EN HELICÓPTERO
“Un ataque en helicóptero a una zona de
aterrizaje crítica crea tensiones emocionales mucho más intensas que un ataque
terrestre. Ello se debe al espacio cerrado, al ruido, a la velocidad y, sobre
todo, a la sensación desamparo total. Provoca cierta excitación la primera vez
pero después es una de las aventuras más desagradables que ofrece la guerra
moderna. En tierra, un infante tiene cierto control sobre su destino, o al
menos la ilusión de que lo posee. En un helicóptero que se encuentra bajo el
fuego ni siquiera tiene esa ilusión. Enfrentado a las indiferentes fuerzas de
la gravedad, la balística y la tecnología, es impulsado simultáneamente en
varias direcciones por un amplio espectro de emociones extremas y
contradictorias. Lo acosa la claustrofobia; es insoportable la sensación de
estar atrapado y ser impotente en una máquina pero ha de sobrellevarla. Al
hacerlo, comienza a sentir una ciega ira por las fuerzas que le han vuelto
impotente, pero tiene que controlar su ira hasta salir del helicóptero y estar
en terreno firme otra vez. Ansía estar en tierra firme pero su deseo se ve
contrarrestado por el peligro que sabe le acecha allí. Al mismo tiempo se
siente atraído por el peligro, ya que sabe que sólo puede superar su temor sobreponiéndose
a él. Entonces su ira ciega comienza a centrarse en los hombres que son la
fuente del peligro… y de su miedo. Se concentra en su interior y mediante algún
proceso químico se transforma en feroz resolución de luchar hasta que cese el
peligro. Pero esa resolución, que en algunas ocasiones se denomina coraje, no
puede separarse del temor que la ha despertado. Su magnitud es igual que la
magnitud del temor. En realidad, se trata de una poderosa necesidad de no tener
más miedo, de liberarse del temor eliminado la fuente que lo produce. Esta
enconada lucha interior de emociones contrapuestas produce una tensión casi
sexual en su intensidad. Es demasiado dolorosa para soportarla mucho tiempo. En
lo único que puede pensar un soldado es en el momento de escapar a su impotente
confinamiento y de liberar esa tensión. Todas las demás consideraciones –-lo
propio o impropio de lo que está haciendo, las posibilidades de triunfo o de
derrota en la batalla, el propósito o despropósito de la misma—se vuelven tan
absurdas como para ser menos que insignificantes. Nada importa excepto el
instante crítico y final de lanzarse a la violenta catarsis que anhela y teme.”
Philip
Caputo.
Un rumor de guerra.
Inédita Editores.
Un rumor de guerra.
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