Que lo oigan todos. Todos.
Los que trafican con el silencio
y los que trafican con las insignias.
Chamarileros de la Plaza de Castelar,
chamarileros de la Puerta del Sol,
chamarileros de las Ramblas de Barcelona,
destrozad,
quemad vuestra mercancía.
Ya no hay insignias domésticas,
ya no hay insignias de latón.
Ni para los gorros,
ni para las zamarras.
Ya no hay cédulas de identificación,
ya no hay más cartas legalizadas
ni por los Comités
ni por los Sindicatos.
¡Que les quiten a todos los carnets!
Ya no hay más emblema,
ya no hay más que una estrella,
una sola, SOLA Y ROJA, sí,
pero de sangre y en la frente,
que todo español revolucionario ha de hacérsela
hoy mismo,
ahora mismo
y con sus propias manos.
Preparad los cuchillos,
aguzad las navajas,
calentad al rojo vivo los hierros.
Id a la fragua.
Que os pongan en la frente el sello de la justicia.
Madres,
madres revolucionarias,
estampad este grito indeleble de justicia
en la frente de vuestros hijos,
allí donde habéis puesto siempre vuestros besos más
limpios.
(...)
León Felipe