«El paseo nos había puesto hambrientos, y para nosotros comer en
un sitio caro como Michaud era una aventura llena de alegría. Allí estaba Joyce
cenando con su familia. Él y su esposa se sentaban de espaldas a la pared, y
Joyce examinaba la carta a través de sus gruesos lentes, acercándosela a la
cara; a su lado se sentaba Nora, que comía con apetito, pero sólo platos finos;
Giorgio era delgado, cuidaba mucho su aspecto, y su nuca se veía muy bien
peinada; Lucía tenía una gran belleza rizada, y era una muchacha no del todo
desarrollada todavía. Hablaban en italiano.»
Ernest Hemingway.