EL ALQUIMISTA
“En definitiva, el alquimista occidental en su
laboratorio, lo mismo que sus colegas chinos o indios, operaba sobre sí mismo,
sobre su vida fisio-psicológica tanto como sobre su experiencia moral y
espiritual. Los textos están de acuerdo en ensalzar las virtudes y cualidades
del alquimista: deber ser sano, humilde, paciente, casto; debe tener el
espíritu libre y en armonía con la obra; debe ser inteligente y sabio; debe al
mismo tiempo obrar, meditar, orar, etc. Vemos por todo ello que no se trata
aquí únicamente de operaciones de laboratorio. El alquimista se compromete por
entero en su obra. Pero estas cualidades y virtudes no pueden entenderse en una
acepción puramente moral. Ejercen la misma función en el alquimista que la
paciencia, la inteligencia, la ecuanimidad, etc., en el sadhana tántrico o en el noviciado que precedía a la iniciación en
los Misterios. Es decir, que ninguna virtud ni ninguna erudición podían
dispensar de la experiencia de iniciación, que era la única capaz de operar la
ruptura de nivel implicada en la «transmutación».”
Mircea
Eliade.
Herreros y alquimistas.
Alianza Editorial.
Herreros y alquimistas.
Alianza Editorial.