EL ANIVERSARIO
"Bien
pudiera ser que aquel discurso estuviera lleno de fruslerías; desde siempre
tuve buen olfato para ello; pero lo que hirió hasta lo más profundo mis puros
sentimientos fue aquella gran consideración por un escritor del que ni siquiera
mi madre conocía las obras. Cuando le conté lo que había pasado se quedó
atónita y dijo: «No sé, al final tendré que leer algo de él».
La vez
siguiente que fui al Círculo de Lectores de Hottingen pedí Los campesinos de Seldwyla, todavía con bastantes reservas mías. La
señorita de la ventanilla sonrió, y un señor que había ido a recoger algo me
corrigió como si yo fuera un analfabeto: «La
gente de Seldwyla», y no faltó mucho para que me dijera: «¿Ya sabes leer?».
Me avergoncé mucho y en lo sucesivo me propuse ser más cuidadoso con Keller. No
imaginaba entonces con cuánto goce leería un día «Enrique el Verde»; y cuando de vuelta a Viena como estudiante, volví
a enfrascarme en Gogol, sólo pude reconocer en la literatura alemana que yo
conocía, un relato de la misma talla: «Los
tres fabricantes de peines amantes de la justicia», de Keller.
Si tuviera
la suerte de seguir vivo en el año dos mil diecinueve, y el honor de estar
presente en la celebración de su segundo centenario en la Iglesia del
Predicador y de homenajearle con un discurso, encontraría elogios muy distintos
para él, que doblegarían hasta al ignorante orgullo de un chico de catorce
años."
Elías Canetti.
La lengua absuelta.
Alianza Editorial.