“La alta política de los estados europeos es incomprensible para
las inteligencias vulgares. Un día cualquiera, cuando creemos que no hay
mayores motivos para una conflagración internacional que en la víspera de ese
día y que en todos los días del año, resulta que sin saber cómo ni cuándo, ni
porqué la situación es gravísima; que el conflicto de los Dardanelos se ha
complicado; que la supremacía sobre el mar Báltico ha de dirimirse; que
Alemania no ve con buenos ojos --los ojos del káiser-- el flirt de Inglaterra
con Rusia y con Francia; que Austria e Italia se despegan de la triple alianza;
que en vista de la pequeñez de los mares, hay nación que desea arrendar el
Mediterráneo o el Atlántico o el Pacífico, para uso particular de sus barcos,
como si se tratara del estanque del Retiro; problemas terribles todos ellos
que, no preocupando ni poco ni mucho a nadie en particular, en cuanto ciudadano
inglés, alemán, francés, etc., tienen la virtud de preocupar a Inglaterra,
Alemania, Francia, etc., en cuanto naciones y estados. Váyase por los muchos
problemas que preocupan cada día a los ciudadanos de esos estados, sin que el
Estado se preocupe de ellos para nada.
De un lado va la historia grande, la que se escribe a cañonazos. De
otro la historia chica, la que no se escribe nunca, pero vive siempre. El
divorcio entre una y otra es mayor cada día; de tal modo, que bien puede
arriesgarse la siguiente definición. ¿Qué se entiende por grandes cuestiones de
política internacional?
--Las que no le importan a nadie en el mundo.”
Jacinto Benavente.