LA CHISTERA AGONIZA
“¡El sombrero de copa desparece, el sombrero de copa
se muere, el sombrero de copa agoniza!... Y esta vez ya no son los poetas
malhumorados los que lo proclaman tomando por realidades sus deseos. Esta vez
habla la estadística con su lenguaje inatacable de cifras. ¡Si el pobre Oscar
Wilde viviese aún, con cuánta alegría hubiera leído los datos comerciales que
ahora publican las revistas graves! Porque el gran artista inglés conservó
hasta el último día de su existencia atormentada el odio por la chistera que le
hizo conquistar en Londres su fama juvenil.
--Mi única obra que ha tenido éxito universal
–decíame hace ya más de diez años Wilde, cuando fui a verlo por primera vez a
ese mismo departamento del hotel de Capucines en que ahora se hospeda mi amigo
Don Ángel Estrada (hijo)—mi única obra universal es mi sátira contra el
sombrero de copa.
Yo confieso, sin embargo, que de tal obra no conozco
sino el título. Pero tengo muy presentes, eso sí, los gestos de repugnancia con
que el gran poeta tomaba su chistera y se la ponía.
--No hay despotismo igual al de este armatoste
–murmuraba—pues odiándolo tenemos que llevarlo sobre nuestras cabezas.
Hoy el despotismo ya menos terrible. La habilidad de
los árbitros de la moda masculina ha descubierto que los sombreros de fieltro
flexible, cuando tienen un fondo de seda, pueden llevarse con smoking y que,
para visitas que no son de etiqueta, un hongo basta. En cuanto a los chapeos
románticos de anchas alas, que ayer estaban reservados a los bohemios, hoy,
gracias al ejemplo del rey Eduardo, todos los elegantes los llevan. Los
“panamás” triunfan en toda la línea y los sombreros de paja se venden cada día
más.
¡Solo las chisteras no se venden!
Esto lo digo yo con entusiasmo, pero los
comerciantes lo dicen con tristeza y los sastres lo murmuran con melancolía.
--Ya no se venden las chisteras! –exclama un “grand
tailleur” ante un repórter que va a interrogarle—pues eso significa, señor, que
la época de la distinción ha terminado. Sin sombrero de seda, ninguna levita va
bien, ninguna “jaquette” es elegante, ningún gabán sienta… La chistera es el
talón de lo correcto. Un pueblo que quiere ser distinguido, debe usar cada día
más chisteras.”
Enrique Gómez Carrillo. La
vida parisiense. Biblioteca Ayacucho.