RETRATO DE BELMONTE
“Si
yo hubiera visto el retrato, que debió ser carátula a este libro, hecho a
Belmonte por Romero de Torres, no habría tenido necesidad de tratarlo tan
familiarmente para darme cuenta y razón cabal del espíritu de Belmonte. Aquella
serenidad heroica en las líneas y en el espíritu: aquella honda, desoladora y
trágica mirada llena de un profundo desconsuelo; aquel gesto resignado ante el
Destino; aquel dolor que bien se ve que no es el dolor por las frágiles heridas
humanas; aquel hombre en quien se ve que conoce la vida, la gloria, la fortuna,
el amor y la muerte y que sin embargo está demandando a la Sombra una pavorosa
respuesta que él presiente y espera, fuerte, seguro y resignado; aquella
desnudez que apenas cubre la capa embrocada y áurea; aquel conjunto en el cual
está casi sonriendo este Prometeo, mientras que por dentro los buitres le roen las
entrañas; aquellos ojos nublados ya por un llanto sin lágrimas que va a
estallar inminente; aquella contracción de los labios que es como un sollozo
muerto al nacer; aquel rostro produce la misma angustia de pesadilla que
produciría ver acabarse la mecha del polvorín que nos va a hacer volar; produce
aquel efecto de lo trágico inmediato; de lo que va a producirse ya; da la
sensación de angustia indescriptible que tenemos en el instante en que va a producirse
una cosa siniestra, aquel breve y eterno segundo que precede al estallido de
una tragedia, que es como el último movimiento en los labios que van a darnos una
mala noticia; eso que yo no puedo explicar y que sólo podría sugerir diciendo que
Belmonte, en ese lienzo, produce el efecto mismo que el instante supremo de la
pesadilla cuando vamos a despertar.”