlos de las orejas y lengua a todos y en todas partes
era general; pero de las otras partes del cuerpo en cada provincia había su
costumbre; unos de los brazos, otros de los pechos, que en esto de las señales
se conocían de qué provincia eran. Demás de estos y otros sacrificios y
ceremonias, sacrificaban y mataban a muchos de la manera que aquí diré.
Tenían una piedra larga, de una brazada
de largo, y casi palmo y medio de ancho, y un buen palmo de grueso o de
esquina. La mitad de esta piedra estaba hincada en la tierra, arriba en lo alto
encima de las gradas, delante del altar de los ídolos. En esta piedra tendían a
los desventurados de espaldas para los sacrificar, y el pecho muy tenso, porque
los tenían atados los pies y las manos, y el principal sacerdote de los ídolos
o su lugarteniente, que eran los que más ordinariamente sacrificaban, y si
algunas veces había tantos que sacrificar que éstos se cansasen, entraban otros
que estaban ya diestros en el sacrificio, y de presto con una piedra de
pedernal con que sacan lumbre, de esta piedra hecho un navajón como hierro de
lanza, no mucho agudo, porque como es piedra muy recia y salta, no se puede hacer
muy aguda; esto digo porque muchos piensan que eran de aquellas navajas de
piedra negra, que en esta tierra las hay, y sácanlas con el filo tan delgado
como de una navaja, y tan dulcemente corta como navaja, sino que luego saltan
mellas; con aquel cruel navajón, como el pecho estaba tan tenso, con mucha
fuerza abrían al desventurado y de presto sacábanle el corazón, y el oficial de
esta maldad daba con el corazón encima del umbral del altar de parte de fuera,
y allí dejaba hecha una mancha de sangre; y caído el corazón, estaba un poco
bullendo en la tierra, y luego poníanle en una escudilla delante del altar.
Otras veces tomaban el corazón y levantábanle hacia el sol, y a las veces
untaban los labios de los ídolos con la sangre. Los corazones, a las veces los
comían los ministros viejos; otras los enterraban, y luego tomaban el cuerpo y
echábanle por las gradas abajo a rodar; y allegado abajo, si era de los presos
en guerra, el que lo prendió, con sus amigos y parientes llevábanlo, y
aparejaban aquella carne humana con otras comidas, y otro día hacían fiesta y
le comían; y el mismo que le prendió, si tenía con qué lo poder hacer, daba
aquel día a los convidados, mantas; y si el sacrificado era esclavo no le
echaban a rodar, sino abajábanle a brazos, y hacían la misma fiesta y convite
que con el preso en guerra, aunque no tanto con el esclavo; sin otras fiestas y
días de más de muchas ceremonias con que las solemnizaban, como en estotras
fiestas parecerá. Cuanto a los corazones de los que sacrificaban, digo: que en
sacando el corazón a el sacrificado, aquel sacerdote del demonio tomaba el
corazón en la mano, y levantábale como quien le muestra a el sol, y luego
volvía a hacer otro tanto a el ídolo, y poníasele delante en un vaso de palo
pintado, mayor que una escudilla, y en otro vaso cogía la sangre y daban de
ella como a comer a el principal ídolo, untándole los labios, y después a los
otros ídolos y figuras del demonio. En esta fiesta sacrificaban de los tomados
en guerra o esclavos, porque casi siempre eran de éstos los que sacrificaban,
según el pueblo, en unas veinte, en otros treinta, en otros cuarenta, y hasta
cincuenta y sesenta; en México sacrificaban ciento, y de ahí arriba.”
Toribio
de Motolinía.
Historia de los indios de la Nueva España.
Historia de los indios de la Nueva España.