Yo soy de los más exentos de esta
pasión y no siento hacia ella ninguna inclinación ni amor, aunque la sociedad
haya convenido como justa remuneración honrarla con su favor especial; en el
mundo se disfrazan con ella la sabiduría, la virtud, la conciencia; feo y
estúpido ornamento. Los italianos, más cuerdos, la han llamado malignidad,
porque es una cualidad siempre perjudicial, siempre loca y como tal siempre cobarde
y baja: los estoicos prohibían la tristeza a sus discípulos.
Michel de Montaigne