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miércoles, 2 de junio de 2021

OBITER DICTUM





Un medio hombre sin piernas, con una cabeza descomunal, rubia, aplastada, una repelente cara blanca, nariz hundida, boca grande y hombros y brazos musculosos y fuertes, reptó desde la parte inferior del armario. Llevaba ropa interior de franela, con las piernas de la prenda cortadas a la altura de los muslos, de los cuales brotaban diez gruesos y tiesos dedos de pies. La espantosa criatura podría tener lo mismo veinte que cuarenta años. Levantó la vista y sonrió, mostrando una serie de dientes amarillos y muy separados.
—¡Salta, Gilbert! —le dijo el padre; el desgraciado se inclinó lentamente y luego salió disparado por la fuerza de sus brazos hasta la altura de mi cabeza.
—¿No crees que estaría bien en un circo? ¡La rana humana!


Charles Chaplin.

sábado, 20 de junio de 2020

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE






EL GATO DE MARCELINE


En Navidad nos contrataron para representar los papeles de gatos y perros en La Cenicienta, en el Hippodrome de Londres. Por aquellos días era un teatro nuevo, una mezcla de teatro de vodevil y de circo, profusamente decorado y con una tramoya sensacional. El suelo de la pista se hundía y se llenaba de agua, y sobre él se ejecutaban complicados ballets. Una fila tras otra de muchachas guapas, con relucientes armaduras, entraban marcialmente y desaparecían por completo bajo el agua. Cuando se sumergía la última fila, Marceline, el gran payaso español, vestido con un esmoquin muy holgado y con un enorme sombrero de copa, aparecía...

El número de Marceline era divertido y encantador, y todo Londres enloqueció. En la escena de la cocina me dieron un pequeño papel, que tenía que representar con Marceline. Yo era un gato, y Marceline, huyendo de un perro, caía sobre mi espalda, mientras yo me bebía la leche. Se quejaba siempre de que no arqueaba la espalda lo suficiente para suavizar su caída...

Años más tarde Marceline fue al Hippodrome de Nueva York, donde también causó sensación. Pero cuando el Hippodrome suprimió la pista de circo, Marceline cayó pronto en el olvido...

Hacia 1918, el circo de tres pistas de los hermanos Ringling vino a Los Ángeles, y Marceline trabajaba con ellos. Esperaba que figuraría como la gran estrella, pero me sorprendió comprobar que era uno de tantos payasos que corrían alrededor de la enorme pista: un gran artista perdido en el vulgar lujo de un circo con tres pistas.
Fui después a su camerino y me di a conocer, recordándole que yo había hecho de gato en el Hippodrome de Londres con él. Pero reaccionó con apatía. Incluso, bajo el maquillaje de payaso, parecía malhumorado y como si estuviera sufriendo un melancólico letargo. Un año más tarde se suicidó en Nueva York. Un breve suelto en los periódicos informaba de que un inquilino de su misma casa había oído un disparo y había encontrado a Marceline tendido en el suelo con una pistola en la mano, mientras seguía sonando un disco: Moonlight and Roses. 

MOONLIGHT AND ROSES


Charles Chaplin.
Autobiografía.
Lumen.

domingo, 20 de enero de 2019

OBITER DICTUM






«A fin de permitir a los obreros comprender mejor nuestra táctica, voy a resumir también mi exposición bajo la forma de breves tesis, a leer, bien entendido, a la luz del conjunto.

1. La táctica de la revolución europea occidental debe ser absolutamente diferente de la táctica de la revolución rusa.

2. Pues entre nosotros, el proletariado está solo.

3. Necesita, pues, hacer la revolución totalmente solo, contra todas las demás clases.

4. Por tanto, la importancia de las masas proletarias es proporcionalmente mayor y la de los jefes menor que en Rusia.

5. El proletariado debe disponer, para hacer la revolución, de las mejores armas de todas.

6. Siendo los sindicatos armas ineficaces, hay que reemplazarlos o transformarlos por medio de organizaciones de fábrica, llamadas a unificarse.

7. Al encontrarse el proletariado constreñido a hacer la revolución solo y sin ayuda, necesita la más alta evolución de las inteligencias y de los corazones. Por esto es mejor no recurrir al parlamentarismo en tiempos de revolución.

Saludos fraternales.»


Herman Gorter.

sábado, 9 de junio de 2018

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE




EL SERMÓN DE LA MONTAÑA


        “Los aspectos teóricos del anarquismo, según empezaban a expresarse en la Federación del Jura, particularmente por Bakunin; las críticas del socialismo de Estado –el temor del despotismo económico, más peligroso todavía que el meramente político- que oí formular allí, y el carácter revolucionario de la agitación, dejaban honda huella en mi mente. Pero las relaciones de igualdad que encontré en las montañas jurasianas, la independencia de pensamiento y expresión que vi desarrollarse entre los trabajadores y su ilimitado amor a la causa, llamaron con más fuerza aún a mis sentimientos, y cuando dejé la montaña, después de haber pasado una semana con los relojeros, mis ideas sobre el socialismo se habían definido: era un anarquista.”


Piotr Kropotkin. 
Memorias de un revolucionario.

lunes, 24 de marzo de 2014

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





WOODY, CHARLIE, HAROLD Y BUSTER


            “Ningún cómico ha sido nunca tan venerado en todo el mundo como Chaplin en aquellos años. Los niños en las calles de ciudades y pueblos de los cinco continentes imitaban el patoso andar de Charlie, su sonrisa, sus gestos. Se ponían sombreros hongos como el suyo, se untaban con betún negro debajo de la nariz como bigote a lo Chaplin. Derrapaban en las esquinas y saludaban con sus bombines como el pequeño vagabundo e intentaban hacer los trucos que Charlie hacía con su bastón de bambú. Los cines de todo el mundo convocaban innumerables concursos de Charlie Chaplin. Sus clientes lo pedían. No es muy difícil de comprender. En su mejor momento –y Chaplin se mantuvo en su mejor momento durante mucho tiempo--, era el cómico más grande que jamás haya existido.
         Como todos los demás, yo me había dado cuenta del talento de Chaplin desde la primera vez que le vi en el sketch de vodevil «A Night in an Englis Hall». Pero debo confesar que nunca pensé que un día sería aclamado como el cómico más grande de todos los tiempos. Creo que una de las razones pora as que subestimé a Charlie fue por la gran cantidad de cómicos de primera que había en los escenarios aquellos días. Yo les había visto actuar a todos y había trabajado con todos ellos. En aquella época, Charlie no parecía más divertido que Will Rogers, Willie Collier, Bert Williams, Frank Tinner o algunos otros.
         Más tarde me asombró que la gente hablara de las similitudes entre los personajes que Charlie y yo interpretábamos en las películas. Para mí hubo una diferencia básica desde el principio: el vagabundo de Charlie era un holgazán con una filosofía de holgazán. Por adorable que fuese, robaría si tenía ocasión. Mi personajillo era un trabajador, y honrado.
         Por ejemplo, digamos que los dos quisieran un traje que hubiesen visto en un escaparate. El vagabundo de Charlie lo admiraría, buscaría en sus bolsillos, sacaría una moneda de 10 centavos, se encogería de hombros y seguiría andando, esperando tener suerte al día siguiente y conseguir el dinero para comprarlo. Si no podía conseguir el dinero de otro modo, lo robaría. De lo contrario, se olvidaría por completo de traje.
         Aunque mi hombrecillo también se detendría, admiraría el traje y no tendría dinero para comprarlo, nunca robaría para conseguirlo. En lugar de eso, empezaría a pensar en cómo ganar dinero extra para comprarlo.
         El personaje de Lloyd era bastante diferente al de Chaplin y el mío. Él interpretaba a un niño de mamá, que sorprendía continuamente a todos, incluyéndome a mí, triunfando sobre una situación imposible y demostrando con puños y respingos el coraje de un león. A menudo, Lloyd parecía más un acróbata que un cómico. Pero fuera lo que fuese en la pantalla, siempre lo hacía mucho mejor que bien.
         Durante los años en que a nosotros tres nos iba bien, no tuvimos fracaso. Eso es cierto. Ninguno de nosotros conoció el fracaso durante los dorados años veinte. Sólo exitazos mundiales. Los largometrajes de Chaplin ingresaban una media de 3.000.000 de dólares cada uno en contratos de alquiler a cines. Los de Lloyd, 2.000.000 de dólares; los míos, entre 1.500.000 y 2.000 dólares. Eso ocurría en una época en la que los cines sólo cobraban una pequeña parte de lo que ahora cobran por sus atracciones. Como ya he dicho, a menudo nuestras comedias mudas recaudaban más que los largometrajes realizados por los intérpretes románticos más populares de Hollywood.
         Cuando hacíamos cortos, los propietarios de los cines los programaban delante de los largometrajes que proyectaban.
         Esa es una de las razones por las que yo estaban tan ansioso por hacer largometrajes como los que Roscoe Arbuckle estaba realizando con éxito en la Paramount. Parecía evidente que los contratos de largometrajes continuarían aumentando. Pero también creía que Joe Schenck, siendo un hábil hombre de negocios, debía saber de qué estaba hablando.
         Charlie Chaplin y Harold Lloyd fueron desde el principio negociantes más espabilados que yo. Se hicieron millonarios al principio de la partida, produciendo sus propias películas y conservando el control sobre su matearla filmado. Aún son dueños del material. Esto significa que están en condiciones de ganar frescas fortunas en cuanto les apetezca, alquilando o vendiendo los derechos de antena de sus viejas películas mudas. (De hecho, mientras escribía esto estaban reponiendo con éxito las viejas películas de Chaplin.)”



Buster Keaton. 
Slapstick. Memorias… 
Plot Ediciones.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA





              ODA A CHARLES CHAPLIN


Cuando sonríes las montañas se llenan de días claros
Los valles se van jugando en las aguas de los ríos
Los corderos juegan con el lobo
Los ciegos de repente miran el alba
Los tullidos saltan
Hacen cabriolas
Y los niños de pecho
Recogen semillas que se tornan bosques
Y los viejos vuelven a jugar como niños
Y las estériles sienten temblores de primavera
Que las desborda de corolas y de pólenes
El universo regresa al ritmo del mar
Y la gota de espuma se viste de pequeños corazones.


                                            Reinaldo Arenas