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martes, 16 de julio de 2013

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





PAROLE, PAROLE, PAROLE…



«Si uno asiste a una reunión del Secretariado y da una opinión contraria a la de Dimitri o Manuilski, le escuchan… Pero al final se aprueba sin discusión la posición de aquéllos y no la de uno. No hay votación, solamente un resumen de Dimitrov o Manuilski en el que lo dicho por ellos toma carácter de ley. Si hay que nombrar una comisión para cualquier cosa, primero proponen Dimitrov o Manuilski; después puede proponer uno, pero siempre se aprueba lo que ellos propusieron. Si hay elecciones en la organización del partido o del sindicato, uno puede proponer a quien quiera, pero previamente le han entregado una lista de los que se pueden proponer. Si uno discrepa y la discrepancia no es de fondo, no le hacen caso; si la discrepancia es grave, pretenden «convencerle»; si uno insiste, le indican que sufre una desviación de éste u otro tipo, y si después de esto no rectifica, rápidamente viene la sanción. Uno puede escribir lo que quiera para la radio o revistas soviéticas, pero después pasa por numerosos controles, que quitan o ponen a su capricho, sin consultar al autor. Uno puede estar contra la Línea política que se sigue, pero siempre que esta oposición sea un riguroso secreto. »

Enrique Castro Delgado.
Mi fé se perdió en Moscú.
Editorial Caralt.