PEDESTRE
En el fondo de la calle, un edificio público aspira el mal
olor de la ciudad.
Las sombras se quiebran el espinazo en los umbrales, se
acuestan para fornicar en la vereda.
Con un brazo prendido a la pared, un farol apagado tiene la
visión convexa de la gente que pasa en automóvil.
Las miradas de los transeúntes ensucian las cosas que se
exhiben en los escaparates, adelgazan las piernas que cuelgan bajo las capotas
de las victorias.
Junto al cordón de la vereda un kiosco acaba de tragarse una
mujer.
Pasa: una inglesa idéntica a un farol. Un tranvía que es un
colegio sobre ruedas. Un perro fracasado, con ojos de prostituta que nos da
vergüenza mirarlo y dejarlo pasar. (1)
De repente:
el vigilante de la esquina detiene de un golpe de batuta todos los
estremecimientos de la ciudad, para que se oiga en un solo susurro, el susurro
de todos los senos al rozarse.
BUENOS AIRES, AGOSTO 1920.
(1) Los
perros fracasados han perdido a su dueño por levantar la pata como una
mandolina, el pellejo les ha quedado demasiado grande, tienen una voz afónica
de alcoholista y son capaces de estirarse en un umbral, para que los barran
junto con la basura.
OLIVERIO
GIRONDO