POR CAMINO
EMBARRADO
Ansí como salimos de Cholula con gran concierto,
como lo teníamos de costumbre, los corredores de campo a caballo descubriendo
la tierra, e peones muy sueltos juntamente con ellos para si algún mal paso o
embarazo hobiese ayudasen los unos a los otros, e nuestros tiros muy a punto, e
escopeteros e ballesteros e los de a caballo de tres en tres, para que se
ayudasen, y todos los más soldados en gran concierto. No sé yo para qué lo
traigo a la memoria, sino que en las cosas de la guerra por fuerza hemos de
hacer relación dello, para que se vea cuál andábamos, la barba siempre sobre el
hombro, e ansí caminando llegamos aquel día a unos ranchos questán en una como
serrezuela, ques poblazón de Guaxocingo, que me parece que se dicen los ranchos
de Iscalpán, cuatro leguas de Cholula. E allí vinieron luego los caciques y
papas de los pueblos de Guaxocingo, questaba cerca, e eran amigos e
confederados de los tascaltecas, y también vinieron otros poblezuelos questán poblados
a las haldas del volcán que confinan con ellos, e trujeron bastimento y un
presente de joyas de oro de poca valía, y dijeron a Cortés que rescibiese
aquello y no mirase a lo poco que era, sino la voluntad con que se lo daban, y
le aconsejaron que no fuese a Méjico, que era una ciudad muy fuerte y de muchos
guerreros, y que correríamos mucho peligro, e que mirase que, ya que íbamos,
que subido aquel puerto, que había dos caminos muy anchos, y aquel uno iba a un
pueblo que se dice Chalco, y el otro a Tamanalco, que era otro pueblo, y
entramos subjetos a Méjico; quel un camino estaba muy barrido e limpio para que
vamos por él, e que el otro camino le tenían ciego e cortados muchos árboles
muy gruesos y grandes pinos por que no puedan ir caballos ni pudiésemos pasar
adelante, e que abajado un poco de la sierra, por el camino que tenían limpio,
creyendo que había de ir por él, tenían cortados un pedazo de la sierra, e
había allí mamparos e albarradas, e que han estado en el paso ciertos
escuadrones de mejicanos para nos matar, e que nos aconsejaban que no fuésemos
por el que estaba limpio, sino por donde estaban los árboles atravesados, e que
ellos nos darán mucha gente que lo desembaracen, e pues que iban con nosotros
los tascaltecas, que todos nos quitarían los árboles, e que aquel camino salía
Tamanalco. E Cortés les rescibió el presente con mucho amor, y les dijo que les
agradescía el aviso que le daban, e con el ayuda de Dios que no dejará de
seguir su camino, e que irá por donde le aconsejaban. E luego otro día bien de
mañana comenzamos a caminar, e ya hallamos los caminos ni más ni menos que los
de Guaxocingo dijeron, e allí reparamos un poco y aun nos dio qué pensar en lo
de los escuadrones mejicanos y en la sierra cortada donde estaban las
albarradas de que nos avisaron. E Cortés mandó llamar a los embajadores del
gran Montezuma que iban en nuestra compañía y le preguntó que cómo estaban
aquellos dos caminos de aquella manera: el uno muy limpio e barrido, y el otro
lleno de árboles cortados nuevamente. Y respondieron que porque vamos por el
limpio, que sale a una ciudad que se dice Chalco, donde nos harán buen
rescibimiento, ques de su señor Montezuma, y quel otro camino, que le pusieron
aquellos árboles y lo cegaron por que no fuésemos por él, que hay malos pasos e
se rodea algo para ir a Méjico, que sale a otro pueblo que no es tan grande
como Chalco. Entonces dijo Cortes que quería ir por el que estaba embarrado.
Bernal Díaz del Castillo.
Historia verdadera de la conquista...
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