«Miss Stein era muy voluminosa, pero no alta, de arquitectura
maciza como una labriega. Tenía unos ojos hermosos y unas facciones rudas, que
eran de judía alemana, pero hubieran podido muy bien ser friulanas, y yo tenía
la impresión de ver a una campesina del norte de Italia cuando la miraba con
sus ropas y su cara expresiva y su fascinador, copioso y vivido cabello de
inmigrante, peinado en un moño alto que seguramente no había cambiado desde que
era una muchacha. Miss Stein hablaba sin parar y al principio de nuestra
amistad no hablaba más que de personas y de lugares.»
Ernest Hemingway.