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viernes, 31 de octubre de 2014

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





MEXICO



1901
1º DE ENERO.

“En el preciso instante en que cohetes, dianas, repiques de templos y silbatos de máquinas atruenan los aires saludando a este primer año del siglo XX; cuando vibra todavía la campanada última de las doce de la noche que ha muerto, mi mujer y mi hermana hanse prosternado a rezar las viejas plegarias de las casas católicas, que desde niño uno, viene escuchando en las fechas memorables y sacras… Las beso a las dos, y me llego a la cama de mi hijo, que, sin dársele un ardite dentro de sus diecisiete meses de vida el que los siglos vayan y vengan, duerme apacible y filosóficamente. Cuidando de no despertarlo, bésolo también, y lo bendigo, convencido de que las bendiciones o maldiciones de los padres, alcanzan a los hijos...
¡Cuánto bien le deseo; cómo anhelaría acumular sobre su rubia cabecita, dicha, dicha, siempre dicha, la que a muy duras penas disfrutan los afortunados de veras!
¡Dios sólo sabe lo que será de este pedazo de mi alma!
Yo apetezco que, así sufra mucho, sea ante todo caballero, caballero a toda costa, aun a costa de la muerte. Pero no caballero del cuño corriente, no; caballero a la antigua, a la antiquísima, de los que ya nada más van quedando borrosos y vagos en el recuerdo de los descendientes de las familias linajudas, y en los cuadros vetustos de los  museos y catedrales. Que su propia conciencia ¡lo único insobornable! sea su juez  y su guía; y que el día que se considere irrevocablemente honorable y honrado, cuando  crezca y llegue a hombre, si yo estoy muerto, piense en mí, y mis flaquezas, a él en fortalezas se le tornen, y escarmiente en mis penalidades, y no incurra en mis defectos e imperfecciones; y en compensación de lo que yo he sufrido y luchado, él luche y sufra lo menos posible. Si estoy vivo para entonces, que me pague estos besos que a modo de aguinaldo y de préstamo deposito en su frente inmaculada de ángel que ignora el pecado, las pasiones y los vicios, con réditos de réditos, como deudor de una inmensa deuda usuraria y sin saldo... Luego, me acuesto; y a obscuras me río de lo que anhelaba desde muchacho alcanzar esta vigésima centuria. ¡Ya sucedió! ¿Y qué?... pues, nada; .lo mismo que cualquiera otra noche de cualquier mes y de cualquier año. ¡La transición ha sido meramente subjetiva!”


Federico Gamboa. Mi diario. Eusebio Gómez, editor.