MEXICO
1901
1º DE ENERO.
“En el preciso instante en que
cohetes, dianas, repiques de templos y silbatos de máquinas atruenan los aires
saludando a este primer año del siglo XX; cuando vibra todavía la campanada
última de las doce de la noche que ha muerto, mi mujer y mi hermana hanse
prosternado a rezar las viejas plegarias de las casas católicas, que desde niño
uno, viene escuchando en las fechas memorables y sacras… Las beso a las dos, y
me llego a la cama de mi hijo, que, sin dársele un ardite dentro de sus
diecisiete meses de vida el que los siglos vayan y vengan, duerme apacible y
filosóficamente. Cuidando de no despertarlo, bésolo también, y lo bendigo,
convencido de que las bendiciones o maldiciones de los padres, alcanzan a los
hijos...
¡Cuánto bien le deseo; cómo
anhelaría acumular sobre su rubia cabecita, dicha, dicha, siempre dicha, la que
a muy duras penas disfrutan los afortunados de veras!
¡Dios sólo sabe lo que será de
este pedazo de mi alma!
Yo apetezco que, así sufra
mucho, sea ante todo caballero, caballero a toda costa, aun a
costa de la muerte. Pero no caballero del cuño corriente, no; caballero a la
antigua, a la antiquísima, de los que ya nada más van quedando borrosos y vagos
en el recuerdo de los descendientes de las familias linajudas, y en los cuadros
vetustos de los museos y catedrales. Que
su propia conciencia ¡lo único insobornable! sea su juez y su guía; y que el día que se considere
irrevocablemente honorable y honrado, cuando
crezca y llegue a hombre, si yo estoy muerto, piense en mí, y mis
flaquezas, a él en fortalezas se le tornen, y escarmiente en mis penalidades, y
no incurra en mis defectos e imperfecciones; y en compensación de lo que yo he
sufrido y luchado, él luche y sufra lo menos posible. Si estoy vivo para
entonces, que me pague estos besos que a modo de aguinaldo y de préstamo
deposito en su frente inmaculada de ángel que ignora el pecado, las pasiones y
los vicios, con réditos de réditos, como deudor de una inmensa deuda usuraria y
sin saldo... Luego, me acuesto; y a obscuras me río de lo que anhelaba desde
muchacho alcanzar esta vigésima centuria. ¡Ya sucedió! ¿Y qué?... pues, nada;
.lo mismo que cualquiera otra noche de cualquier mes y de cualquier año. ¡La
transición ha sido meramente subjetiva!”
Federico Gamboa. Mi
diario. Eusebio Gómez, editor.