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Un prosista nunca se muere
tanto, deja siempre alguna huella, lo suyo es más consistente, más táctil, pero
la levedad de la poesía es un humo azul o blanco que el poeta ha fumado en
vida. Cuando muere, ese humo cesa y él no es ni siquiera un ánima del purgatorio,
sino que vaga por todos los limbos, que son las bibliotecas.
Francisco Umbral.