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sábado, 29 de enero de 2022

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA






CANCIÓN PARA UN POETA VIEJO

 

A Vicente Aleixandre

 

Muy cerca de la vida. Así tu hablar.

Llegaste a viejo cual se llega al mar.

Azotado del viento y de los años

fuiste la vida, no sus desengaños.

Tu voz sonaba a viento y caracolas,

viejo de luz, hermano de las olas,

Conocimiento fue tu reposar.

Llegaste a viejo cual se llega al mar.

Llegaste a viejo cual se llega a ser

la luz delgada del amanecer.

La luz delgada del saber callar,

del saber conocer y callar.

Del saber esperar, callar, seguir

hasta las olas del saber vivir.

Hasta las olas del saber amar

profundamente y como es quieto el mar.

Y como es quieto el mar se pone en pie

la insurrección del nunca moriré.

Y así tu ser, escrito en agua y sal

y en viento fue, y en todo lo inmortal.


Carlos Bousoño.


viernes, 14 de junio de 2019

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA





ADOLESCENCIA


Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
--El pie breve,
la luz vencida alegre--.

Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.


Vicente Aleixandre

viernes, 1 de junio de 2018

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA






EN LA MUERTE


Lo último que dijo fue esto: «La vida es un dolor»

Ojos que vi
tan llenos de dolor
en el último día, cuando faltaba poco
para morir,
y desde el lecho
él recordaba triste,
lejos, muy lejos, y un poquito borroso,
cuando con sus amigos,
allá en su niñez,
divirtiéndose mucho,
inmortal aún la vida,
iban al huerto, o al pinar, o al alto
palpitar de la luz.

Correr luego escondiéndose
tras unos matorrales,
un momento,
por que no los llamasen
desde la casa aún.
«Un poco más, un poco
más tan sólo.
La última vez, y ya.»
Y cuando le pusieron
una corona como rey del mundo
el día en que cumplía
siete años de rey,
siete de dueño
de todo, el universo: el aire, el mar.

Respiraba. Fatiga
e imposibilidad. La vida, la corona,
cartón pintado, alegre,
luego el amor, la compañía
honda, felicidad. Años sin duda, y todo fue
un instante tan sólo:
amarga pesadumbre
real.
Y ahora las lágrimas
que no lloró jamás vinieron a sus ojos,
resbalaban despacio
por sus mejillas pálidas,
humedecían la piel,
la boca,
y seguían bajando
cuando estaba ya muerto.
Las lágrimas duraban
más que sus ojos tristes,
más
que su propio dolor.


             Carlos Bousoño

miércoles, 30 de mayo de 2012

Y EL OBOLO BAJO LA LENGUA





                MAR Y NOCHE


   El mar bituminoso aplasta sombras
contra sí mismo. Oquedades de azules
profundos quedan quietas al arco de las ondas.
Voluta ancha de acero quedaría
de súbito forjada si el instante
siguiente no derribase la alta fábrica.
Tumultos, cataclismos de volúmenes
irrumpen de lo alto a la ancha base,
que se deshace ronca,
tragadora de sí y del tiempo, contra el aire
mural, torpe al empuje.
Bajo cielos altísimos y negros
muge —clamor—la honda
boca, y pide noche.
Boca —mar—toda ella, pide noche;
noche extensa, bien prieta y grande,
para sus fauces hórridas, y enseña
todos sus blancos dientes de espuma.
Una pirámide linguada
de masa torva y fría
se alza, pide,
se hunde luego en la cóncava garganta
y tiembla abajo, presta otra
vez a levantarse, voraz de la alta noche
que rueda por los cielos
  —redonda, pura, oscura, ajena—
dulce en la serenidad del espacio.

   Se debaten las fuerzas inútiles abjao.
Torso y miembros. Las duras
contracciones enseñan
músculos emergidos, redondos bultos,
álgidos despidos.
Parece atado al hondo
abismo el mar, en cruz, mirando
al cielo alto, por desasirse,
violento, rugiente, clavado al lecho negro.

   Mientras la noche rueda
en paz, graciosa, bella,
en ligado desliz, sin rayar nada
el espacio, capaz de órbita y comba
firmes, hasta hundirse en la dulce
claridad ya lechosa,
mullida grama donde
cesar, reluciente de roces secretos,
pulida, brilladora,
maestra en superficie.


Vicente Aleixandre