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lunes, 24 de diciembre de 2012

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE



EN UNA NOCHE DE FUEGO



“Nos paseamos de un lado para otro en la habitación; entonces ella se acercó a una de las paredes cuyas ventanas estaban cerradas para abrir un pórtico, y yo vi lo que sólo se ve una vez en la vida. No sé si lo hizo a propósito para sorprenderme, pero si ése fue el caso consiguió su objetivo. Miramos por una ventana del piso más alto y justo frente a nosotros apareció el Vesubio; como el sol ya se había puesto se veía claramente el ardiente flujo de lava y su reflejo dorado en el humo que lo acompañaba. Una inmensa nube de vapor permanecía inmóvil  sobre la montaña rugiente, y con cada nueva erupción sus diversas masas  se iluminaban por separado, como por un relámpago, adquiriendo formas corpóreas. Desde allí hasta el mar se divisaba toda una franja incandescente de la cual emanaba más vapor. Lo demás, el mar y la tierra, las rocas y la vegetación, bien definidas bajo la luz crepuscular, reposaban en una calma encantada. Poder abarcar todo esto con la mirada y ver subirse la luna llena por detrás de la montaña como broche de oro de este cuadro maravilloso por fuerza tenía que causar asombro.”


Johann W. Goethe. Viaje a Italia. Ediciones B. 2001.