La Sevilla clásica, la que Bizet y Albéniz llevaron al
pentágrama, se ha extinguido suavemente en la dulzura, del recuerdo, tal que un
aroma que se fue poco a poco. La Sevilla actual madruga, trabaja, habla de
operaciones bursátiles y pide un puesto en la batalla mercantil del mundo. En
la famosa calle de las Sierpes la gente ya no se detiene, como antes, sino que
camina; los sevillanos de hoy no necesitan, como los sevillanos de ayer,
detenerse para hablar. Los toros se van, y con ellos declinan los mantones
filipinos, y la majeza de los hombres, y el alborozo de los bailes andaluces, y
la ruidosa alegría de las tartanas...
La capa ha desaparecido.
Eduardo Zamacois