.“Otra prueba de que el Quijote, libro
excepcionalmente vivo, no puede considerarse propiamente una novela es el hecho
de que sea una obra de la que se habla constantemente, pero que la gente lee
muy poco. Al igual que la Biblia, el Quijote es un libro que todo el mundo
tiene en su biblioteca, pero que nadie abre casi nunca. Y ese fenómeno se
explica perfectamente, porque, si se toma como cualquier otra novela, resulta
ilegible. Las mujeres —las mayores lectoras de novelas propiamente dichas—
apenas lo miran, porque se les cae de las manos. Y es porque secretamente,
instintivamente, les repugna: a causa de su áspera masculinidad esencial, de su
miseria incurable, de su ascetismo adusto, de su ironía cruel, de su absoluta
falta de ternura y suavidad femeninas, de la falta total de confort —y de ese
hedor a campo pelado, a bosque salvaje, a hostal en ruinas, a cama de madera
carcomida, a ropa sucia y a cocina apagada... No creo que ni siquiera en España
una mujer de cada cien mil haya leído el Quijote, ni que a las que por azar lo
leyeron les hayan quedado ganas de volverlo a hacer.”
Gaziel.