EN MACHIPARO
“Complidos
doce días de Mayo llegamos a las provincias de Machiparo, que es muy gran señor
y de mucha gente y confina con otro señor tan grande, llamado Omaga, y son
amigos que se juntan para dar guerra a otros señores que están la tierra
dentro, que les vienen cada día a echar de sus casas. Este Machiparo está
asentado sobre el mismo río en una loma, y tiene muchas y muy grandes
poblaciones que juntan de pelea a cincuenta mil hombres de edad de treinta años
hasta setenta, porque los mozos no salen a la guerra ni en cuantas batallas
nosotros con ellos tuvimos no les vimos, sino fueron viejos, y éstos muy
dispuestos, y tienen bozos y no barbas.
Antes que llegásemos a este
pueblo con dos leguas vimos estar blanqueando los pueblos, y no habíamos andado
mucho cuando vimos venir por el río arriba muy gran cantidad de canoas, todas
puestas a punto de guerra, lucidas, y con sus paveses, que son de conchas de
lagartos y de cueros de manatís y de dantas, tan altos como un hombre, porque
todos los cubren. Traían muy gran grita, tocando muchos atambores y trompetas
de palo, amenazándonos que nos habían de comer. Luego el Capitán mandó que los
dos bergantines se juntasen porque el uno al otro se favoreciese, y que todos
tomasen sus armas y mirasen lo que tenían delante y viesen la necesidad que
tenían de defender sus personas y pelear por salir a buen puerto, y que todos
se encomendasen a Dios, que Él nos ayudaría en aquella necesidad grande en que
estábamos; y en este medio tiempo los indios se venían acercando, hechos sus
escuadrones, para nos tomar en medio, y así venían tan ordenadamente y con
tanta soberbia que parecía que ya nos tenían en las manos. Nuestros compañeros
estaban todos con tanto ánimo que les parecía que no bastaba para cada un
cuatro indios, y así llegaron los indios hasta que nos comenzaron a ofender.
Luego el Capitán mandó que aparejasen los arcabuces y ballestas. Aquí nos
aconteció un desmán no pequeño para el tiempo en que estábamos, que fue que los
arcabuceros hallaron húmeda la pólvora, a cabsa de los cual no aprovecharon
nada, y fue necesario que la falta de los arcabuces supliesen las ballestas; y
así comenzaron nuestros ballesteros a hacer algún daño en los enemigos, porque
estaban cerca y nosotros temerosos; y visto los indios que tanto daño se les
hacía, comenzaron a detenerse, no mostrando punto de cobardía, antes parecía
que les crecía el ánimo, y siempre les venía mucha gente de socorro, y todas las
veces que les venía nos comenzaban a acometer tan osadamente que parecía que
querían tomar a manos los bergantines. Desta manera fuimos peleando fasta
llegar al pueblo, donde había muy gran cantidad de gente puesta sobre las
barRancas en defensa de sus casas. Aquí tuvimos una batalla peligrosa, porque
como había muchos indios por el agua y por la tierra y de todas partes nos
daban cruda guerra; y así fue necesario, aunque con riesgo al parecer de todas
nuestras personas, acometimos y tomamos el primer puesto a donde los indios no
dejaban de saltar a tierra a nuestros compañeros, porque la defendían muy
animosamente; y si no fueran por las ballestas que aquí hicieron señalados
tiros, por donde pareció ser bien la providencia divina lo de la nuez de la
ballesta, no se ganara el puerto; y así, con esta ayuda ya dicha çabordaron los
bergantines en tierra y saltaron al agua la mitad de nuestros compañeros y
dieron en los indios de tal manera que los hicieron huir…
Gaspar
del Carvajal.
Relación del nuevo descubrimiento del Rio Grande por el capitán Francisco de Orellana.
Relación del nuevo descubrimiento del Rio Grande por el capitán Francisco de Orellana.