EN EL PALACIO DEL ZAR
“A la mañana siguiente, el domingo 11 de
noviembre (29 de octubre), con las campanas de todas las iglesias al vuelo, los
cosacos entraron en Tsárskoe Seló. Kerenski en persona montaba caballo blanco.
Desde la cumbre de un pequeño altozano podían ver las agujas doradas y cúpulas
de colores, la enorme masa gris de la capital, que se extendía por la monótona
planicie y tras ella las aguas aceradas del Golfo de Finlandia.
No hubo combate. Pero Kerenski cometió un
error fatal. A las siete de la mañana envió al Segundo Regimiento de Tiradores
de Tsárskoe Seló la orden de deponer las armas. Los soldados respondieron que
permanecerían neutrales, pero no querían desarmarse. Kerenski les dio diez
minutos para reflexionar. Esto enfureció a los soldados; llevaban ya ocho meses
gobernándose ellos mismos con sus comités al frente y ahora olía a viejo
régimen… A los pocos minutos la artillería cosaca abrió fuego sobre los
cuarteles y mató a ocho hombres. Desde este momento en Tsárskoe no quedó ni un
soldado “neutral”…
Petrogrado se despertó del estruendo de
la fusilería y el ruido de pasos de hombres en marcha. Bajo el cielo gris
soplaba un viento frío, presagiando nieve. Al amanecer, fuertes destacamentos
de junkers ocuparon el Hotel Militar y la Central de Telégrafos, pero, tras un sangriento
combate, fueron desalojados. La Central
Telefónica fue asediada por los marinos, que se guarecían en
las barricadas de toneles, cajones y planchas de lata en medio de la Morskaya o en la esquina
de la Gorójovaya
y la Plaza de
San Isaac, disparando a todos los que cruzaban a pie o en vehículo. De vez en
cuando pasaba un automóvil con la bandera de la
Cruz Roja. Los marinos no lo tocaban…
Albert Rhys Williams estuvo en la Central Telefónica.
Fue allí en un automóvil de la Cruz Roja ,
supuestamente lleno de heridos. Después de circular por toda la ciudad, el
automóvil llegó por callejas laterales a la Escuela de Oficiales Mijaíl, cuartel general de
la contrarrevolución. En el patio de la escuela había un oficial francés, que
parecía mandar en todo… Por este medio llevaban municiones y víveres a la Central Telefónica.
Decenas de supuestas ambulancias servían a los junkers para la comunicación y
el avituallamiento…
Tenían en sus manos cinco o seis
blindados de la disuelta División de Autos Blindados Ingleses. Cuando Luis
Bryant iba por la Plaza
de San Isaac se cruzó con un de ellos, que se dirigía del Almirantazgo a la Central Telefónica.
En la esquina de la Calle
de Gógol el auto se detuvo, justamente enfrente de ella. Varios marinos,
parapetados tras pilas de leña, abrieron fuego. La ametralladora de la torreta
del blindado giro a todos lados, disparando a mansalva contra las pilas de leña
y la gente. Bajo el arco donde se encontraba miss Bryant resultaron siete
muertos, entre ellos dos niños. De pronto los marinos saltaron gritando de la
barricada y se arrojaron impetuosamente, rodearon la enorme máquina y empezaron
a hundirle las bayonetas por todas las rendijas sin hacer caso de los tiros… El
chófer del blindado simuló estar herido, los marinos lo dejaron en paz y él
corrió a la Duma ,
a completar los relatos de las atrocidades bolcheviques… Entre los muertos
había un oficial inglés…
Más tarde los periódicos comunicaron que
en el blindado de los junkers había sido capturado un oficial francés, que fue
conducido a la fortaleza de Pedro y Pablo. La Embajada Francesa
desmintió inmediatamente la noticia, pero uno de los concejales de la Duma me dijo que él mismo
había gestionado la libertad de este oficial… Sea como fuese la actitud oficial
de las embajadas aliadas, algunos oficiales ingleses y franceses se condujeron
en estos días muy activamente, llegando incluso a participar como expertos en
las reuniones del Comité de Salvación…
Todo el día en distintas partes de la
ciudad se libraron escaramuzas entre junkers y guardias rojos y batallas de
autos blindados. Lejos y cerca se oían descargas, tiros sueltos, tableteo de
ametralladoras. Los cierres metálicos de las tiendas estaban echados, pero la
venta continuaba. Incluso los cinematógrafos, con las luces exteriores
apagadas, funcionaban y estaban llenos de espectadores. Los tranvías circulaban
como siempre. Funcionaba el teléfono. Llamando a la Central se podía oír
claramente el tiroteo. Los aparatos del Smolny habían sido desconectados, pero la Duma y el Comité de Salvación
mantenían comunicación telefónica constante con todas las escuelas de junkers y
también con Kerenski en Tsárskoe Seló.”