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sábado, 7 de octubre de 2017

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE






                             RETRATO DE BELMONTE


       “Si yo hubiera visto el retrato, que debió ser carátula a este libro, hecho a Belmonte por Romero de Torres, no habría tenido necesidad de tratarlo tan familiarmente para darme cuenta y razón cabal del espíritu de Belmonte. Aquella serenidad heroica en las líneas y en el espíritu: aquella honda, desoladora y trágica mirada llena de un profundo desconsuelo; aquel gesto resignado ante el Destino; aquel dolor que bien se ve que no es el dolor por las frágiles heridas humanas; aquel hombre en quien se ve que conoce la vida, la gloria, la fortuna, el amor y la muerte y que sin embargo está demandando a la Sombra una pavorosa respuesta que él presiente y espera, fuerte, seguro y resignado; aquella desnudez que apenas cubre la capa embrocada y áurea; aquel conjunto en el cual está casi sonriendo este Prometeo, mientras que por dentro los buitres le roen las entrañas; aquellos ojos nublados ya por un llanto sin lágrimas que va a estallar inminente; aquella contracción de los labios que es como un sollozo muerto al nacer; aquel rostro produce la misma angustia de pesadilla que produciría ver acabarse la mecha del polvorín que nos va a hacer volar; produce aquel efecto de lo trágico inmediato; de lo que va a producirse ya; da la sensación de angustia indescriptible que tenemos en el instante en que va a producirse una cosa siniestra, aquel breve y eterno segundo que precede al estallido de una tragedia, que es como el último movimiento en los labios que van a darnos una mala noticia; eso que yo no puedo explicar y que sólo podría sugerir diciendo que Belmonte, en ese lienzo, produce el efecto mismo que el instante supremo de la pesadilla cuando vamos a despertar.”


Abraham Valdelomar. 
Belmonte. Ensayo de una estética futura.