“En cambio, la palabra «perro» es exclusiva del
castellano y es de origen incierto. Joan Coromines, cree que es un vocablo de
creación expresiva, quizá fundada en el sonido «prrr, prrr», con que los
pastores incitan al perro para que conduzca y reúna al ganado. Otros filólogos
creen que quizá venga de algún vocablo céltico, desde luego desconocido por
Joan Coromines, que lo descarta por razones fonéticas y también porque la
palabra apareció tardíamente. Algún testimonio habría si se hubiera usado
simultáneamente con canis y después con can en el transcurso de más de doce
siglos.
El primer
documento en que aparece esta palabra está datado en 1136 y es el Monte de
Perra; es una donación al monasterio de Sahagún, en el lugar de Mansilla.
Luego, en el siglo XIII, aparecen ya muchos testimonios de la extensión del
vocablo. Como el apodo de Diego Perro, que aparece en un documento mozárabe,
toledano de 1211, relativo a un difunto, por lo cual es de presumir que el tal
Diego Perro viviría a finales del siglo XII. Debió de ser, en principio, una
palabra popular, vulgar y menospreciativa, por cuanto los autores
aristocráticos como Alfonso el Sabio o el infante Juan Manuel emplean sólo la
palabra «can». Igualmente sucede con los documentos de caza, deporte aristocrático
por excelencia.”
Néstor Luján.