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viernes, 31 de marzo de 2017
miércoles, 29 de marzo de 2017
OTRA BALSA EN EL AQUERONTE
DIOSES ROMANOS
“No
cabe duda de que las festividades religiosas, subvencionadas por las finanzas públicas,
gozaban del clamor popular; pero Gaston Boissier peca de excesivo optimismo cuando
ensalza la piedad de los romanos. Entre los festejos que más gustaban a las
gentes sencillas, es evidente que estaban las fiestas religiosas, porque “eran
alegres, bulliciosas y parecían pertenecerles”. Pero no deberíamos hacernos
ilusiones sobre los sentimientos que les despertaban tales festividades. Por su
afición a las borracheras y a los bailes que, con motivo de la fiesta de Anna
Perenna, se realizaban todos los años en la orilla del Tíber, no debemos
deducir que sintieran una sincera e iluminada adoración esta antigua diosa latina;
sería tan imprudente como medir el alcance y la profundidad del catolicismo de
París por la afluencia de parisinos al Réveillon. Sin embargo, no faltan
indicios de la constancia con que la burguesía romana siguió cumpliendo en los
tiempos del Imperio sus deberes hacia las divinidades reconocidas por el
Estado. Por ejemplo, un “conservador” como Juvenal, que dice despreciar las supersticiones
extranjeras, en un primer momento aparece profundamente unido a la religión nacional
y, con el tiempo, parece seguir amándola de una forma sincera, ya que su sátira
XII comienza con la bella descripción de uno de sus sacrificios en la Triada Capitolina :
Más dulce que el aniversario de mi nacimiento me es, Corvinus, este
día en que el altar de hierba espera con aire de fiesta a los animales
prometidos a los dioses. Llevo a la
Reina un cordero blanco como la nieve; otro, de vellón semejante,
le ofreceré a la diosa que en los combates se cubre con la máscara de la Gorgona líbica. Más allá,
reservada a Júpiter Tarpeyo, una víctima impetuosa tiende y sacude su cuerda y
agita su testuz amenazante, becerro ya bravo, maduro para los templos y para el
altar, al que habrá de regar un vino puro, criatura que ya se avergüenza de
mamar de la ubre materna y con su cornamenta incipiente hostiga el tronco de
los árboles. Si gozara de una fortuna tan grande como mi amor, traería al
sacrificio un toro más grande que Hispulla, pues quiero festejar el regreso de
un amigo que aún tiembla por los terribles peligros que ha debido correr y está
asombrado de permanecer con vida…
Pero
releamos atentamente estos exquisitos versos. No es a los dioses a quienes
dirige su profundo fervor: los dedica a ensalzar el paisaje campestre donde se
prepara la ofrenda, a los animales domésticos que va a inmolar y cuya belleza
aprecia como propietario y poeta y, sobre todo, al amigo cuyo inesperado
regreso quiere festejar, ofreciéndole en esta clara y apetecible descripción el
humo del festín al que ha sido invitado en señal de júbilo. Sin embargo, las
divinidades que ocupan el fondo oscuro de este retrato quedan relegadas a
segundo plano, bien por medio de una mediocre perífrasis, como Minerva, bien a
través de una cualificación ritual, como Juno Reina, o utilizando un epíteto
puramente geográfico, como en el caso de Júpiter, cuyo templo sobre el
Capitolio dominaba, como todo el mundo sabe, la Roca Tarpeya. Es posible, incluso,
que Juvenal tuviera dificultades para describir a sus dioses; puede que sus
rasgos se le hubieran borrado y no fueran para él mas que entidades que
relegaba a la mitología, pues “no es cierto que haya en ningún lugar unos manes
y un reino subterráneo, ni una barca de Caronte, ni ranas negras en la sima de
Estigia, ni que una sola barca sea suficiente para transbordar tantos miles de
muertos; ya ni los niños lo eran, excepto aquellos que aún no tienen edad para
pagar su entrada a los Baños…”.
Juvenal no era el único
en mostrar escepticismo. Éste se había apoderado de la gente sencilla hasta tal
punto que aquellos que aún tenían fe deploraban la indiferencia que mostraba la
mayoría de los ciudadanos hacia unos dioses que, por falta de trabajo, se
habían convertido en “holgazanes” –pedes lanatos--. Las grandes damas –stolatae—ya
“no se preocupan más de Júpiter que de un mal espíritu”; los más importantes y
más conformistas contemporáneos de Juvenal tampoco les prestan mayor atención. Si
bien “practicaban” tanto como él, grandes hombres como Tácito o Plinio el Joven
no “creían” mucho más. Tácito, pretor con Domiciano y cónsul y procónsul de
Asia con Trajano, hubo de oficiar muchas ceremonias de politeísmo oficial; por
otra parte, su aversión a los judíos no era menor que la que mostraba Juvenal. Pero
esto sólo pone de manifiesto su teórica ortodoxia, ya que no es la creencia judía
en un “Dios eterno y supremo, irrepresentable e inmortal” lo que parece
abominar. Y en su Germania deja traslucir su admiración por esa tribu bárbara
que se niega a encarcelar a sus dioses en el interior de unas murallas y a
representarlos bajo forma humana por temor a ultrajar su grandeza, que prefiere
consagrar su culto en los bosques y montes de su territorio, “identificando
esas misteriosas soledades donde acuden a adorarlos sin verles con la idea
misma de la divinidad”. Esta simpatía inconfesada por las creencias de ambos
pueblos es lo que nos revela en Tácito a un pagano descreído.”
Jérôme
Carcopino. La vida cotidiana en Roma…
Ediciones Temas de Hoy.
martes, 28 de marzo de 2017
lunes, 27 de marzo de 2017
Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA
ESCRITO CON TIZA
Uno le dice a Cero
que la nada existe
Cero replica que
Uno tampoco existe
Porque el amor nos
da la misma naturaleza
Cero más Uno somos
Dos le dice
Y se van por el
pizarrón tomados de la mano
Dos se besan debajo
de los pupitres
Dos son Uno cerca
del borrador agazapado
Y Uno es Cero mi
vida
Detrás de todo gran
amor la nada acecha
Oscar
Hanh
sábado, 25 de marzo de 2017
Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA
AMAPOLAS EN EL CAMINO DE TOLEDO
La palabra Toledo sabe a piedra,
a memoria milenaria,
a judío tenaz,
a fantasma.
Vista la ciudad
se comprende que no existe,
que no ha existido nunca,
que todo es el sueño de un profeta loco,
de un emisario del otro mundo
que olvidó el camino de regreso.
En las torres de Toledo
descansan los guerreros del año mil doscientos,
los que fueron a buscar el Santo Grial,
y quedaron inmóviles ante las murallas de Jerusalén
hasta que el Río los trajo a las almenas de Toledo.
Dentro de estos muros
hay viejos peces de piedra, y hay enigmas
que nadie quiere escuchar,
y antiquísimo llanto petrificado, y plegarias
que en lugar de ir al cielo
caen como imprecaciones en las rodillas del diablo.
En el silencio de la noche
Toledo sirve de reposo a aquellos muertos
que no pueden dormir,
a los ángeles arrojados incesantemente del Paraíso,
a los seres que no han sido perdonados por Dios,
y vivirán invisibles para siempre
en las callejuelas más tristes de Toledo.
Yo he visto todo eso: yo, ciego, he visto más:
la alondra saboreando el amargor del incienso,
la borla caída de un sepulcro gótico,
el cirio rojo en la tumba del cardenal,
la mariposa comunicando un secreto a San Cristóbal,
la osamenta de un rabino escondida bajo la armadura
del [Conde de Orgaz.
Yo, ciego, he visto; pero debo callar,
porque la muerte me hace señas de guardar silencio,
y dentro de mí tiemblan mis huesos,
y de pronto comprendo por qué allí,
en las afueras de Toledo,
ofrecen su signo a la inocencia de los hombres
las rojas amapolas.
GASTÓN
BAQUERO
viernes, 24 de marzo de 2017
jueves, 23 de marzo de 2017
Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA
Os
manantiales sécanse,
ós robres cáenlle as follas;
pero a túa ialma é plena primadera;
non veu máis que unha aurora.
E en vano oies do
mundo,
en vano oies da vida...
N`apagará a túa sede o que outros beben
nas auguas maldecidas.
Mais cando chegue a tarde do
teu día
e chegue o teu outono,
ven hastra a
miña tomba paseniño,
e deposita nela os teus remorsos.
Rosalía
de Castro.
martes, 21 de marzo de 2017
Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA
LA VIDA CONTIGO
Te levantas
y el día se levanta
contigo
Se levanta todo lo que
quedó
lo que salvó la noche
Y te mueves a tientas
parece que te unieras
al mundo con cautela
como si hubiese que
reaprenderlo todo
Y sin embargo
todo viene hacia ti
soy yo el que forcejea
el que pierde pie
el que cae al fondo
buscándote
No sé si eres la misma
que hace sólo un
instante ha dormido conmigo
o ésa que nunca duerme
:
muslos que fluyen
ojos que se apresuran
o aire tal vez
la masa transparente
la gran fiesta del
pájaro.
Herberto
Padilla
lunes, 20 de marzo de 2017
OBITER DICTUM
“He sido
deportado acá por decir la verdad en mi pobre España, envilecida y degradada
por una dictadura de generales que no es lo peor que sean sifilíticos borrachos
y jugadores sino que son imbéciles, casi analfabetos, respirando odio y envidia
a la inteligencia. El Primo de Ribera (sic), un macho con menos seso que un
carnero, un loco impulsivo de los que primero dispara y después apuntan, se
pasa las noches en casas de prostitución. El último escándalo fue por obligar a
un juez a que soltara una prostituta que vendía cocaína. No es posible imaginar
el grado de vileza a que ha caído España y la cobardía de los españoles. El
ejercito, vencido en Marruecos, y corroído por toda clase de vicios soporta a
ese botarate que es un monstruo de frivolidad atacado de cretinismo tremens.”
Miguel de Unamuno.
domingo, 19 de marzo de 2017
OTRA BALSA EN EL AQUERONTE
EN
DORDRECHT
Aparte del paisaje
nevado, las nubes y las aguas bordeadas de árboles del Merwede, de los días que
siguieron recuerdo poco más que los nombres de las ciudades en las que dormí.
Debí de salir tarde de Dordrecht: Sliedrecht, mi próxima parada, solo está a
unos pocos kilómetros, y Gorinchen, la siguiente, no se encuentra mucho más
lejos. Conservo en la memoria algunos muros antiguos, calles adoquinadas, una
barbacana y gabarras amarradas a lo largo del río, pero lo que recuerdo con más
nitidez es el calabozo del pueblo. Alguien me había dicho que, en Holanda, los
viajeros humildes podían pasar la noche en las comisarías de policía, y era
cierto. Sin decir palabra, un guardia me hizo entrar en una celda y dormí allí,
tapado hasta las orejas con la manta, sobre una tabla de madera fijada en la
pared con unos goznes y asegurada por medio de dos cadenas bajo un bosque de
vulgares dibujos e inscripciones. Incluso me dieron un tazón de café con leche
y una rebanada de pan antes de partir. Menos mal que puse «estudiante» en mi
pasaporte: era un amuleto y un «Ábrete, Sésamo». De acuerdo con la tradición
europea, esa palabra evocaba a un personaje juvenil, necesitado y serio,
espoleado a lo largo de las carreteras de Óccidente por la sed de aprendizaje,
y así, a pesar de su ánimo exaltado y la tendencia a entonar canciones de
borrachos en latín macarrónico, un firme candidato a recibir auxilio
Patrick
Leigh Fermor.
El tiempo de los regalos.
Peninsula.
El tiempo de los regalos.
Peninsula.
sábado, 18 de marzo de 2017
viernes, 17 de marzo de 2017
Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA
FAME
This is Fame: Sundays,
an emptiness
as in Balthus,
an emptiness
as in Balthus,
cobbled alleys,
sunlit, aureate,
a wall, a brown tower
sunlit, aureate,
a wall, a brown tower
at the end of a street,
a blue without bells,
like a dead canvas
a blue without bells,
like a dead canvas
set in its white
frame, and flowers:
gladioli, lame
frame, and flowers:
gladioli, lame
gladioli, stone petals
in a vase. The choir's
sky-high praise
in a vase. The choir's
sky-high praise
turned off. A book
of prints that turns
by itself. The ticktock
of prints that turns
by itself. The ticktock
of high heels on a
sidewalk.
A crawling clock.
A craving for work.
A crawling clock.
A craving for work.
Derek
Walcott
jueves, 16 de marzo de 2017
miércoles, 15 de marzo de 2017
OTRA BALSA EN EL AQUERONTE
DAISY
“Los ex
combatientes llegaban constantemente a la puerta a vender cordones de zapatos y
pedir ropa usada. Siempre les dábamos una taza de té y algo de dinero. Islip
era un alto coveniente entre los asilos de Chipping Norton y Oxford. En una
ocasión, un ex combatiente sin empleo (maquinista de profesión), se presentó
con sus tres hijos, incluyendo un bebé. La madre había muerto recientemente de
parto. Aquella situación nos produjo gran compasión, y Nancy se ofreció a
adoptar a la hija mayor, Daisy, que iba a cumplir trece años y era la que
preocupaba más a su padre. Nancy se comprometió a enseñarle a la niña los quehaceres
domésticos, de manera que pudiera después encontrar un empleo en alguna casa.
El ferroviario derramó lágrimas de gratitud, y Daisy, una muchachita grande,
fea, fuerte como un caballo y endurecida por los tres años de vagabundeo por
los caminos, pareció alegrarse de ser un miembro de la familia. Nancy le hizo
nueva ropa, la lavamos, le compramos zapatos, y le dimos una habitación. El
ferroviario quería que Daisy continuara sus estudios interrumpidos por el
nomadismo de su vida. Pero la profesora puso a Daisy con los niños más
pequeños, y las muchachas mayores no hacían más que burlarse de ella. Para
desquitarse, ella les tiraba del pelo o las empujaba, y muy pronto detestó la
escuela. Después de cierto tiempo comenzó a sentir nostalgia de su vida andariega.
--Eso sí que era
vida –solía decir--. Papa y yo y mi hermano y el bebé. El bebé resultó ser una
bendición. Cuando llamaba a las puertas traseras con él siempre conseguía algo.
Por supuesto yo era lista, y si trataban de cerrarme la puerta en la cara metía
el pie y decía: «éste es mi hermanito huérfano»; entonces miraba qué había en
la habitación y pedía algo de lo que había visto. Si veía un carrito de niños
viejo lo pedía. Por supuesto que nosotros teníamos uno mejor, pero entonces
revendíamos el que me acababan de dar en el pueblo siguiente. Los buenos
mendigos siempre piden una cosa precisa, algo que ven que está a mano. No es
bueno pedir comida o dinero. Yo lograba muchas cosas para mi papá. Según él yo
era mucho mejor mendiga. Marchábamos cantando En el camino y hacia ninguna parte. Y siempre podíamos ir a los
asilos cuando el tiempo era malo. El asilo de Chippy Norton era nuestro hogar
durante el invierno. Allí veíamos películas una vez por semana. Recorrimos todo
el país: Gales, Devonshire, llegábamos hasta Escocia, pero siempre volvíamos a
Chippy.
Nancy y yo nos
quedamos aterrorizados un día que un vagabundo se acercó a la puerta y Daisy le
cerró la puerta en la cara, gritándole:
--¡Largo de aquí,
inmediatamente, Narizotas, y que no se te vuelva a ocurrir asomar el hocico en
casa de gente respetable! Te conozco muy bien, Narizotas Williams –continuó--,
tú y tus documentos de ex combatiente que le robaste a un fulano en Salisbury,
sé también que en Plymouth te espera cierta acusación por bigamia. Largo de
aquí, inmediatamente, si no quieres que llame a la policía.
Daisy nos contó las
verdaderas historias de muchos de los mendigos a quienes habíamos protegido.
--Ni una sola de
estas porquerías es un hombre decente –dijo--; el único es mi padre. La razón
por la que la mayoría anden de vagabundos es que la policía tiene algo contra
ellos, por eso deben ir de un lado para otro. Por supuesto que a mi papá le
desagrada esta vida; comenzó demasiado tarde. Mi mamá era muy respetable. Con
ella siempre estuvimos limpios. La mayoría de los vagabundos tiene piojos, y
enfermedades horribles; se mantienen alejados del hospicio todo lo que pueden,
porque no toleran los baños con desinfectante.
Daisy vivió con
nosotros todo el invierno. Cuando llegó la primavera y los caminos se secaron,
su padre la volvió a llamar. Sin ella no podía atender a los más pequeños. No
la volvimos a ver, aunque en una ocasión nos escribió desde Chipping Norton
pidiéndonos dinero.
Robert Graves. Adiós a todo eso. Muchnik Editores.
lunes, 13 de marzo de 2017
Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA
TARDE MADRILEÑA
La calle de Alcalá. Sol.
Primavera.
Las tres. Queda en la paz
dominical
de la riente bulla mañanera,
el eco de unos trajes de percal.
Endomingado pasa algún hortera
en busca de su idilio semanal.
Un frescor sobre el fuego de la
acera
sale de un ancho y húmedo portal.
Bullicio en los cafés. Fuera, se
siente
el sopor de la siesta en el
ambiente.
Llena de luz albea la Cibeles...
Comienzan a pasar coches sonoros;
y dejan un cantar de cascabeles
los primeros que van hacia los
toros.
Fernando Fortún
domingo, 12 de marzo de 2017
viernes, 10 de marzo de 2017
miércoles, 8 de marzo de 2017
ALLÁ EN LAS INDIAS
EN MACHIPARO
“Complidos
doce días de Mayo llegamos a las provincias de Machiparo, que es muy gran señor
y de mucha gente y confina con otro señor tan grande, llamado Omaga, y son
amigos que se juntan para dar guerra a otros señores que están la tierra
dentro, que les vienen cada día a echar de sus casas. Este Machiparo está
asentado sobre el mismo río en una loma, y tiene muchas y muy grandes
poblaciones que juntan de pelea a cincuenta mil hombres de edad de treinta años
hasta setenta, porque los mozos no salen a la guerra ni en cuantas batallas
nosotros con ellos tuvimos no les vimos, sino fueron viejos, y éstos muy
dispuestos, y tienen bozos y no barbas.
Antes que llegásemos a este
pueblo con dos leguas vimos estar blanqueando los pueblos, y no habíamos andado
mucho cuando vimos venir por el río arriba muy gran cantidad de canoas, todas
puestas a punto de guerra, lucidas, y con sus paveses, que son de conchas de
lagartos y de cueros de manatís y de dantas, tan altos como un hombre, porque
todos los cubren. Traían muy gran grita, tocando muchos atambores y trompetas
de palo, amenazándonos que nos habían de comer. Luego el Capitán mandó que los
dos bergantines se juntasen porque el uno al otro se favoreciese, y que todos
tomasen sus armas y mirasen lo que tenían delante y viesen la necesidad que
tenían de defender sus personas y pelear por salir a buen puerto, y que todos
se encomendasen a Dios, que Él nos ayudaría en aquella necesidad grande en que
estábamos; y en este medio tiempo los indios se venían acercando, hechos sus
escuadrones, para nos tomar en medio, y así venían tan ordenadamente y con
tanta soberbia que parecía que ya nos tenían en las manos. Nuestros compañeros
estaban todos con tanto ánimo que les parecía que no bastaba para cada un
cuatro indios, y así llegaron los indios hasta que nos comenzaron a ofender.
Luego el Capitán mandó que aparejasen los arcabuces y ballestas. Aquí nos
aconteció un desmán no pequeño para el tiempo en que estábamos, que fue que los
arcabuceros hallaron húmeda la pólvora, a cabsa de los cual no aprovecharon
nada, y fue necesario que la falta de los arcabuces supliesen las ballestas; y
así comenzaron nuestros ballesteros a hacer algún daño en los enemigos, porque
estaban cerca y nosotros temerosos; y visto los indios que tanto daño se les
hacía, comenzaron a detenerse, no mostrando punto de cobardía, antes parecía
que les crecía el ánimo, y siempre les venía mucha gente de socorro, y todas las
veces que les venía nos comenzaban a acometer tan osadamente que parecía que
querían tomar a manos los bergantines. Desta manera fuimos peleando fasta
llegar al pueblo, donde había muy gran cantidad de gente puesta sobre las
barRancas en defensa de sus casas. Aquí tuvimos una batalla peligrosa, porque
como había muchos indios por el agua y por la tierra y de todas partes nos
daban cruda guerra; y así fue necesario, aunque con riesgo al parecer de todas
nuestras personas, acometimos y tomamos el primer puesto a donde los indios no
dejaban de saltar a tierra a nuestros compañeros, porque la defendían muy
animosamente; y si no fueran por las ballestas que aquí hicieron señalados
tiros, por donde pareció ser bien la providencia divina lo de la nuez de la
ballesta, no se ganara el puerto; y así, con esta ayuda ya dicha çabordaron los
bergantines en tierra y saltaron al agua la mitad de nuestros compañeros y
dieron en los indios de tal manera que los hicieron huir…
Gaspar
del Carvajal.
Relación del nuevo descubrimiento del Rio Grande por el capitán Francisco de Orellana.
Relación del nuevo descubrimiento del Rio Grande por el capitán Francisco de Orellana.
martes, 7 de marzo de 2017
OBITER DICTUM
«El paseo nos había puesto hambrientos, y para nosotros comer en
un sitio caro como Michaud era una aventura llena de alegría. Allí estaba Joyce
cenando con su familia. Él y su esposa se sentaban de espaldas a la pared, y
Joyce examinaba la carta a través de sus gruesos lentes, acercándosela a la
cara; a su lado se sentaba Nora, que comía con apetito, pero sólo platos finos;
Giorgio era delgado, cuidaba mucho su aspecto, y su nuca se veía muy bien
peinada; Lucía tenía una gran belleza rizada, y era una muchacha no del todo
desarrollada todavía. Hablaban en italiano.»
Ernest Hemingway.
lunes, 6 de marzo de 2017
viernes, 3 de marzo de 2017
OTRA BALSA EN EL AQUERONTE
EL AROMA DEL VINO VIEJO
“Navegaba
por el Mediterráneo nuevamente en dirección a Eritrea después de un periodo de
permiso en Italia, cuando a la altura de Candia un marconigrama desde Egipto me
rogó que interrumpiese mi viaje, que desembarcase en Port Saíd y me dirigiese a
Alejandría.
Fue así como en
una de estas jornadas otoñales que sólo se tienen entre el Nilo, Suez y Port
Saíd, cuando el cielo, la tierra y el mar componen una armonía de tan lograda
belleza que llega a ser molesta, como una luz demasiado cegadora, un
ceremonioso señor perfectamente esférico, al que parecía que habían sacado
brillo con aceito de coco, se me acercó a los pies de un escalón y me dirigió,
casi rodando, por interminables corredores de color escarlata, a lo largo de
pasillos estucados de blanco hasta una sala abierta que daba al mar; un mar tan
azul y tan silencioso que parecía imposible que a dos kilómetros de distancia,
frenado por los diques, llevase espuma verdosa y bituminosa en el puerto, entre
chirridos de grúas, ululatos de sirenas, jadeos de locomotoras y zumbido de
motores.
El señor
ceremonioso hablaba un correcto francés levantino, pero la señora que me
esperaba en el salón abierto al mar se expresaba en un inglés que tenía la
cadencia de Oxford.
Había ya coincidido
con esta mujer en otros países y en circunstancias completamente distintas.
Ahora se había enterado de que tenía que atravesar el Canal para volver a
Eritrea y había querido verme.
Me encuentro con
una mujer que ha pasado de los cuarenta hace bastante, a la cual el tiempo ha
dado el aroma del vino viejo, la pátina que los siglos extienden sobre los
mármoles preciosos. Al verla no se piensa en lo bella que tuvo que ser de
joven, más bien parece que su perfección ha alcanzado un carácter definitivo.
Alta, delgada, esbelta no esconde los frecuentes cabellos blancos en la masa
leonada de su cabellera, no corrige con maquillaje las señales del tiempo, que
no envejecen el rostro, sino que le confieren la nobleza de un esmalte.”
Alberto Denti de Pirajno. Medicina para serpientes. Ediciones del Viento.
jueves, 2 de marzo de 2017
OBITER DICTUM
«Volvimos a nuestra habitación verde con su demente mural, y nos
dimos cuenta de que estábamos deprimidos. No nos podíamos imaginar exactamente
por qué, y entonces caímos en la cuenta: hay muy poca risa en las calles, y
raramente alguien sonríe. La gente camina, o más bien se va escabullendo, con
la cabeza gacha, y no sonríen. Quizá es que trabajan demasiado, que tienen que
viajar demasiado lejos para llegar al trabajo que hacen. Parece haber una gran
seriedad en las calles, y quizá esto siempre era así, no lo sabemos. »
John
Steinbeck.
miércoles, 1 de marzo de 2017
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