ARAÑAR EL SUELO
«Mientras algunos fusileros mantenían un pausado fuego de protección, el resto se enterraba. El tipo de suelo no lo hacía un trabajo fácil, y no dejaban de caernos encima ramas y hojas. Súbitamente escuchamos disparos desde una nueva dirección y a retaguardia. Las balas impactaban a mí alrededor, lanzándome polvo a la cara. El hombre a mi izquierda de repente soltó un gritó y rodó por el suelo gritando de dolor. Le habían atravesado limpiamente de un disparo. Enloquecido de dolor gritaba:
—¡Ayuda! ¡Sanitario! ¡Me estoy muriendo desangrado!
Repté hasta el hombre herido, pero ya nada se podía hacer. Su rostro estaba deformado por el dolor y sus manos arañaron el suelo hasta que un espasmo lo sacudió de la cabeza a los pies; así habíamos perdido a otro valeroso soldado.»
Erwin Rommel.
La infantería al ataque.
Editorial Tempus.