Del palacio maravilloso que hay en Cambalú y de la asombrosa hermosura de aquel lugar.
“Durante tres meses, a saber, diciembre, enero y febrero, el rey
Cublay reside sin interrupción en la ciudad regia, en la cual se alza el
palacio real, que es de esta traza. En primer lugar su circunferencia abarca
cuatro millas, de suerte que cada uno de sus cuatro lados mide una milla. La
muralla del palacio es de gran grosor, y de diez pasos de altura; su fachada
exterior está pintada por todas partes de blanco y rojo. En cada esquina de la
muralla se levanta un palacio grande y hermoso; igualmente hay otro palacio en
el centro de cada fachada de las murallas principales, de manera que hay en
todo el contorno ocho palacios. En éstos se guarda el aparato y las armas de
guerra, a saber, arcos, flechas, aljabas, espuelas, sillas, frenos, cuerdas de
arco y demás pertrechos pertinentes al combate; en cada palacio se conservan
sólo armas de una clase. La fachada del palacio que mira al mediodía tiene
cinco puertas, de las cuales la central es mayor que las demás y no se abre
jamás, salvo para la entrada o la salida del soberano, pues nadie puede cruzar
por ella excepto el rey; pero tiene dos puertas menores laterales por las que
pasan los que acompañan al monarca. Las tres restantes fachadas están provistas
de una única puerta en su centro, por la que puede entrar libremente
quienquiera. Detrás de los palacios susodichos situados en la fachada, corre a
la distancia oportuna otro muro a la manera del anterior que contiene
igualmente ocho palacios, en los que se guardan otros aprestos y enseres
preciosos y joyas del gran rey. En el centro del espacio interior se encuentra
el palacio real; carece de terraza, pero su pavimento sobresale diez palmos del
suelo del exterior. Su techo es muy alto y está primorosamente pintado. Las
paredes de las salas y de las habitaciones están todas recubiertas de oro y de
plata y en ellas se encuentran hermosas pinturas y cuadros con historias de
batallas. Gracias a estos adornos y pinturas el palacio resplandece sobremanera.
En la sala mayor se sientan a la mesa al mismo tiempo alrededor de seis mil
hombres. Detrás de las murallas susodichas y entre los mencionados palacios se
extienden amenos jardines, cubiertos de praderas y arbustos silvestres de
sabrosísimos frutos. Pueblan los vergeles muchos animales salvajes, a saber,
ciervos blancos, los bichos en los que se encuentra el almizcle, de los cuales
se ha hablado en el libro primero, cabras, gamos, veros y otros muchos animales
a maravilla. En la parte de la sala que da al aquilón se extiende junto al
palacio un estanque en el que se crían muchos y exquisitos peces, que se llevan
allí de otras partes; de éstos puede elegir el rey según le plazca. Al estanque
lo atraviesa un rió, a cuya entrada y salida están puestas rejas de hierro,
para que los peces no puedan escapar. Fuera del palacio y a una legua se eleva
un montecillo de cien pasos de altura y de una milla de circunferencia,
sembrado de árboles cuya hoja siempre verdea. Dondequiera que sepa el rey que
hay un árbol hermoso, hace que se le traslade allí con sus raíces a lomo de
elefantes, incluso desde regiones remotas, y ordena que se plante en el jardín;
por tanto, crecen en él árboles hermosos sobremanera. Todo el monte es ameno y
cubierto de hierba verde; y como todas las cosas son allí verdes, por eso se
llama Monte Verde. Remata su cumbre un palacio pintado de verde. En ese
montecillo se recrea a menudo el Gran Kan en sus ratos de holganza. Junto al
palacio susodicho construyó el rey Cublay otro palacio semejante a él en todo,
en el que habita Themur, el que ha de reinar a su muerte, que dispone de una
corte regia muy magnífica; y tiene bulas imperiales y sello imperial, pero no
con tanta plenitud de poderes como el Gran Kan.”
Marco Polo. El libro
de… Alianza Editorial.