Un medio hombre sin
piernas, con una cabeza descomunal, rubia, aplastada, una repelente cara
blanca, nariz hundida, boca grande y hombros y brazos musculosos y fuertes, reptó
desde la parte inferior del armario. Llevaba ropa interior de franela, con las
piernas de la prenda cortadas a la altura de los muslos, de los cuales brotaban
diez gruesos y tiesos dedos de pies. La espantosa criatura podría tener lo
mismo veinte que cuarenta años. Levantó la vista y sonrió, mostrando una serie
de dientes amarillos y muy separados.
—¡Salta, Gilbert! —le
dijo el padre; el desgraciado se inclinó lentamente y luego salió disparado por
la fuerza de sus brazos hasta la altura de mi cabeza.
—¿No crees que estaría
bien en un circo? ¡La rana humana!
Charles Chaplin.