«Nunca podré olvidar aquellos padecimientos. Jamás se sufre tanto como siendo cruel por necesidad. ¿No es un infierno para un blando corazón rechazar brutalmente a los sedientos heridos cuya fiebre les enloquece? Cumplía con mi obligación: cuestión de vida o muerte lo del agua y, sin embargo, aún me duran los remordimientos. Mi cometido no me permitía tener piedad y esto fue para mí lo más horrible del asedio. No pude tener piedad.»
Eduardo Pérez Ortiz.