VER O NO VER
“Alrededor del Reichstag se ha estacionado desde primera hora de la
mañana una gran muchedumbre. No demasiada, ni demasiado entusiasta. Paciente,
eso sí. Estos miles de personas se han plantado en la plaza de la República a las diez de
la mañana, es la una, y esperan todavía. En la gran escalinata que da acceso al
palacio, unas charangas y unos coros entretienen a la multitud con el “Deutschland,
Deutschland über alles”, mientas en el salón de sesiones Müller pronuncia el
discurso de conmemoración.
En la sala, muchos chaqués y muchos sombreros de copa. Ya se sabe:
cuando en un local de Alemania se ven muchos chaqués y muchos sombreros de
copa, es que aquél no es un sitio de buen tono.
Los militantes de la Bandera
Alemana –en Alemania hay que decir siempre militantes--,
circulan entre la multitud repartiendo banderitas de la República e insignias
republicanas. La multitud aguarda pacientemente bajo un solazo que hace agua
los sesos de estos alemanes, con el cráneo afeitado y el sombrero en la mano. Ya
se han llevado a cinco o seis entusiastas republicanos con síntomas de congestión
por el calor cuando termina la sesión, en la que se repetido una vez más que la República ha salvado al
Imperio y que la sombra de Bismarck está obligada a sentir ciertas veleidades
republicanas en vista de ello. El presidente Hindenburg sale del Reichstag
acompañado de los miembros del Gobierno y de una gran masa de diputados, pero
inmediatamente detrás de él forma una muralla la guardia de Seguridad. La
multitud lanza los tres “hoch, hoch, hoch” reglamentarios y agita las
banderitas republicanas un poco más entusiasmada ante la presencia del viejo
caudillo.
El presidente pasa revista a las tropas que han acudido a rendirle
honores. Pero la revista que el presidente Hindenburg pasa a los soldados no se
parece a la revista de ningún otro presidente. Hindemburg, a medida que los
soldados de la República
desfilan ante él, les cuenta los botones de la guerrera, mide la inclinación de
los fusiles y advierte el rumor de una pisada un cuarto de segundo más
adelantada o retrasada que las otras. Es fatal. El viejo no puede haber
olvidado tan pronto su oficio.
Esta de la conmemoración de la constitución de Weimar se aspiraba a
que fuese la gran fiesta cívica de Alemania. Poco a poco se van consiguiendo.
Cada año, el aspecto de Berlín, el de agosto, es más animado. No será nunca el
5 de julio de París, pero ya hay en las calles, el día que se conmemora la República , un alborozo
civil que hace unos parecía imposible provocar en Alemania. Algunos alemanes se
creen en el caso de disculparse:
--La República está creando poco a poco tantos intereses, da de
comer a tanta gente…-- nos dicen como justificación.
A medida que avanza el día y correteo de un lugar para otro en
busca de los lugares donde se conmemora la Constitución , deseoso
de hallar una sensación neta del sentimiento republicano de los alemanes, voy
convenciéndome de que efectivamente, la República tiene ya una fuerza casi
indestructible. Sin embargo, el que no es alemán no encontrará esto bastante
republicano, desconfiará siempre. Y es que nuestro republicanismo tiene otro
tono, otra manera de manifestarse. Por la noche, he asistido a la función
celebra en el Teatro de la Ópera. Se han cantado unos salmos, unos himnos y
unos trozos de Handel. Magníficos, imponentes, pero para un latino, poco
republicanos. El tono de la
República alemana a nosotros nos parece demasiado grave,
excesivamente profundo y melancólico. Es que no concebimos el fervor y mucho
menos el fervor republicano en este tono germánico.
A las diez de la noche se han puesto en marcha, a través de Berlín,
las manifestaciones republicanas organizadas ante el edificio del Reichstag. Son
cinco o seis, compuesta cada una por diez o doce mil personas, y parten todas,
en forma de estrella, desde el Reichstag hacia la periferia de Berlín. El
espectáculo de estas manifestaciones e curiosísimo para nosotros
Consisten en el desfile de una serie de agrupaciones adictas a la República , cada una con
su bandera y su charanga; en cuanto tienen un pretexto, los miembros de estas
agrupaciones se ponen un uniforme, y si no un uniforme completo, algo que lo
recuerde. Los manifestantes van de cuatro en cuatro, marcando el paso y
guardando las distancias. Llevan hachones encendidos y de tiempo en tiempo los
levantan en alto rítmicamente, mientras vitorean a la República.
Las gentes que componen estos cuadros de manifestantes, en todo idénticos
a los pelotones de una tropa cualquiera, son emocionantes. Todo el que tiene
vivo el sentimiento republicano se siente en el deber de manifestarlo sumándose
a esta retreta, y así desfilan unidos a su grupo correspondiente los tipos más
extraños. Una viejecita con su cofia grotesca, que va pegando saltitos para
seguir el compás de las piernas fuertes de los tres mocetones que le han tocado
en su fila; un padre de familia con su esposa y sus vástagos, un novio, con el
brazo cruzado por el talle de su novia; un paralítico, en su carricoche; cojos
terribles, que desafían el ridículo de su cojera entre las filas marciales ante
el íntimo deber de contribuir a la manifestación… Es sencillamente emocionante.
Durante todo el trayecto, las charangas, dirigidas por el pomposo
bastón de borlas del tambor mayor, van tocando sus marchas germánicas; tocan
también, incansables, las bandas de música, formadas por pacíficos burgueses de
vida sedentaria, que sobre el tambor de su barriga se cuelgan otro patriótico
tambor, y cantan sus himnos todas las agrupaciones.
Las masas de manifestantes toman de pronto un aire procesional
solemnísimo al desfilar los estudiantes. Me dicen que es la primera vez que los
estudiantes se suman a la conmemoración de la República con una
nutrida representación. Muy serios, con sus gorritas absurdas, sus levitas, sus
cortes en la cara, sus pantalones blancos y sus botas altas de montar provistas
de espuelas, los estudiantes de Berlín se han adherido, al fin, de un modo
brillante a la República ,
y no sin cierto airecillo arisco, desfilan bajo sus enormes banderas altas como
mástiles de navío. Esta mascarada grotesca de los estudiantes alemanes es
seguramente muy pintoresca pero poco simpática.
Y así, media hora, una hora… los millares de personas que el último
año han figurado en las manifestaciones republicanas ha superado en el doble a
la de los años anteriores. En las calles habrá, además, muchos miles de
personas que, seguramente, habían salido un poco escépticas todavía, y al
volver a sus casas habrán ido pensando que fatalmente Alemania es ya
republicana.
Pero, en fin, todavía esto no es el 4 de julio. Ni probablemente lo
será nunca.”