En efecto, usar liberalmente coca era un privilegio de la
oligarquía, concediéndose como gracioso favor a soldados, campesinos y
mensajeros. Mascar sin autorización constituía un crimen de lesa majestad. Se
daba así el caso de que una parte considerable de la corvea o tributo de
trabajo se centraba en producir los llamados panes de coca –consumidos en la
Corte en enormes cantidades--, mientras al mismo tiempo el control de su
consumo por el pueblo bajo consolidaba un sistema de prohibición, que hacia
esas fechas ningún país (salvo China por lo que respecta a los aguardientes)
había practicado con droga alguna. De ahí que los Incas representaran un
vigoroso estímulo al cultivo de la planta y, al mismo tiempo, una de las primeras
incursiones históricas del derecho penal en semejante materia.
Antonio Escohotado