ZULA Y CILAPULAPU
“Cuando alguno de nosotros bajaba a tierra, ya fuese de
día o de noche, encontraba siempre indígenas que lo invitaban a comer y a
beber. Comen sus guisados a medio cocer, en extremo salados, lo que les incita
a beber mucho, y en efecto beben muy a menudo, sorbiendo por medio de tubos de
caña el vino contenido en los vasos. Gastan ordinariamente en comer cinco o
seis horas.
En esta isla hay varias aldeas, cada una
de las cuales tiene algunos personajes respetables que hacen de jefes. He aquí
los nombres de las aldeas y de sus respectivos jefes: Cingapola; sus jefes son Cilaton,
Ciguibucan, Cimaninga, Cimaticat, Cicanbul; Mandani, que tiene por jefe a
Ponvaan; Lalan, cuyo jefe es Seten; Lalutan, que tiene por jefe a Japau;
Lubucin, cuyo jefe es Cilumai. Todas estas aldeas estaban bajo nuestra
obediencia y nos
pagaban una especie
de tributo.
Cerca de la isla de Zubu hay otra
llamada Matan, que posee un puerto del mismo nombre, donde anclaban nuestras
naves. La principal aldea de esta isla se llama también Matan, cuyos jefes eran
Zula y Cilapulapu. En esta isla era donde estaba situada la aldea de Bulaya,
que quemamos.
Viernes veintiseis de abril, Zula, uno
de los jefes de la isla de Matan, remitió al comandante, con uno de sus hijos,
dos cabras, con encargo de decirle que si no le enviaba todo lo que le había
prometido, no era culpa suya sino del otro jefe llamado Cilapulapu, que no
quería reconocer la autoridad del rey de España; pero que si a la noche
siguiente quería despachar en su auxilio una chalupa con hombres armados, se
comprometía a batir y subyugar enteramente a su rival.
Con este mensaje, el comandante se resolvió
a ir allí en persona con tres chalupas, y aunque le rogamos que no fuese, nos
respondió que, como buen pastor, no debía abandonar su rebaño.
Partimos a media noche, provistos de coraza
y de casco, en número de sesenta, el rey cristiano, el príncipe su yerno y
varios jefes de Zubu, con cierto número de hombres armados que nos siguieron en
veinte o treinta balangayes: y habiendo llegado a Matan tres horas antes de que
aclarase, el comandante resolvió no atacar, sino que envió a tierra al moro
para que dijese a Cilapulapu y a los suyos que si querían reconocer la soberanía
del rey de España, obedecer al rey cristiano de Zubu, y pagar el tributo que
acababa de pedírseles, serían considerados como amigos, y que en caso
contrario, conocerían la fuerza de nuestras lanzas. Los isleños no se
amedrentaron con nuestras amenazas, respondiendo que tenían también lanzas,
aunque sólo de cañas puntiagudas y estacas endurecidas al fuego. Pidieron sólo
que no se les atacase durante la noche porque con los refuerzos que esperaban se
habían de hallar en mayor número: lo que decían maliciosamente para
animarnos a que los atacásemos inmediatamente, con la esperanza de que
caeríamos en los fosos que habían excavado entre la orilla del mar y sus casas.”
Antonio Pigafetta. Primer viaje
alrededor del globo. Fundación Civiliter.