Cuando la señorita Polaire llegó a Nueva York, contratada por un
empresario norteamericano, su indignación fue algo espantosa al verse anunciada
como la mujer más fea del mundo.
— ¡Qué quiere usted!
—le dijo el empresario—. Si fuese usted más bonita que fea, la hubiésemos
anunciado como la mujer más bonita del mundo; pero siendo usted más fea que
bonita, hemos tenido que anunciarla como lo hemos hecho. Además, aquí hay todas
las temporadas 10 o 12 mujeres, cada una de las cuales es la más bonita del
mundo. Las mujeres más bonitas del mundo dan cada vez menos resultado. Ahora
vamos a ensayar las más feas…
Julio
Camba