EL
SABOR DE UN PAISAJE
«Esta idea, que estimo básica para percibir la mutación que se
iba a operar en la perspectiva de la guerra, tal vez la reciban con ira o con
desprecio, o con odio, o con desdén, quienes manejan aquellos intereses e
ideologías, a pesar de lo cual no he dejado de escribirla porque soy español y
porque sé de las nobles reacciones de mi pueblo al que creo conocer: pude
estudiarlo y comprenderlo a lo largo de una vida vulgar, pero fecunda: en los
colegios donde comencé mi educación, en los cuartos de banderas, en las minas,
en las fábricas, en los clubes aristocráticos y en las mansiones señoriales, en
los cenáculos literarios, en las sacristías, en las logias, en las iglesias y
en los mercados, donde viven, bullendo o dormitando, las clases sociales,
hombres, mujeres, niños, viejos, artistas, pensadores y labriegos. En todos
esos lugares he estado, he hablado con mis compatriotas de tú a tú, los he
escuchado y he convivido con ellos y, lo que es lo mismo, he podido saborear y
captar el ambiente y el panorama sin conformarme con observarlo como se pueden
contemplar una película o un paisaje; y todo eso he podido hacerlo libre y
dignamente, sin ser amo ni siervo, clérigo ni masón, marxista ni falangista, es
decir, sin ser otra cosa que lo que somos muchos españoles, celosos defensores
de la independencia nacional, gentes de fe y patriotas sin alharacas. Porque
así he conocido a mi pueblo, he podido admirarlo y tener fe en él y en sus
obras. »
Vicente
Rojo.
Así
fue la defensa de Madrid.
Ediciones
Era.