EL AIRE DE ROMA
“Lo que no mencionan las guías es la sensación de
peligro que experimenta el turista en Roma. Al volver a la ciudad después de un
fin de semana largo, ves la larga fila de coches fúnebres ante las puertas del
Campo Verano. Casi todos los coches y carrozas fúnebres de Roma están ahí, y
mientras observas, otros dos se suman a la cola. Debe de haber unos
veinticinco. Preguntas a uno de los conductores qué sucede y responde que se
debe a la epidemia. Hace tres días que transporta cadáveres sin un momento para
comer o descansar. Se persigna y avanza lentamente hacia la entrada. En la
ciudad, en la Piazza Venezia ,
es una noche de invierno, con la lúgubre humedad característica de esa parte
del mundo. Los reflectores que apuntan al monumento, las nubes amarillas de una
niebla de gran ciudad. Estacionas el coche, giras la llave de contacto,
inmovilizas el volante y cierras bien todas las puertas, porque los robos son
habituales en este barrio. Entras a un bar a comprar cigarrillos y son tales la
humedad y el frío que la pobre chica que te atiende está temblando a pesar de
sus tres jerséis de lana y las botas forradas de piel. Compras el periódico
vespertino. En el bar y en las calles, todo el mundo tose. Le preguntas al
portero de nuestra casa qué sabe sobre la epidemia y responde que hay peste,
pero que por la gracia infinita de Dios, su casa y su familia están bien. Su
hermana se ha llevado a los niños a Capranica para huir del aire envenenado de
la ciudad, pero él no tiene adónde enviar a sus hijos. Sólo le queda rezar.
Arriba, en tu casa, te sirves un buen whisky medicinal y sales al balcón a
contemplar la peligrosa y extraña ciudad. Llamas a otro amigo y una voz
desconocida te dice que se ha ido a Suiza. Llamas a otro amigo, que ha salido
hacia Mallorca. Llamas al médico. Está de mal humor, porque tu llamada ha
interrumpido su cena. Le preguntas si la ciudad es peligrosa. “Sí, claro que la
ciudad es peligrosa –responde a gritos--. Roma siempre ha sido peligrosa. La
vida es peligrosa. ¿Cree que vivirá siempre? Cuelga con violencia. Hojeas el
diario en busca de noticias sobre la peste. Las habituales crisis
ministeriales, un nuevo yacimiento de petróleo descubierto en Sicilia, un
asesinato en la Via Cassia ,
pero la única noticia sobre la epidemia es que van a celebrar una misa cantada
en seis iglesias por la salud de la ciudad de Roma. Podrías huir a Suiza o a
Mallorca como tus amigos, pero ¿cómo vas a huir sin saber de qué huyes?”
John Cheever. Diarios.
Emecé Editores.