Desde el final de estos viajes hasta la guerra, viví, con un
solo año de interrupción, en Europa oriental, entre amigos a los que debo
llamar liberales anticuados. Odiaban a la Alemania nazi, pero era imposible
mirar al este en busca de inspiración y esperanza, tal como sus equivalentes
occidentales, quienes miraban desde lejos e inquietos por la pesadilla de una
sola clase de totalitarismo, se sentían capaces de hacer. Y es que Rusia
comenzaba a unos pocos campos de distancia, al otro lado de un río, y allí,
como sabían todos sus vecinos, se estaban cometiendo grandes tropelías y había
un peligro terrible. Todos sus temores resultaron fundados. Al vivir entre
ellos compartí esos temores, los cuales hicieron el suelo pedregoso para que
pudieran fructificar ciertas semillas.
Patrick
Leigh Fermor