COBRAR HAY QUE COBRAR
"Salí del puerto en seguimiento de los esclavos, que iban en
una buena barca y llevaban por bandera una sábana. Llegando cerca, les dije que
se rindiesen y con poca vergüenza me dijeron que llegase; eran veintitrés y
llevaban tres arcos con cantidad de flechas y dos alfanjes y más de treinta
asadores; tornéles a decir que mirasen los había de echar a fondo, que se
rindiesen, que no los harían mal, que obligados estaban a buscar la libertad.
No quisieron, diciendo querían morir pues les había quitado la libertad; di
fuego a la moyana y perniquebré a cuatro de ellos y abordando me dieron una carga
de flechazos que me mataron a un marinero e hirieron dos. Entré dentro y
maniatados los metí en la fragata, y la barca que truje de remolco; acerté a
estropear uno de ellos, y era el cabo, y se iba muriendo de las heridas, y
antes que acabase lo ahorqué de un pie y colgado de él entré en el puerto,
donde estaba toda la gente de la ciudad en las murallas y el Gran Maestre que
había venido al sentir la artillería. Llevaban más de doce mil ducados de plata
y joyas de sus dueños que, aunque huían del horno, no había más que cuatro de
él, que los demás eran de particulares; valióme lo que yo me sé. Salté en
tierra, besé la mano al Gran Maestre y estimó el servicio y mandó que se me
diese doscientos escudos. Pero si yo no me hubiera pagado de mi mano, no tocara
ni un real, porque cargaron aquellos señores dueños de los esclavos, que eran
todos consejeros, y aún me puso pleito uno por el que ahorqué a que se le
pagase. No tuvo efecto, que se quedó ahorcado y la quiraca satisfecha de no
haber ido a la fiesta, porque gozó todo lo que hurté en la barca, de que hoy
día tiene una casa harto buena, labrada a mi costa."
Alonso de Contreras.
Vida de este capitán.
Reino de Redonda.